Piranesi construido

Reseña de Eloy M. Cebrián.

Giovanni Battista Piranesi es el nombre de un arquitecto y dibujante veneciano del siglo XVIII. Su serie de grabados más célebre lleva el título de Carceri d’Invenzione (Cárceles de Invención), lo que constituye toda una declaración de principios: las prisiones de sus dibujos pertenecen al mundo de la imaginación y, por tanto, nunca se usarán como tales. Se trata de ámbitos fabulosos y laberínticos que parecen preludiar las geometrías imposibles del artista holandés Escher. No hay celdas ni prisioneros en las arquitecturas imaginarias de Piranesi. Sus cárceles no se concibieron para encerrar a nadie. Más bien parecen fortalezas erigidas para preservar algo valioso de la barbarie que acecha fuera.

El protagonista de la novela de Javier Sarti, el personaje que hace posible que Piranesi sea construido, ha convertido las alucinaciones del artista italiano en el proyecto capital de su vida. Nos encontramos en un presente indefinido, tal vez un futuro cercano. De noche las calles de las ciudades son asoladas por bandas juveniles. En este mundo cercado por la violencia, un personaje sin nombre decide levantar una de las cárceles de Piranesi. Igual que los grabados del italiano, la historia nos transmite una sensación de ámbito cerrado y hermético, y el lector puede llegar a sentir cierta claustrofobia al adentrarse en sus páginas. En su mayor parte, la novela adquiere la forma de un diálogo entre dos únicos personajes: el constructor de la cárcel y un periodista que desde su columna ha atacado duramente el proyecto como una obra inútil y extravagante que no responde sino a la megalomanía de su impulsor. Este duelo dialéctico entre ambos personajes podría muy bien haber adquirido la forma de un texto dramático y, en efecto, mucho tienen de teatral tanto la historia como el lugar donde transcurre. En otros momentos nos parece estar leyendo un “thriller” ambientado en un escenario gótico y enormemente inquietante. A veces incluso se abandona la narración en beneficio de la exposición de ideas, con lo que la novela adquiere una calidad abstracta, casi ensayística. ¿Se trata entonces de una novela filosófica? También lo es, y de hecho percibimos en ella un acusado perfume amargo y existencialista que nos recuerda a Kafka y a Camus.

¿Qué es lo que hace esta novela tan difícil de catalogar?

Hay escritores que se limitan a narrar historias. Otros, conscientes del poder de la literatura para interpretar y ordenar el mundo, conciben sus obras como auténticas alegorías, a semejanza de aquellas catedrales góticas en las que un hombre del Medioevo podía encontrar todos los elementos que necesitaba para comprender esta vida y hasta la próxima. La novela de Javier Sarti tiene también algo de catedral y mucho de alegoría en la medida en que nos proporciona una visión del mundo que, no por amarga, pierde un átomo de validez. La idea central de la obra es la de un universo en el que la vida es una anomalía, una enfermedad, pues sólo en lo inerte puede existir pureza. Sobre este concepto se levanta ese edificio majestuoso y terrible: la cárcel de invención de Piranesi, donde convergen todas las líneas de la narración. Es la materialización del sueño de un artista, algo que no podía existir fuera de la mente, la quintaesencia de lo artificial y, por lo tanto, de lo puro. Al construir semejante edificio, el constructor y Javier Sarti crean un elemento de potente valor simbólico, una metáfora del arte que se podría aplicar perfectamente a la literatura.

Sin embargo, no son estos elementos, aunque muy valiosos en sí mismos, los que le confieren a Piranesi esa oscura fascinación que nos obliga a seguir leyendo, por más que la lectura resulte en algunos tramos dolorosa. El secreto, pensamos, está en la pericia narrativa del autor. En su maestría al desarrollar la historia a través del diálogo de sus dos protagonistas. En esa prosa sobria, precisa, y elegante, en la elección de la palabra justa, en el ritmo hipnótico con que se encadenan las frases, en la implacable sucesión de los acontecimientos que arrastra a los personajes y a nosotros, lectores, hacia el único desenlace posible. Piranesi es un artefacto construido con una pericia asombrosa, dotado de una carga explosiva potente y bien calculada, y de un temporizador perfectamente ajustado que la hace detonar en la secuencia precisa. También es una novela rica en ideas, ambiciosa en sus pretensiones y profunda en su planteamiento. Es una obra compleja que se aparta del concepto en boga del libro como objeto de consumo y devuelve a la literatura su dignidad y su poder de fascinación. Un libro que me atrevo a calificar de importante, incluso de necesario, y cuya lectura no sólo no deja al lector indiferente, sino que lo transforma de un modo sutil, hasta el extremo de que también nosotros nos sentimos prisioneros de esa cárcel imaginada por Piranesi y construida por Javier Sarti en esta magnífica novela que ha merecido el último premio Ateneo-Ciudad de Valladolid.

Piranesi construido. Javier Sarti. Algaida. 2010. 230 páginas. 17 euros.

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