Rituales iniciáticos

Por Antonio Ubero.

Balada de las noches bravas. Jesús Ferrero. Siruela (2010). 448 páginas. 19,95 €.

A los 58 años y con intensas experiencias en el zurrón de la existencia, bien puede justificarse el escribir de sí mismo sin temor al solipsismo o a rendir tributo al lugar común de la crítica literaria, ese que se resume en la pertinaz pregunta acerca de cuánto del escritor hay en su obra de turno. Y si esas memorias pasan por la centrifugadora del ingenio, resplandeciendo de ficción después, es lógico que el lector se rinda a la evidencia y, como un servidor, deba reconocer que ha consumido un relato emocionante y pleno de calidad literaria. Tal es esa epifanía titulada ‘Balada de las noches bravas’ por obra y gracia del ínclito Jesús Ferrero.

Para construir esta magnífica novela, el escritor zamorano desempolva sus recuerdos sin el recato que se impone en obras anteriores como ‘Ángeles del abismo’, ‘Las noches rojas’, ‘Las veinte fugas de Básil’ e incluso ‘Amador o la narración de un hombre afortunado’, y los somete al servicio de una reflexión sobre las generaciones perdidas que, a modo de civilizaciones míticas, son hoy pasto de fabuladores. Con indiscretas pinceladas dantescas, Ferrero narra la peripecia iniciática de Ciro, un joven de extracción humilde, embarcado en un periplo intelectual que le conducirá desde la rural y solemne Loyola al inabarcable París de la década legendaria, con escalas en una sutil y desconcertante Pamplona, la versión arcádica de Grecia y una China gris que se sacude el yugo maoísta. Acompañado de un elenco de personajes que de haber existido Ferrero los traza con pulso firme para no perder su esencia literaria, Ciro descubrirá el amor, el deseo, la traición y cuantas enseñanzas son precisas para forjar una personalidad acorde con los tiempos o, al menos, lo suficientemente poderosa para ser capaz de administrar la insoslayable insignificancia del ser.

El autor introduce en ese trayecto a unos cuantos personajes reales que, como Lacan, Barthes, Althusser, Carlos Edmundo de Ory y el mismísimo Cortázar, dotan a la ficción literaria del empaque veraz necesario en todas memorias, si bien su presencia está engarzada con tanta precisión en el relato, que su concurso no resulta impostado convirtiéndose en personajes esenciales para la comprensión de la historia narrada. Ciro encuentra en todos estos individuos algunas de las claves que habrán de modelar su existencia y que en no pocas ocasiones determinan sus actos. Logra así Ferrero sorprender una vez más al mezclar realidad y ficción en una solución tan arraigada que resulta difícil discernir sus naturalezas, fortaleciendo el componente literario de su obra y difuminando las fronteras de lo puramente personal. En Ciro logra Ferrero alcanzar la distancia apropiada para convertirse en un personaje de sí mismo.

Más allá de consideraciones metafísicas, lo que proporciona ‘Balada de las noches bravas’ es una de esas lecturas apasionantes, que no por emplear herramientas narrativas recurrentes en su estilo y estructura resulta menos satisfactoria. Como el gran escritor que es, Ferrero administra con enorme precisión palabras, ambientes, personajes e ideas para construir una historia compleja y emocionante difícil de olvidar.

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