Los libros más colorinches del mundo

Por Alfredo Llopico.

En la cartonería “No Hay Cuchillo Sin Rosas”, en el popular barrio de La Boca de Buenos Aires, muy cerca del estadio de La Bombonera, los cartoneros charlan y conviven en busca de una estética novedosa y sin prejuicios con quienes se dedican a la escritura y al arte. Allí se encuentra la sede de la cooperativa Eloísa Cartonera, un proyecto artístico, social y comunitario sin fines de lucro que, de forma autogestionada, edita novelas, poemarios, libros infantiles y compilaciones de cuentos a precios populares y asequibles. La apuesta es la literatura latinoamericana. Junto a los escritores reconocidos como Ricardo Piglia o César Aira, tienen un espacio en el catálogo aquellos que están empezando o que se han movido en un circuito no comercial, como Washington Cucurto, Dani Umpi y Gabriela Bejerman, entre muchos otros, que ceden sus obras a este proyecto.

Pero Eloísa Cartonera es mucho más que eso: es un proyecto con vistas a la transformación social concebido durante lo peor de la crisis que busca inventar un estilo propio estimulado por la creatividad. Por unos pocos pesos puede uno llevarse a casa un libro único, porque no hay dos iguales de Eloísa Cartonera. Las tapas se realizan con material comprado a cartoneros en la vía pública por un precio cinco veces superior al pagado habitualmente y son pintadas a mano con témperas multicolor por chicos que dejan de ser cartoneros al empezar a trabajar aquí, de modo que el proyecto, aunque no posee financiación de ningún tipo, está generando mano de obra genuina, sustentada en la venta de libros. Es decir, lo que era un pedazo de basura, hoy es una obra de arte.

Eloísa Cartonera nació como una de las respuestas solidarias ante la presencia fantasmal de los cientos de miles de cartoneros que empezaron a tomar cada noche las calles de la ciudad de Buenos Aires, revolviendo en la basura para conseguir algo que se pudiera vender; el rostro que obligaba a la sociedad porteña a mirar aquello que prefiere ignorar, aquello que forma parte de su propio entramado social, a aquellos a los que las “buenas conciencias” han criminalizado y quisieran invisibilizar: los excluidos, los marginados, los que viven en las villas miseria, “los de abajo” y los desempleados que han encontrado en la recolección de residuos la única fuente de ingresos disponible. Una opción difícil, dolorosa.

Desde las ruinas de un sistema socioeconómico perverso, y a partir de los desechos del consumo cotidiano resurgió una cierta idea de “dignidad” del trabajador que había caracterizado a la clase obrera argentina. Y de este modo, en Eloísa Cartonera lo que importa es el desarrollo de una estética propia, desprejuiciada de los orígenes de cada participante, un indiscutible estimulo a la creatividad. Las publicaciones son objetos artísticos que han llamado ya la atención de diversos museos y galerías, por lo que no es difícil encontrarlos, no sólo a la venta en librerías, sino expuestos junto a las obras más vanguardistas del arte latinoamericano. Y el proyecto crece y crece todo lo que la creatividad de sus colaboradores permite, llegando a generar proyectos similares en el resto de América Latina (Chile, Bolivia, Perú…).

Mientras en el barrio de la Boca siguen cortando cartones y fabricando miles de libros, editando nuevos títulos, trabajando cada día más y con mayor alegría, nosotros seguimos leyendo en el eBook ajenos a esta apabullante y maravillosa realidad que de momento no hay manera de descargarse. Libro digital frente a ecolibro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *