Minima moralia: Reflexiones desde la vida dañada

Hay un pensador de la Escuela de Fráncfort que destaca, al menos ese es mi parecer, de manera especial. Su nombre es Theodor W. Adorno, y lo hace tanto por sus textos filosóficos como por sus ensayos de sociología, psicología y, aquí brilla de manera única, de musicología. Para este alemán, en la música, se encuentra una de las formas más sublimes del pensamiento.

Minima moralia: reflexiones desde la vida dañada es una de sus obras más atractivas. La encontramos en la Editorial Akal. En este texto, Adorno se entrega a un diálogo con el mundo que respeta toda su riqueza y diversidad. De un tema a otro, irá jugando, intelectualmente, con las cosas y los conceptos. El fruto conquistado será un conjunto numeroso de reflexiones que versarán sobre los temas más diversos. Todos ellos, como un collar de perlas, estarán unidos por un hilo de lucidez y por la mirada, tan personal, de este filósofo. Y es que esta obra es un ejemplo brillante de su quehacer: acercarse a la cosas sin despreciarlas, sin jerarquizarlas, dejando que se muestren de la manera más auténtica posible.

Aquí os dejamos un pequeño “aperitivo” para que desfrutéis del paisaje intelectual de un autor único y, de esto no hay duda, decisivo en la intelectualidad del XXI:

«No se admiten cambios.

Los hombres están olvidando lo que es regalar. La vulneración del principio del cambio tiene algo de contrasentido y de inverosimilitud; en todas partes hasta los niños miran con desconfianza al que les da algo, como si el regalo fuera un truco para venderles cepillos o jabón. Para eso está la práctica de la charity, de la beneficencia administrada, que se encarga de coser de una forma planificada las heridas visibles de la sociedad. Dentro de esta actividad organizada no hay lugar para el acto de humanidad, es más: la donación está necesariamente emparejada con la humillación por el repartir, el ponderar de modo equitativo, en suma, por el tratamiento del obsequiado como objeto. Hasta el regalo privado se ha rebajado a una función social que se ejecuta con ánimo contrario, con una detenida consideración del presupuesto asignado, con una estimación escéptica del otro y con el mínimo esfuerzo posible. El verdadero regalar tenía su nota feliz en la imaginación de la felicidad del obsequiado. Significaba elegir, emplear tiempo, salirse de las propias preferencias, pensar al otro como sujeto: todo lo contrario del olvido. Apenas es ya alguien capa de eso. En el caso más favorable uno se regala lo que desearía para sí mismo, aunque con algunos detalles de menor calidad. La decadencia del regalar se refleja en el triste invento de los artículos de regalo, ya creados contando con que no se sabe qué regalar, porque en el fondo no se quiere. Tales mercancías son carentes de relación, como sus compradores. Eran género muerto ya desde el primer día. Parejamente la cláusula del cambio, que para el obsequiado significa: “aquí tienes tu baratija, haz con ella lo que quieras, si no te gusta, a mí me da lo mismo, cámbiala por otra cosa”. En estos casos, frente al compromiso propio de los regalos habituales, la pura fungibilidad de los mismos aún representa la nota más humana, por cuanto que permite al obsequiado por lo menos regalarse algo a sí mismo, hecho que, desde luego, lleva a la vez en sí la absoluta contradicción del regalar mismo.

Frente a la enorme abundancia de bienes asequibles aun a los más pobres, la decadencia del regalo podría parecer un hecho indiferente, y su consideración algo sentimental. Sin embargo, aunque en medio de la superficialidad resultase superfluo –y ello es mentira, tanto en lo privado como en lo social, pues no hay actualmente nadie para quien la fantasía no pueda encontrar justamente la cosa que le haga más feliz-, quedarían necesitados de regalo aquellos que ya no regalan. En ellos se arruinan aquellas cualidades insustituibles que sólo pueden  desarrollarse no en la celda aislada de la pura interioridad, sin sintiendo el calor de las cosas. La frialdad domina en todo lo que hacen, en la palabra amistosa, en la inexpresa, en la deferencia, que queda sin efecto. Al final, tal frialdad revierte sobre aquellos de los que emana. Toda relación no deformada, tal vez incluso lo que de conciliador hay en la vida orgánica misma, es un regalar. Quien dominado por la lógica de la consecuencia, llega a ser incapaz se convierte en cosa y se enfría».

One thought on “Minima moralia: Reflexiones desde la vida dañada

  • el 11 agosto, 2018 a las 8:26 pm
    Permalink

    PRIMERA VEZ QUE ACCEDO A ESTE BLOGS. ME PARECE MAGNÍFICO Y MUY INTERESANTE.
    POR EJEMPLO, DESPUES DE LEER LA RESEÑA DE LA OBRA DE ADORNO,ME QUEDA LA INQUIETUD DE LEERLA, TRAS EL ESTÍMULO PROVOCADO POR EL ENTUSIASTA COMENTARIO.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *