Agora, una obra maestra de Alejandro Amenábar

Por Facundo Desimone.


En la antigua Grecia, el agora era la plaza de las ciudades o los pueblos, pero era mucho más de lo que hoy conocemos como plaza: era un espacio público de reunión, recreación artística, debates socio-políticos, encuentro y comunión de todos los ciudadanos. Era, básicamente, el corazón de las ciudades, en donde cualquiera (cualquiera que fuese considerado “ciudadano” por los griegos) tenía el derecho de hablar u opinar sobre lo que le viniese en ganas, y a ser escuchado por sus semejantes.
Hoy en día nos vendría muy bien un ágora. Aunque hay algunos parques, plazas, y espacios públicos determinados, la desigualdad social, la cruel ceguera individualista, el miedo al otro, hacen que no sea lo mismo.
Es un poco el tema de esta película, la unión entre seres pertenecientes a una misma especie y la subdivisión, más o menos aleatoria, en múltiples grupos. Tal vez reflejo despiadado y desalmado, pero siempre cierto, de nuestras amadas sociedades modernas.

La película se centra en Alejandría, en el año 391 del calendario cristiano, momento en el cual, amén de ser una de las ciudades culturales más importantes del momento debido al movimiento conocido como Helenismo, impulsado por Alejandro de Macedonia, y contando aun con su maravillosa biblioteca, Alejandría, junto con todo Egipto no ha sido capaz de escapar a la dominación del ICAR (Imperio Católico Apostólico Romano). No obstante, tal vez por razones geográficas, o porque aún el cristianismo no ha llegado a establecerse del todo con la omnipotencia que todos tan bien conocemos (y que desemboca en la Inquisición), no deja de ser uno de los últimos refugios culturales y filosóficos. La ciudad es un entramado de grupos sociales que se diferencian básicamente por sus diferentes religiones, dentro de los cuales existen sectas violentas, como los parabolanos, derivada del cristianismo. La protagonista de la película, la bellísima Hipatia (interpretada por Rachel Weisz), se gana la vida enseñando filosofía y astronomía (en un tiempo en que la división entre estas dos disciplinas aun no era tan tajante). Al mismo tiempo que el cristianismo va ganando terreno y poder, ayudado incondicionalmente por la secta de los parabolanos, oscuros, necios, violentos, equiparables sin duda a los hombres de neardental, las sectas o grupos religiosos paganos u ateos, así como también los estudiantes de filosofía y, básicamente, cualquier persona que se atreve a pensar por sí misma, van desapareciendo lentamente. Hipatia, quien es acorralada por su autoproclamado y público ateísmo, tanto por parabolanos como por cristianos-imperiales, no ceja en su búsqueda por encontrar respuestas a los misterios más oscuros del cosmos como, por ejemplo, la forma del movimiento de los astros.

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La recreación de la antigua ciudad es impecable; da la sensación, al ver la película, de que en cualquier momento se va a abrir una puerta y va a entrar una persona con toga. La fotografía roza el clímax del orgasmo estético, y las actuaciones, abundantes y sobrias al mismo tiempo, incuestionables.
Conmueve, deleita, enseña, es testimonio de una época, abre puertas para el debate, entretiene. Sin duda, una película para ver más de una vez.

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