Entrevista a María Zaragoza

Por Laura Muñoz.

Hace tiempo que quiero entrevistar a María Zaragoza, pero nuestro encuentro se ha ido dilatando en el tiempo porque, esta chica, no para. A la temprana edad de 7 años ganó su primer concurso de cuentos en el colegio y, desde entonces, ha ido incrementando esa colección de premios hasta conseguir el último: el Premio Ateneo Joven de novela con Dicen que estás muerta, otorgado por Algaida.

María, por lo que he leído, te consideras anárquica en cuanto al curso que siguen tus progresos al escribir, así que seguiré tus pasos en esta entrevista e iremos hacia atrás en el tiempo, partiendo del futuro.

P.: El próximo jueves 17 de marzo presentarás tu última obra en Campo de Criptana, Ciudad Real. ¿Podrías decir que será la presentación más emotiva teniendo en cuenta que fue donde naciste?

R.: En realidad no soy Criptanense de nacimiento, aunque sí de adopción, pues fui muy pequeña para allá, y todo lo que escribo está más o menos tocado por ese pueblo. Supongo que donde nos criamos y donde suceden nuestros primeros recuerdos es el lugar que constituye nuestro pilar emocional. No puedo asegurar que vaya a ser la más emotiva, porque en la cordobesa estuve con Antonio Gala, al que adoro, que convirtió aquello en algo familiar y hermoso; y en la de Madrid conté con gran parte de mi familia real y la otra, esa que hacen los amigos y que también han hecho en parte Dicen que estás muerta. Por no hablar de Alberto García-Álix, que se prestó muy amablemente a ayudar y es alguien a quien yo he admirado toda la vida.  Lo que sí puedo asegurar es que para mí será único, porque llevaré al lugar que me ha visto crecer, algo especial hecho por mí misma. Y eso siempre es hermoso. Vendrá a presentarlo Ramón Arangüena con el fin de evitar que me ponga a moquear emocionada.

P.: El pasado 8 de marzo, viviste un particular Día de la Mujer Trabajadora… ¿qué lo hizo especial este año?

R.: Este año el instituto de la mujer y la junta de Castilla la Mancha han decidido hacerme un reconocimiento por mi lucha a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Supongo yo, porque me dedico a un oficio en el que de momento, todavía, sobreviven muchos más hombres. Y porque no me gusta calificar la literatura en subgrupos. No creo en la literatura masculina y femenina, sino en la literatura a secas. No me importa lo más mínimo ni quién empuña la pluma ni con quién se acuesta o se deja de acostar el escritor. Y mucho menos si lleva medias o calcetines. No pregunto esas cosas. Un libro está bien o mal escrito, punto. Estoy muy agradecida porque pensaran en mí, pero con todo y con eso, conociendo al resto de las reconocidas que son mujeres muy luchadoras y que han conseguido grandes cosas, me sentí muy chiquitita.

P.: Como dije al principio, no has parado y menos desde que comenzó tu gira atenea junto a Vanessa Montfort. Haznos una ruta de los lugares donde has esparcido las pistas de Dicen que estás muerta.

R.: Dicen que estás muerta es una novela que transcurre en Madrid en su mayor parte. De hecho básicamente en las zonas de Lavapiés/ la Latina y Conde Duque/ Malasaña. Creo que las ciudades nos dejan rastros y que nunca son las mismas para una persona y para otra distinta.  La explicación de que la novela transcurra casi en estos lugares en exclusiva es que yo quería regalarle a los lectores mi Madrid. Que recorriesen las calles que yo recorro o he recorrido en todo este tiempo. Que bebiesen en mis bares.  Por otro lado hay una parte que pasa en Londres, otra en Méjico D.F. y alguna parte en Barcelona, aunque el grueso de la historia se vaya desgranando calle a calle en Madrid.

P.: Y ahora sí que es inevitable que te haga una pregunta respecto al primer párrafo que contiene tu novela, la letra de la canción “¿Dónde estás?”. ¿Crees imposible que nazca un texto si no es con el hilo musical perfecto?

R.: Yo siempre escribo con música. Creo que la música aporta ritmo a la narración, que empuja a los personajes. Para mí es importante, pero no creo que lo sea para todos los escritores. Supongo que en mi cabeza todo ocurre siempre con banda sonora y eso debe reflejarse en mis libros. La cultura del cine hace mucho. Una película sin música es extraña. Cuando imagino las imágenes que se reflejan luego en mis libros, siempre suena algo. Además, la música es parte de algo que a mí siempre me gusta reivindicar: la cultura popular, lo cercano, lo que vemos cada día y que quizá no valoramos lo suficiente. Creo que cada vida, cada segundo, cada historia, puede ser especial si nosotros la vemos especial. La música colabora a ello. Las canciones que conocemos despiertan en nosotros el recuerdo de momentos vividos, son parte indivisible de nuestra memoria emocional. Cuando estamos tristes escuchamos canciones estúpidas que nos hacen sentir peor, pero que a su modo nos ayudan a pasar el duelo. Cuando pasamos a las canciones reivindicativas o llenas de rencor, es que nos estamos recuperando. La música forma parte de nuestras vidas y yo quiero que mis libros estén vivos, al menos todo lo que puedan estarlo. Y eso, para mí, hace necesario que el ritmo de la música se cuele entre las líneas.

P.: Incluso la fecha de muerte de la protagonista (sí, María hace protagonista a “la muerta”) es la misma que la fecha de defunción de un cantante de pop. ¿Ha sido tu manera de despedirte de uno de tus ídolos? Un tributo póstumo, quizás…

R.: La muerte de Antonio Vega me conmocionó. Él, aparte de un maravilloso poeta (sí, he dicho poeta), fue en mi vida una de esas personas a la que las coincidencias siempre te conducen. Por lo que sea, hay gente en el mundo con la que te vas cruzando sin saber por qué, y eso se hace más patente cuando es alguien famoso. De repente cada vez que da un concierto en tu ciudad te ocurre algo maravilloso, ha musicado el poema de un amigo tuyo, tu mejor amigo coincide con él en una fiesta y te lo pone al teléfono, es como si el universo se confabulase para que lo conocieras. Yo había escrito hacía tiempo el guión para un cortometraje que no se llegó a rodar, que estaba conducido por las canciones de Nacha Pop. Un amigo mío quería convencerlo, y casi lo consigue de hecho, de que participase en un homenaje que estaba organizando. La escena del concierto de Antonio Vega que aparece en el libro sucedió tal cual. Cuando supe que de verdad había muerto, era como si no pudiera evitarlo, como si de algún modo su muerte tuviese la obligación de quedar ligada al libro que estaba escribiendo. Me dio la fecha. Luján muere la noche siguiente a Antonio Vega, así sabré siempre que fue un martes.

P. Es una bonita manera de hacerlo eterno, supongo… Ahora es cuando me surge una duda “esotérica“ respecto a la vida del arte: ¿Por qué crees que se puede dotar de eternidad a un personaje público más o menos fácilmente y, en cambio, los libros tienen una fecha de caducidad acotada en el tiempo?

R.: No creo que los libros tengan una fecha de caducidad. Sí es cierto que, muchas veces, hay que entenderlos en su contexto y época para que tengan un sentido. Hoy en día se pierden con más facilidad porque, debido al ritmo de vida que llevamos, los libros duran muy poco tiempo en las mesas de novedades y pasan de estar a la vista, con suerte, a morir de canto en una estantería. Por suerte, gracias a los avances digitales, se acabó la descatalogación para los autores. Es la parte positiva del libro digital.

P.: ¿A qué autor o título le concederías tú la eternidad y por qué?

R.: En estos momentos creo que a un buen amigo, un cuentista llamado Matías Candeira, que creo que todo el mundo debería arriesgarse a leer. Quizá esa es la razón fundamental. Si hablamos de la literatura universal tengo mi pequeña listita: Nabokov por su pasión por el detalle, Marguerite Duras por su capacidad de intensidad y condensación, Julio Cortázar por su fluidez y Víctor Hugo por su perfección y disciplina.

P.: Y ya que me meto en temas personales, cuéntanos cómo se prepara María Zaragoza a la hora de enfrentarse a un papel/pantalla en blanco. Te acompaña un café (¿veinte?), un cigarro (¿veinte?), la música de Vega…

R.: Casi aciertas. Necesito estar rodeada de trastos, quizá eso es lo primero. Los objetos que salen en mis relatos y novelas no son gratuitos, son los que me acompañan mientras escribo. En mis libros salen mis fetiches, las cosas que me rodean, la música que escucho… y en cuanto a eso, cada novela es distinta y por ello tiene una música diferente, algunas novelas están escritas con la misma canción en bucle eterno de fondo. Tengo siempre al lado una botella de agua de dos litros y la mayoría de las veces cocacola. Esto cuando escribo en casa. A veces escribo en autobuses, metro, bares, y todo lo que me rodea falla de alguna forma, pero también hace que el ritmo del texto varíe y se ajuste a lo que estoy haciendo y eso me gusta. Cuando escribo a mano me gustan las libretas encuadernadas con cola o los folios de colores. En el ordenador no tengo manías específicas.

P.: Y esta atmósfera que creas para despertar tus musas, ¿siempre funciona o hay ocasiones en que ellas te llaman y lo dejas todo por escucharlas?

R.: Bueno, hace años trabajaba como camarera echando una mano en el restaurante de mis tíos y tengo libretas enteras en las que se mezclan los cafés solicitados con apuntes para novelas e incluso cuentos enteros, con eso te lo digo todo. Soy prácticamente capaz de escribir en cualquier situación, cosa de la que siempre se reía Antonio Gala cuando estaba becada en su fundación porque me veía en plan peripatética escribiendo sentada en un banco, luego en la fuente, de pie diciendo alguna frase en voz alta para vez cómo sonaba y casi nunca concentrada en mi cuarto o en la biblioteca. De hecho cuando no tengo mi cuarto con mis trastos prefiero cualquier lugar más transitado y menos tranquilo. Incluso alguno en el que tenga que estar haciendo varias cosas a la vez.

P.: No sé si tuvo algo o mucho que ver el que fueras becada por la Fundación Antonio Gala con el desarrollo como escritora que has ido adquiriendo ¿Cómo fue la experiencia?

R.: ¿Qué voy a decir? Es algo que le recomiendo a todo el mundo. Digamos que la idea de estar nueve meses en los que lo único que debe preocuparte es crear, ya de por sí es atractiva, pero lo más excitante y maravilloso es la convivencia. Vives las veinticuatro horas del día con gente creativa, lo cual es de por sí enriquecedor. De pronto te encuentras a ti misma no sólo escribiendo, sino mirando pintar a los pintores, leyendo partituras, aprendiendo lo técnicas de escultura. De golpe te llenas de información, aprendes sin saber que aprendes, de todos los que te rodean. Yo entré siendo una niña que escribía y salí sintiéndome una escritora. Todos mis textos están rozados por la fundación de una forma o de otra.

P.: ¿Fue durante la beca que aprendiste a escribir “de todo”? Porque tengo entendido que te has atrevido con el guión cinematográfico y las novelas gráficas.

R.: Los guiones que tengo, que jamás se han rodado, ya los llevé a la fundación y no he vuelto a tocarlos desde entonces. No quiero, de todas formas, que se entienda que la fundación es una especie de academia. Tú entras allí como profesional, no cómo aprendiz, y lo que aprendes lo aprendes por observación y porque tus compañeros casi sin darse cuenta de ello, te enseñan, amplían tu punto de mira. Es curioso cómo te cambia sin que haya profesores o tutores que lo encaucen. Es un método natural que, simplemente, sucede. En cuanto a la novela gráfica fue un proyecto muy bonito que sí, empezó en la fundación, con un texto que escribí allí y con un ilustrador fantástico, Didac Pla, con el que desde el primer minuto hubo un entendimiento laboral increíble. Nos entendimos tan bien que decidimos sacar “Cuna de cuervos” adelante y pasito a pasito, costase lo que costase. En el caso de Didac, sí es un chaval de mi promoción, pero me gustaría señalar el nivel de entendimiento interpromocional al que puede llegarse. Participo en una asociación cultural que formó un chico de la segunda promoción, he recomendado la beca a chicos que luego han estado en la sexta y en la novena, conservo relación con muchos de los becarios de diferentes años y me gusta volver siempre que puedo. De hecho colecciono pequeñas obritas de arte de becarios de diferentes promociones.

P.: No podría terminar esta entrevista sin pedirte algo de “gossipeo”… ¿Qué nos estás preparando y para cuándo?

R.: ¡Yo no paro! Mi método de descanso se reduce a cerrar el archivo de la novela que estoy escribiendo y abriendo el de un libro de relatos. De momento tengo, como ya he dicho, una novela en proceso, pero quizá intente tirar antes de otra que terminé antes de presentar al Ateneo Joven “Dicen que estás muerta”. Por otro lado tengo un proyecto de cuentos infantiles, un libro de relatos con el que no sé qué hacer y estoy preparando un cómic futurista con Didac. Pero como estas cosas son siempre a largo plazo no sé si saldrán y si lo hacen cuándo. Para mí siempre es una sorpresa qué sale bien de todos los trabajos que llevo a cabo a la vez.

P.: Visto lo aprendido y comprobado lo obtenido, sólo te pediré una última cosa: que definas tu obra -en general- y a ti misma con una sola palabra que las haga coincidir.

R.: Coincidencia. Creo que lo que tienen mis obras en común e incluso yo misma, es que, como en el caso de Ana de Los amantes del círculo polar, estamos hechas de coincidencias que cierran círculos, que hacen que las cosas funcionen y se cierren. Creo en las coincidencias causales, en que todo lo que parece azaroso siempre conduce a alguna parte. Y eso se nota en toda mi obra.

María, muchas gracias por esta entrevista. Tengo claro que a pesar de todo lo explorado, aún te queda mucho por descubrir  y quizás “de pronto descubrir una puerta sin abrir, y sentir que al otro lado hay algo que espera por ti”.

Muchas gracias a ti por esta entrevista tan original y completa.

Lee en Culturamas la reseña de Dicen que estás muerta de María Zaragoza.

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