La puerta infinita

Por María Antoranz.

Teatro de la Puerta Estrecha

Calle Amparo, 94 – 28012 Madrid

Metro : Lavapiés, Embajadores

(Los jueves : paga lo que puedas)

Nace, en su origen, de la Compañía Pajarita de Papel que tiene en su haber tres décadas de largo recorrido por el interior de la naturaleza humana. Instalados durante cinco años en un antiguo caserón de la Inquisición, en la calle Cabeza, tuvieron que abandonar el lugar al ser desalojados por la especulación inmobiliaria del ayuntamiento. Tras varios meses de ardua búsqueda, hace un año que recalaron en la calle Amparo, en un amplio espacio de dos plantas que les permite seguir con sus múltiples actividades ampliándolas : cursos teatrales, ciclos de cine además de la publicación de su “Breviario” que ya va por el número 12. Y ahora hasta pueden dar más representaciones y lo hacen de miércoles a domingo, con una tarifa especial los jueves : paga lo que puedas, que sienta muy bien en tiempos de crisis, más aún en un barrio multiétnico (o sea : pobre) como lo es Lavapiés. Si hay una palabra que define este escenario tan atípico en una ciudad como Madrid (acostumbrada a ser trampolín más que caldo de cultivo creador de teatro), es la palabra “investigación”. Y si se pudiera resumir con dos, éstas serían probablemente  : “resistencia teatral”. Inmunes a las modas y al oportunismo tan frecuentes entre bastidores, viven al abrigo de su nutrida biblioteca convirtiendo así cada montaje suyo en un espectáculo de la memoria. “Es imposible saber, en el sentido de aprehender, cómo era el teatro griego, el teatro del siglo de oro, el isabelino, como fuentes esenciales de retorno, y en lo que nos ocupa, las vanguardias : Antonin Artaud, el Living Theatre, el Berliner Ensamble, la Barraca e incluso creaciones tan esenciales como La Tempestad de Peter Brooke. Sólo podemos imaginar, teorizar, leer la crónica de lo que fue pero nunca experimentaremos esas obras de arte en vivo, latientes.”

Han representado obras de Marguerite Duras o de García Lorca, de Jean Genet o de Ionesco. Y aquí cabe mencionar la elogiosa crítica teatral que hizo el mismísimo Eduardo Haro Tecglen de su actuación en Las Sillas en 2003. Y si, en su programación, no faltan obras para niños como Los ladrones de Fernando Fernán Gómez, ni poesías de Antonio Machado (estas cosas van en gustos…), lo que nunca desaparecerá de la Puerta Estrecha es sin duda su filosofía beckettiana. Rodolfo Cortizo, alma pater de esta curtida compañía dramática, se declara abiertamente un apasionado de Samuel Beckett a quien quiera oírle y hasta escucharle. Y yo aquí mencionaré su magnífico trabajo de dirección, en 2007, de Esperando a Godot, lo que incluye una traducción esmeradísima de Eva Varela que, en la vida real, es también su mano derecha dirigiendo este pequeño ecosistema del ensueño y del tránsito emocional. Y es que ya al entrar en su local, en esa antesala decorada como un enorme salón heteróclito lleno de vetusteces y de detalles (en el que se ha cuidado hasta los degradés pintados en el techo), uno siente que, sin querer, acaba de derribar la última barrera del tiempo ignorando a la sazón adónde nos conduce tamaña temeridad. Y adonde nos conduce es tan sólo al teatro de la vida, a ese ritual de los valores constantes (otros dirían “eternos”) de la humanidad que un villano llamado “recaudación de taquilla” se empeña en volver costumbre. A ese teatro que cada uno llevamos dentro.

María Antoranz

N.B.: En el teatro Alfil, a partir del 15 y del 21 de septiembre vuelve Yllana en, respectivamente : Brokers y 666, mientras que el 2 de septiembre, en la Sala Cuarta Pared, podremos ver de nuevo la gran obra de Luis García Araus y J. García-Yagüe : Rebeldías posibles.

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