Pelotas de acero

Por Akvod Telmig.

Acabo de volver a ver Los Sueños, de Akira Kurosawa. En El pueblo de los Molinos de agua, el viajero onírico (en realidad, un personaje que es el propio Kurosawa) se encuentra con un hombre que arregla una rueda de molino. El hombre explica que sus convecinos decidieron abandonar la contaminación de la era tecnológica y regresar a una vida pasada, mejor y más pura. Al final de la escena, un centenar de personas celebran la muerte de una anciana del pueblo. Celebran, sí, han oído bien, pues perciben con alegría lo que ha sido un buen final para una vida plena.

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Yo, hoy, he soñado con Blake Edwards, y estoy también de celebración.

Jamás leo las asquerosas necrológicas, llenas de piadosas mentiras y estúpidos sentimientos empalagosos, así que no sé si la vida de Edwards fue plena, aunque deduzco que mucho no debió aburrirse. Al enterarme, decidí celebrarlo como un japonés de Kyujitai, y me he pegado un empacho de películas de los buenos. Edwards no es ningún genio sesudo, gracias al cielo, sino más bien un clown del cine. Y uno sacado de Balada tiste de trompeta, no me refiero a la porquería de la familia Aragón. Así que me puse a la tarea y desempolve mis viejos videos VHS. Joder, casi había olvidado algunas cosas. Edwards no es solo el director de Breakfast at Tiffany’s y las pelis del Inspector Clouseau, sino de gloriosos artefactos corales como The race, como si fuese una especie de Berlanga anglosajón. Miren esta perlita en forma de batalla de tartas:

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Luego me ví Wild Rovers, de la que no habrán oido ni hablar, y terminé con la mirada más lúcida jamás echada a la verdadera fábrica de sueños, la droga universal que es el buen alcohol destilado. Por supuesto, lo acompañé con un par de Vodka Gimlets marca de la casa. Después de Dancing moods una cosa llevo a la otra y acabé brindando por Blake Edwards y Jack Lemmon, lo que me llevó a una de las películas de este último, a una escena en la que el menos pato de los Baldwin, Alec, habla sobre a lo que a Blake Edwards nunca le faltó: pelotas. Ahí se la dejo.

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