Poemas de Fernando Beltrán


POETAS
Hormigas.
Sólo hormigas
con enormes ojeras.
Seres insignificantes
a quienes salva sólo
su vocación de sombra.
El poema que escribo
y más aún
el verso que no alcanzo jamás.
Hormigas sin descanso.
La barca triste y rota del otoño.
Las mujeres que amé, las que me amaron.
El jersey que aun me pongo
del revés tantas veces.
Hormigas sin remedio.
Hormigas con memoria.
Los vagones de ayer
y la máquina absurda del mañana.
Hormigas avanzando hacia ningún lugar.
Y eras tú.
Criatura enamorada.
Hormigas transportando
todo el peso del mundo
a tus espaldas

LOS OTROS, LOS DEMAS, ELLOS
El serbio que destruye un colegio soy yo,
el ruandés que mata a machetazos soy yo,
el terrorista que coloca la bomba soy yo,
el hombre que dispara en un hiper de Texas soy yo,
el judío que bombardea un campo de refugiados soy yo,
el palestino que clama en el desierto soy yo,
el albanés que huye en un barco soy yo,
el marroquí que se ahoga al cruzar el estrecho soy yo,
el guerrillero que aún sueña en El Salvador soy yo,
el bebé somalí que se muere de hambre soy yo,
el médico sin fronteras soy yo,
el general que apunta soy yo,
el empresario que emite residuos radiactivos soy yo,
el enamorado que mata por amor soy yo,
el loco que muere por amor soy yo,
el político sin escrúpulos soy yo,
el funcionario corrupto soy yo,
el funcionario honrado soy yo,
el hombre capaz de lo mejor,
el hombre capaz de lo peor,
el hombre a secas, yo

LA SEMANA FANTÁSTICA
Viajo
de Cibeles a Sol,
camino a cualquier sitio, como siempre,
y en mitad de Ruanda,
rodeado por cebras y jirafas
que se estiran aún más en sus carteles
cuando me ven mirar.
El Corte Inglés anuncia
con bellezas letales
sus rebajas de infarto.
Regreso a mis rodillas.
El periódico abierto todavía
por la hueca mirada de esa foto
que me hiela la sangre.
Una madre muriéndose en Ruanda
y junto a ella una niña
sin semblante, sin lágrimas
mientras el autobús avanza
camino a cualquier sitio, como siempre,
atrapado en la jungla del horario.
Y es curioso de pronto
comenzar a pensar y a preguntarse
de qué tribu serán
las personas de al lado.
Hay una rubia tutsi al fondo del pasillo
y una anciana muy hutu
sentada junto a mí,
molestándome a veces con la torpe
incursión de sus brazos.
También hay entre todas las personas
seis o siete sencillas de fichar.
Encorbatados tutsis
con el gesto grapado a sus disfraces
y a su lado la trama milenaria
de los sufridos hutus de la calle.
Pero me dan más miedo el resto de los rostros.
Los ojos sin indicios.
Las frentes sin señales.
¿Serán hutus o tutsis?
¿Serán serbios o croatas?
¿Serán rojos o azules?
¿Serán pan o bocados?
¿Serán el blanco y negro de esta foto
o el festivo color de aquella valla publicitaria ?
Regreso a sus rodillas.
Tienen razón las chicas del anuncio.
Mejor cambiar de bando,
tenderme fijamente
en el cuidado césped de sus faldas,
acribillar mis sueños
con los suaves obuses de sus piernas
disparándose al aire,
alzar el velo oscuro
que a veces me persigue
camino a cualquier parte.
Cerrar al fin el diario.
Apoyar mis dos manos
-la hutu con que grito,
la tutsi con que amo-
en el tenue respaldo
de los días que pasan
y dejarme llevar por la alegría
de saber que ahora mismo
se celebra en Madrid
La Semana Fantástica

PREMIO NOBEL
En un bar de Madrid
la prostituta polaca
se dispone a enseñarnos el lugar
donde nació Szymborska.
Abre el cajón que está bajo la barra,
desdobla poco a poco un mapa.
lo extiende ante nosotros
con memoria infinita
y señala de pronto un punto negro
que nos hace temblar.
Suspira luego muy hondo
desde el filo
de sus uñas metálicas
y comienza a doblarlo nuevamente
sin conseguirlo nunca.
Se le ha caído un río
sobre la falda,
se le alza en los pliegues de la blusa
la montaña del hambre,
y le cruza de ciudad a ciudad, de pecho a espalda,
la oscura carretera de una noche
que no viene en los mapas.
Dice después que somos los primeros
en hablarle ese día de algo amable
y nos quedamos mudos
y extraviados
sin saber qué decir mientras doblamos
poco a poco el deseo
que nos llevó hasta ella
y regresamos luego al frío de la calle
con nuestro amor de siempre,
el cuerpo de la nada
donde los poetas emergen
desvalidos e inmensos como bloques
de viviendas pobres
cada vez que alguien nombra el esqueleto
de su ropa tendida.
Esta barriada al sur
que no es hermosa,
pero es quizá el lugar donde esta noche
también nació Szymborska,
donde anónima y muda la poesía
que no viene en los libros
aparece de pronto tras la barra
de una historia cualquiera,
en cualquier parte

LA HIJA DEL DRAGÓN
La hija del dragón tiene seis años.
La hija del dragón es mala a veces.
La hija del dragón es una espina
tan clavada a su padre
que no puede arrancársela
sin herirse a la vez, sin ser al tiempo
cabeza y corazón,
grito y caricia,
los extraños latidos
de esta vida que avanza
sin saber los porqués
sin conocernos nunca.
Hoy
he pegado a mi hija.
Por supuesto, podría matizarlo,
ablandar el cachete con palabras más tibias,
explicar mis razones,
mentir
como mentimos
los mayores también.
Pero el dragón no puede.
Camina por la acera
arrastrando el fantasma
de los días más tristes.
La hija del dragón tiene seis años.
La hija del dragón es una espina
tan clavada a mí mismo,
que ella siente el dolor,
yo siento el daño.
Esta ruina de ser
mal padre a veces

ELLA
Es fácil escribir a la mujer que amas,
difícil escribir a la mujer que quieres.
Bajo la tinta negra de los días
y el corazón en blanco algunas noches
es fácil escribir a la mujer que encuentras
en las ramas más altas,
difícil escribir a la mujer que llegas
cada vez y al final.
La escribiste quizá versos muy tiernos
mas te quitaste luego los zapatos
sacudiendo la tierra,
y esa tierra era ella,
la que escarba contigo
en las raíces
y comparte los lobos del invierno,
la que avanza a tu lado
sin que tu ojo la alcance
y sin embargo ve lo que tú ves
piensa lo que tú piensas
y no siente jamás lo que tú sientes
porque savia nació y creció sabiendo
lo que nunca sabrá
porque lo sabe todo.
Trébol de dos hojas,
mujer no escrita,
palabras que no encuentro.
Es difícil amar a la mujer que quiero

LA PALA DEL AMOR
hambrienta e insaciable, con forma de cuchara,
la pala del amor es una pala extraña, empuja eleva quiebra
engarza engulle, saca abismos de un charco
y una barca en sus redes cuando la hundes en tierra
y aparece de pronto el pez que cava
el túnel del amor, su pala extraña, rompe cruje
derriba inflama enferma, brota luz de los hoyos
más profundos y amontona después el sol hallado
entre las piernas frías de una alcoba
que no sabrá al final si ha sido
habitada o prestada, hueso o huésped,
si hace sombra al partir o quedó el fuego
doblado como ropa sobre el cuerpo desnudo de la silla
donde la intimidad calló mientras la piel hablaba,
la pala del amor es una pala extraña,
todos creen que la estrenan, pero nadie la observa
terca antigua manchada escrita de antemano,
gastada por los puños y oxidada en el hierro
que le da de comer a esa criatura
hambrienta e insaciable, con forma de cuchara
y en los bordes el filo más cortante, la pala del amor
su saliva de sangre, el hermoso albañil que antes
de empuñarla otra vez
escupió en cada una de sus llagas,
y esta vez sin saberlo eran mis manos.

POETAS
la voz de los poetas,
los que aventan palabras, los que tejen la piedra,
los que avivan los grifos del incendio y se lavan los dedos
en sus llamas, los que esculpen espejos como arterias
y echan bloques de azúcar en los campos
minados de la sangre, los que sueñan cuchillos
y atraviesan el filo de las noches con un pie en la galerna
y otro quieto en el barro de las casas natales, los que llaman
a voces a los botes, y callan luego al borde del rescate
y ven cómo se aleja la ambulancia pasándoles de largo,
los que atizan cometas y hurgan calmas y confunden
las rayas de las cebras con las rayas de un tigre,
el galope de un pez con la espina de un árbol,
los que tienen siempre hambre, los saciados, los que buscan
sinfín y al fin se abocan como dientes de leche
condenados al tránsito, los que arrojan palomas
a sus pozos y arena a sus paraguas, los que no
se conforman, los pálidos la miel los contagiados,
los que nunca se rinden, los que mueren de pie bajo los cascos
de los mismos caballos que inventaron, los que arengan
al poema con sus tropas, verso a verso ordenadas
y engañan luego al mundo con sus banderas blancas,
los que imantan las brújulas de lluvia
y al calor de la herrumbre, una noche de perros
inventaron el don de las metáforas.

FERNANDO BELTRÁN (Oviedo, 1956) – Su obra poética abarca, entre otros, los títulos Aquelarre en Madrid, Ojos de agua, Cerrado por reformas, Gran vía, El gallo de Bagdad, Amor ciego, Bar adentro, La semana fantástica, Trampas para perder y El Corazón no Muere (Hiperión 2006), así como el libro de prosas poéticas Mujeres Encontradas (Sin Sentido 2008).
Autor de los manifiestos “Perdimos la palabra” (El País, 1987) y “Hacia una Poesía Entrometida” (Leer, 1989), su obra ha sido recogida en la antología El Hombre de la Calle (Maillot Amarillo, 2001), y traducida al francés bajo el mismo nombre, L’Homme de la Rue (L’Harmattan). Su obra de temática amorosa ha sido antologada en La Amada Invencible (Krk Ediciones 2006).
Profesor del Instituto Europeo de Diseño y de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, y creador del estudio El Nombre de las Cosas, ha sido asimismo el fundador del Aula de las Metáforas, una Biblioteca poética y un espacio para la lectura y la imaginación en la Casa de Cultura de Grado (Asturias).

http://www.elnombredelascosas.com/
http://www.fernandobeltran.es/

2 thoughts on “Poemas de Fernando Beltrán

  • el 2 febrero, 2011 a las 9:28 am
    Permalink

    He leído la obra poética de Fernando a lo largo de los años y mi marido recitaba con fruición algunos de memoria. Extraordinario poeta y jurado de muchos certámenes de poesía, fue mi angel conductor al crear los Certámenes Internacionales La lectora impaciente.
    Sólo puedo agradecerle y pedirle que siga escribiendo.
    Adriana Serlik

    Respuesta
  • Pingback: Fernando Beltrán – Natalia Corbellini

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