Tres fantasmas en la sala de espera

«Tres fantasmas en la sala de espera»

Por Carla Guimarães*.

Fátima, Lenuta y Suely no se conocen, nunca han cambiado ni siquiera una palabra. Hoy las tres están sentadas en una misma sala de espera. Calladas, reservadas y cabizbajas, ninguna nota la presencia de la otra. Como tres fantasmas sentados lado a lado, preguntándose si están vivos o muertos y qué diablos hacen en esta maldita sala.

Lenuta llegó a Madrid por internet. Ya vivía aquí antes incluso de coger el avión. Conoció su novio en un chat y empezaron a hablar todas las noches. Sin darse cuenta, se mudó a España. Tampoco había mucho que dejar. En Rumania, Lenuta no tenía una familia, no tenía un buen trabajo, no tenía una casa propia… Solo un ordenador con una conexión a internet de seis megas por segundo.

Suely no era una puta. O al menos era lo que se repetía casi todos los días como un mantra: no soy puta, no soy puta, no soy puta… En Brasil nunca había ejercido la prostitución, en Madrid lo hacía solo por un tiempo, solo hasta conseguir el dinero suficiente para comprar un billete aéreo de vuelta a su casa. Suely pensaba que si se acostaba con hombres por dinero en un país extranjero no era exactamente prostitución, era otra cosa. Como los maridos que piensan que no son infieles si tienen una aventura en otra ciudad.

Fátima era frígida. O al menos era eso lo que le decía su marido. Tenía solo 16 años cuando le conoció en Marruecos. Él vivía en Madrid, trabajaba en la construcción. Iba de vacaciones a Marruecos todos los años y un día vio a Fátima por la calle. Su familia habló con la familia de Fátima y en menos de tres meses los dos se casaron. No consumaron el matrimonio en la noche de bodas, solo dos años después cuando el marido consiguió la reagrupación familiar y trajo Fátima a España. Para entonces Fátima tenía 18 años y estaba casada con un hombre a quien no conocía. En la primera noche él le dijo que era frígida.

Lenuta había visto diversas fotos de Manolo por internet. Sabía que su novio era español, que tenía casa propia, que hablaba algo de rumano, que era seguidor del Real Madrid y que su plato favorito eran los callos. Lenuta pensaba que los callos eran esas protuberancias que salían en los pies, pero nunca se lo dijo. Lo que ella no sabía de Manolo era que estaba en la cárcel. ¿Por qué? Por haber matado a su ex mujer en plena calle. Este detalle no aparecía en su perfil de facebook. Lenuta lo había dejado todo en Rumanía, pero no podía estar con un asesino. Decidió seguir en España, pero sin Manolo. Cuando le vio frente a frente no supo que decir, tuvo miedo de herir sus sentimientos. Dos días después Lenuta envió un mail a Manolo dejando la relación. En respuesta, Manolo pasó a enviarle más de setenta mensajes al día.

Suely vino a Madrid con su marido. Él se llamaba Ricardo, era evangélico y muy religioso. Era un buen esposo si exceptuamos el mal hábito de pegarle cada vez que bebía. Se casaron dos días antes de venir a Europa y fue aquí donde empezó a pegarle. Suely culpó durante años a España por ello. Ricardo era un buen hombre cuando estaba en Brasil… Pero allí no vivían juntos, no estaban solos, él no bebía tanto, no se sentía una mierda y no pagaba sus frustraciones con ella. A principio Suely pensó que era su culpa, que ella prácticamente le empujaba a hacerlo, al menos era lo que él decía y ella se lo creyó. Después dejó de creer. Ya no creía en el marido, ni en ella misma y ni siquiera en Dios. Una noche cogió sus cosas y se fue. Hace dos años que no le ve.

Fátima se pasaba los días encerrada en casa viendo la tele árabe. Mohamed no quería que ella saliera a la calle, ni que aprendiera español, ni que se quitara el velo… Era muy celoso y no quería que Fátima fuera independiente. Eso sí, quería que ella supiese hacer el amor como las novias españolas que había tenido antes de casarse. Mohamed nunca le levantó la mano, pero la hería con sus palabras. Perdido entre dos mundos, Mohamed quería una mujer árabe en su casa y una española en su cama. A Fátima no le gustaba nada acostarse con él, se sentía violada. Por una parte le gustaría saber cómo dar placer a su marido, pero también estaba segura que el día que lo consiguiera, él diría que Fátima era una puta. Definitivamente no había como satisfacer a Mohamed.

Hoy Lenuta, Suely y Fátima comparten la misma sala de espera. Han llegado a esta sala después de haber recorrido un largo camino, cada una a su manera. Hace dos semanas Lenuta saltó por la ventana. Por suerte, sobrevivió. Estaba totalmente desesperada y paranoica. En su caja de entrada de hotmail había más de 800 amenazas, Lenuta estaba segura que Manolo la vigilaba. Suely encontró a Ricardo por la calle. No era casualidad. Su marido estaba acompañado por un grupo de la iglesia y querían convencerla para que regresara con él. Ella sintió tanto miedo que se desmayó allí mismo, en plena Gran Vía. Después de más de seis meses sin salir de casa Fátima perdió la cabeza, empezó a golpear la puerta y a gritar pidiendo ayuda. Un vecino llamó a la policía.

Yo las conocí en esta sala de espera. Porque una de ellas me esperaba a mí. Soy intérprete de portugués. Vine acompañada por una traductora de árabe y otra de rumano. Finalmente alguien podría entender a las tres mujeres de la sala de espera… Hoy Lenuta, Suely y Fátima descubrieron que estaban vivas y que tenían una historia que contar.

* Carla Guimarães es escritora y guionista. Hace cinco años colabora con la ong española Comrade como interprete de idiomas.

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