El día que murió la música


Diego Puicercús nos recuerda también el final de Buddy Holly

Era el 3 de febrero de 1959 cuando, tras una actuación en Clear Lake (Iowa) y en compañía de Ritchie Valens y The Big Bopper, falleció Buddy Holly al estrellarse por causas meteorológicas la avioneta en que viajaba. Han pasado más de 50 años y a esta fecha dentro del mundo del rock and roll se la conoce como el día que murió la música. El trágico accidente y sus consecuencias conmovieron a toda una generación (durante años inspiró canciones, libros y películas) pero sobre todo dejó al mundo huérfano del primer gran innovador del rock que, de no haber desaparecido y continuado por la senda que había empezado a trazar, probablemente hoy sería considerado como el artista más importante de la historia de la música.

Sus inicios musicales hay que buscarlos en el country y el western aunque en 1955, tras ver una actuación de Elvis, decidió añadir una batería a su banda y pasarse al rockabilly. Ambos jóvenes se hacen amigos y el de Memphis se le lleva de telonero en su siguiente gira lo que hace que, por un lado gente como Carl Perkins o Johnny Cash le llamasen para que abriese también sus conciertos y por otro que varias discográficas se fijasen en él. Un año después ficha por DECCA (que busca un antídoto contra el rey) para los que registra bajo el nombre de Buddy Holly and The Crickets, varios singles en Nashville. Las críticas son muy buenas, pero las escasas ventas y la poca repercusión de los mismos hacen que acabe largándose de la compañía con la excusa de no estar satisfecho con su trabajo.

Es entonces cuando Norman Petty entra en su vida y le ofrece sus estudios de Nuevo México en unas concidiciones de lo más interesantes. Cobraría sólo por canción editada en lugar de por horas, así que Holly decidió volver a grabar That’ll be the day con un nuevo enfoque ya que la versión anterior le había dejado insatisfecho. Fue entonces cuando la diosa fortuna (esa que le fallaría unos años después) se cruzó en su camino ya que, sin ser un gran tema, fue el que le dio el empujón definitivo al estrellato gracias a un locutor un poco trastornado que se encerró en la emisora WWOL y la emitió durante 17 horas seguidas (hasta que lo desalojaron). Este hecho, comentado en todo el país, hizo que vendiera un millón de copias, pero sobre todo le dio suficiente fama como para poder permitirse dirigir su carrera por los cauces que él deseaba.

La libertad que tenía en los nuevos estudios le permitieron experimentar con nuevas técnicas y probar nuevos sonidos, algunos de los cuales resultaron decisivos en el surgimiento del pop británico de la década siguiente. Además es junto a The Crickets el padre de la que desde entonces se considera formación básica del rock and roll (dos guitarras, bajo y batería). Su interés por la producción lo llevaron a planificar la creación de su propio sello discográfico para lanzar a nuevos talentos y, aunque la muerte truncó el proyecto, consiguió que su figura se valorara más por todos estos hechos que por sus composiciones.

Con el éxito en el bolsillo DECCA decide publicar su primer LP (hasta entonces reinaba el single y los LP’s solían ser recopilaciones de estos) con los temas que grabo para ellos en Nashville y le hacen renunciar a los derechos de los temas que había publicado después para permitirle seguir grabando. Tras dos nuevos discos en 1958 y varias giras por todo el país, a finales de ese año, The Crickets se separan. Holly no abandona su actividad y continúa buscando nuevos sonidos (como la sección de vientos que graba junto a la banda de Dick Jackobs o la producción del primer single de Waylon Jennings) pero este hecho sería determinante en su vida.

Petty, resentido por el fin de la banda y de su negocio con ellos (hay que recordar que como productor logró que le incluyesen como coautor de la mayoría de los temas que con grabaron él), consiguió que bloquearan sus cuentas hasta que se resolviesen los problemas legales de la disolución, lo que generó al músico serios apuros económicos. Esta situación hizo que no viese mal embarcarse en la gira Winter Dance Party junto The Big Bopper, Dion and the Belmonts y Ritchie Valens, aunque los 24 conciertos por todo el país en apenas tres semanas resultaron ser más agotadores de lo que pensaba. Tras la actuación del 3 de febrero de 1959 decidió alquilar una avioneta para desplazarse a Moorhead (Minnesota) y ahorrarse un largo y pesado viaje por carretera hasta el lugar del siguiente concierto. Invito a que le acompañaran sus compañeros de gira pero, como sólo quedaban dos plazas libres se las sortearon y Tony Allsup se quedó en tierra…

El resto es historia, esa que se graba a sangre y fuego en el subconsciente colectivo, esa que más de medio siglo después hace que sigamos repitiendo que ese día murió la música…

But february made me shiver
With every paper I’d deliver.
Bad news on the doorstep;
I couldn’t take one more step.


I can’t remember if I cried
When I read about his widowed bride,
But something touched me deep inside
The day the music died.

Don McLean – American pie (1971)

One thought on “El día que murió la música

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *