El ritual de lo habitual, de Cristina Morano

El ritual de lo habitual
Cristina Morano

Por Alberto García-Teresa

«Decidme qué es el poder», se pregunta una de las voces de El ritual de lo habitual. «¿Por qué querría nadie / desobedecer?», concluye otra. Pues por todo lo expuesto por Cristina Morano en este poemario descarnado, ambicioso en su propuesta y por su dureza, muy coherente y unitario, que analiza las consecuencias de la acción del poder sobre otros, sobre sus cuerpos y sobre sus mentes, y sobre el cuerpo y la mente propios.

El libro plantea la función de la obediencia, de la complicidad en la tortura, en la injusticia. ¿Es posible evadirse de esa responsabilidad? ¿ Cuánto se colabora con el sufrimiento al tolerarlo?

La escritora lanza esas preguntas a través de los personajes, de las dieciocho mujeres que hablan en cada uno de los poemas de la obra (a la última de ellas le dedica una serie de cinco piezas), numerados y en cuyo título se especifica quién es la protagonista. Mediante el monólogo dramático, haciendo uso especialmente del registro narrativo, Morano indaga en cuánto deshumaniza el Poder y la sumisión, dejando hablar a esos náufragos en su degradación («mi hijo es fruto de una orden»).

De esta manera se manifiesta una gran tensión, a través de la pugna por permanecer siendo humano («no soy una res soy un hombre») entre la despersonalización, la mercantilización y la supeditación a la economía y al Poder. Los textos recogen igualmente la desesperación de sus voces, la desolación de su desconcierto: «las vueltas que hay que dar / para poder morirse».

Morano pone el foco sobre aquellas que están fuera de escena, sobre seres que están «siempre a este / lado de la cámara: el de la penumbra». Cada una de ellas está expuesta a una situación de violencia estructural en mayor o menor medida. Y se remarca que no todas han sido libres para decidir su camino: unas son víctimas de guerra, otras de la sumisión, de la publicidad y la sociedad de consumo, del imperialismo, del machismo. Al exponerse estas situaciones en primera persona, desde la voz que la sufre, se potencia en gran medida la comunicación y el impacto del horror, y se resuelve la posibilidad de que se creara un discurso vertical que se apropiara de los hechos sin integrarse en ellos.

De hecho, manifiesta la intención de desplazar la personalidad del lector («que quien nos busque tenga / que hacer a un lado su propia imagen») para forzar la empatía, para que abandone el narcisismo en el cual se nos está educando y pueda observar el entorno y tratar de comprenderlo para transformarlo. Además, esa despersonalización se plasma también mediante anacolutos que despegan al sujeto y lo separan del individuo que habla, que pierde entidad, voluntad, esencia y materia («yo / no existe», «yo ha sido», «yo es lo que añado»). Igualmente se manifiesta la construcción externa de la personalidad.

Pero ni con ese recurso se puede dar voz a quien no la tiene, y por eso está en blanco el poema titulado “Asifa: mujer afgana de Kabul”.


Así, Morano nos resalta la aspereza de una sociedad que se nos presenta pulida y reluciente, y critica por tanto la apariencia: «todos se ocupan en darme brillo», dice una mujer, que trabaja de modelo; «hemos dado al tejido / poder sobre nuestra alma: / el vestido decide / quién es yo». Demuestra la falsedad de los cánones estéticos y de denuncia los roles sociales asignados a la mujer: «Somos buenas reses. Sacamos / adelante los países. Sufrimos / y callamos, nuestras madres nos enseñaron a no alborotar, / tampoco ellas protestaron». Y por eso irónicamente se concluye: «soy una buena mujer: / he seguido las normas, / esposa y madre, todas lo hacen, ¿no?».

Aunque algunos llegan a sustituir a los antiguos postulados, prosiguen reduciendo a la mujer a objeto supeditado (precisan de «la aprobación del entorno / para un nivel de autoestima aceptable») a un orden patriarcal: «la mujer no es su vagina, sino sus tacones».

Con ello, la autora explora los sentimientos despertados por la conciencia de esa situación miserable: el dolor, la culpa, la incomprensión, la frustración… «Me duele ser tan consciente», declara una de ellas. Expone el choque entre la realidad que se vive y el simulacro que se les impone a cada uno de los personajes.

Por otro lado, la complicidad que señala la autora se manifiesta tanto en la agresión directa (como ocurre en el caso de las soldados) como en quienes «aun en la masas proletarias, / hay gente que adopta / las cosmovisión burguesa / y actúa en contra, es decir, traiciona / los intereses de su clase». Por tanto, se realiza una crítica tanto desde una perspectiva de género como de clase social.

El relato de las historias de cada mujer (algunas de ellas son recreaciones, otras son reales, otras ficticias) recogen una buena muestra de las atrocidades y del dolor causado en las sociedades patriarcales y capitalistas, y se convierte en un mosaico que presente una crítica brutal a toda forma de dominación. Se trata, así, de una generalización apoyada en lo concreto, pero la coincidencia en las agresiones, los sentimientos y en los pensamientos, antes que en un retrato localista, lo que hacen es aportar una mirada global y permitir extraer una conclusión global: El patriarcado humilla y mata.



El ritual de lo habitual

Cristina Morano
48 páginas
Col. Candela
Amargord, 2010
ISBN: 978-84-92560-68-4

http://cristinamorano.blogspot.com/
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