Filosofía de andar por casa

Por Gonzalo Muñoz Barallobre.

Filosofía de andar por casa. Xavier Rubert de Ventós. Sexto Piso(2010). 168pp. 17euros.

Ventós tiene una de las capacidades que más me interesa y atrae de un pensador: saber provocar. La provocación es todo un arte, el arte de meter el dedo ahí donde más duele y hurgar hasta que la víctima salte y nos muestre sus dientes. Y es que provocar, saber provocar, es sacar de la calma y obligar a responder desde el incendio o desde la tormenta. Romper la comodidad de las ideas claras y distintas, aquellas en las que nos sentimos más cómodos, más protegidos.

Ventós dice: “hablemos de semen, de váteres, de cerdos, de parques infantiles y, sin anestesia ni paso gradual, del poder violento que ejerce la nación americana, de la virtud -o el vicio- del honor, de la Iglesia, y un largo etcétera. Y es que Filosofía de andar por casa recoge distintos textos que tienen como punto de unión al hombre que los ha pensado y a la mano que los ha escrito. ¿Y eso de “andar por casa”? por el estilo, directo y claro, con el que se abordan los distintos temas. Sin poses ni academicismos, sino de una manera cómoda, como si el autor nos hubiera invitado a su casa y nos estuviera contando algunas de sus reflexiones.

Pero que nadie se confunda, nuestro autor es Licenciado en Derecho y doctor en Filosofía. Ha dado clases en universidades como Berkeley o Harvard. Ha sido diputado en el Congreso y miembro del parlamento europeo y, actualmente, ostenta una cátedra de Estética en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Con esto queremos decir que ese “andar por casa” está más que respaldado.

Cada texto es un “asalto filosófico”, la invasión de un hombre rebelde que no cree en lo políticamente correcto, en esa farsa cínica que enmascara la verdad de lo que acontece. Sin miedo a la crítica del buen ciudadano, del perrito faldero del poder, Ventós lanza sus ideas, flechas incendiadas o embajadoras de un alma subversiva.

Pongamos un ejemplo. Hay un capítulo en el que se aborda la caída de las Torres Gemelas. Nuestro filósofo, en lugar de rasgarse las vestiduras y darnos cuatro frases populistas, cargadas de poesía barata y lacrimógena, va más allá y plantea una cuestión que muchos han pensado, pero que no han tenido el valor de decir: se les ha acabado a los americanos el chollo de hacer guerras a distancia, de llevar el fuego lejos de sus hogares. Ahora, el terror, un terror artesanal, puede llegar al mismo corazón de su Imperio. La gran muralla de la distancia ya no les protege de nada, si llevan el combate al desierto de Afganistán, tan lejano, tan diferente, sus enemigos lo llevaran al centro mismo de New York. Esta es la enseñanza talibán: si hay guerra, hay guerra para todos y todos vamos a sangrar y a morir. Los departamentos de inteligencia ya no pueden seguir con sus cálculos siniestros: “por cada soldado americano que muere, caerán una media de doce enemigos”.

¿Valentía o temeridad intelectual? En mi opinión, una honestidad necesaria.

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