86 episodios por unos aros de cebolla

Por Gerard Altés.
Hace unos días, una vez aparcado el coche después de un largo viaje con mi pareja, decidimos abandonarnos a la precaria comodidad del primer Pans&Company que encontrásemos. Estábamos derrotados. Pedimos un menú al chico que nos atendía y él no perdío el tiempo en ofrecernos incluir unos complementos, a un módico precio, entre las opciones siguientes: aros de cebolla, y… Bueno, de hecho la resta es igual, ya tenia la vista y la mente nubladas. Al trabajador no le hizo falta ser un Don Drapper de la venta; unos aceitosos y grasientos aros de cebolla ya habían atacado mi sistema defensivo.
Una vez ya sentados en una de las mesas naranjas comencé a pensar en la razón de aquella seducción; no me considero una persona fácil de engatusar para caer en estos cebos promocionales. La respuesta está en el simbolismo que llevan escondidos estos círculos viciosos y virtuosos; su papel en la última escena de The Sopranos, donde aparece la familia orgánica nuclear en un bar de New Jersey “donde hacen los mejores aros de cebolla de la ciudad”… Es una escena cargada de significado, pero que solo existe si has visto los 86 episodios que la preceden.
Me consuela haber encontrado la imagen que realizaron los creadores y dibujantes de The Simpsons , ya que me demuestran que es un momento epicúreo hecho por unos buenos y reconocidos seguidores de la serie de David Chase.
Los aros de cebolla empiezo a pensar que pueden ser mis magdalenas proustianas evocadoras, y quizá este artículo se debería titular Du côté de chez Tony. La historia del matrimonio regenerado entre Tony y Carmela, una mujer que sabe con cuánto pecado ha decidido vivir y que hace tiempo que ha abandonado la hipocresía. Es una cena familiar tan especial como improvisada, que tiene lugar justo cuando ha finalizado la guerra mafiosa más aparatosa de las últimas décadas, donde ha habido bajas por todos lados.
En el último momento, pero parece haberse conseguido una Pax intranquila y frágil. También está su hijo Anthony Jr, que igual que el padre sufre ataques de pánico y alberga un carácter depresivo; transcurre por un mundo que parece estar en perpetuo riesgo de aludes. Y la hija mayor, que llega tarde y está aparcando fuera.
La comida y la cocina estan íntimamente ligadas a esta serie. Hemos visto más veces a Tony y a los suyos en la mesa que apretando el gatillo. Y por la cocina de su casa es por donde más personajes han circulado; y también es donde  Tony ha sucumbido a desayunos con resacas encomiables y ha saqueado la nevera en ataques de glotonería nocturna, donde le esperaban platos de pasta de todas las especialidades, que habían sobrado de la cena mientras Tony se había dedicado a “asuntos personales”.
Volvamos al Pans&Company. Es fácil llegarte a preguntar si esta influencia forma parte aun de cierto infantilismo. Pedir los aros de cebolla puede considerarse la versión adulta de la intentona del kame-hame-ha. Si es así, ¿cómo he pasado de idealizar un guerrero del espacio a un obeso mafioso? Pedir unos simples aros de cebolla no parece tampoco muy próximo a la mitomanía, pero muchos de los que empecéis a ver esta serie un día os encontraréis en esta situación. Después de 86 episodios yo os estaré esperando en cualquier bar insistiéndole al de la música que ponga Journey.

One thought on “86 episodios por unos aros de cebolla

  • el 28 febrero, 2012 a las 11:11 pm
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    ¡Este tío escribe de puta madre!

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