Entrevista a Lola López Mondéjar: "El arte no cura nada, pero ayuda a elaborar la angustia".

 

 

Entrevista a cargo de Cristina Consuegra.

 

Hay personas valientes y comprometidas por las que merece la pena dar la cara, que ayudan a enfrentarnos a lo que acontece desde otra perspectiva; personas a las que hay que acercarse, conocer su obra, legado o pensamiento, ya que en caso contrario, nos estaríamos perdiendo voces que suman, miradas que interpretan la realidad con inteligencia y solvencia.

 

En el caso de la mujer que es objeto de esta entrevista, Lola López Mondéjar, tenemos la inmensa suerte de optar entre diversas trayectorias para llegar a ella, a su palabra certera e incisiva; podemos optar por el camino del ensayo, en este caso, llegaremos a través de títulos como El factor Munchausen (Cendeac, 2009); u optar por la sensibilidad comprometida y brillante de su prosa reflejada en Mi amor desgraciado (Siruela, 2010) y El pensamiento mudo de los peces (Páginas de espuma, 2008). Pero aún así, nos quedaríamos a medio camino, porque Lola López Mondéjar tiene la extraña habilidad de ser muchas mujeres al mismo tiempo, la docente, articulista, escritora y psicoanalista. Y seguro que aún trazando la estrategia total no llegaríamos a su complejidad absoluta. Por tanto, esperemos que con esta entrevista, nos podamos aproximar a una de las figuras más interesantes del panorama intelectual español.

 

En 2010, publica Mi amor desgraciado (Siruela), ¿cómo llega esta historia a su vida?

Como casi todas mis novelas, su génesis parte de una conjunción entre un dato de la realidad que me interroga y mis preocupaciones propias. Cuando se gestó la novela me preguntaba sobre las dificultades en el ejercicio de la maternidad de las mujeres de mi entorno, y las mías, y un buen día leí en la prensa una noticia que me conmovió: el parricidio de una mujer joven que asesinó a sus dos hijos. Vivía cerca de mi ciudad, y eso convirtió en hecho en más impactante. A partir de ahí surgió Hélène, una de las dos protagonistas, y luego el resto de la historia.

 

¿Qué es lo más complejo que puede encontrar una mujer cuando se enfrenta a la búsqueda de sí misma?

La desidentificación de los valores aprendidos. Son sutiles y han dejado una huella, llamémosla rizomática en un guiño a Deleuze, en todas las facetas de su vida; desde la pasividad, la inseguridad, la ansiedad a la autoría, la sumisión, y un largo etcétera. Enfrentarse a estos obstácuos requiere fuerza, pero es imprescindible para llevar una vida digna y autónoma.

 

Su trayectoria profesional es muy llamativa, sólida y ecléctica. Dentro de la disciplina literaria, ha cultivado narrativa y ensayo con igual trascendencia. ¿Cómo se enfrenta a un género u otro?

Muchas veces he pensado que abordo literariamente los temas a los que no he podido responder del todo en el ensayo. La literatura permite un horizonte más abierto a la sugerencia que creo indispensable para acercarse a la complejidad de lo humano.  Me siento cómoda en ambos géneros, que en mi resultan complementarios.

 

Usted es docente en másteres de Arteterapia, consecuencia natural de su trabajo dentro del campo de la creatividad y el psicoanálisis… ¿qué efecto tiene el Arte en la salud mental de las personas?

Más allá de las explicaciones antropológicas y culturales, es decir, tomando el arte sólo como expresión de una subjetividad que necesita comunicarse, la salida creativa es una de las más eficaces para resolver o explorar los conflictos. En primer lugar porque abre un espacio de reflexividad que permite la elaboración de los puntos ciegos, y el uso de mecanismos de sublimación que evitan actuaciones impulsivas que pueden ser dañinas, ocasionar sufrimiento. Opino que el arte no cura nada en sentido estricto, pero ayuda a elaborar la angustia. El acto creativo es resiliente, auto-reparador en sí mismo, devuelve el puente con el mundo, pone en marcha mecanismos de reconocimiento y sirve de sostén en los momentos de hemorragias narcisitas. Los adolescentes lo saben, y escriben poemas y diarios cuando sufren. Luego se pierde esa espontaneidad en el uso de los recursos creativos, que entiendo que hay que restaurar.

 

¿Qué espera de los estudiantes que reciben esta formación?

En general, son personas sensibles y receptivas que pueden convertirse en excelentes agentes sociales, en el sentido que exponía anteriormente. Su propuesta en arteterapia va a contracorriente, pues nos encontramos en una sociedad que tiende a la zafiedad y a la homogenización, mientras que el arteterapia estimula la exploración del sí mismo en su singularidad. De ahí que se trate de profesionales muy inquietos, que proceden del campo de las bellas artes o de la psicología y el trabajo social, que incorporarán estos valores a su quehacer cotidiano y, estoy segura, ayudarán a avanzar en ellos a quienes asistan.

 

 

El Arte, ¿entiende de género?

Es evidente que la creación se hace desde todo lo que somos, y que el análisis crítico de una obra de arte ha de contemplar al artista en todas sus facetas, entre las cuales el género es muy importante. Pienso que el artista crea desde un lugar más allá del género, un hermafroditismo o bisexualidad, un transgénero, que remite al entrecruzamiento de identificaciones masculinas y femeninas que se dan en él. Este más allá del género le permite expresarse a veces en voces que podíamos identificar con lo convencionalmente adscrito a un género u otro. Y también, desde ese mismo más allá, en un género aparentemente neutro.

Artemisia Gentileschi, por ejemplo, tiene una factura llamémosle “masculina”, aprendida en el taller de su padre, pero en el tratamiento de los temas encontramos la expresión de emociones biográficas que no se hubieran dado de no ser mujer (su violación). En literatura, podríamos poner como ejemplo la escritura clásica de Marguerite Yourcenar, que pretende eludir o distanciar la biografía del autor de lo narrado, frente a la escritura más personal y voluntariamente autobiográfica de Marguerite Duras.

Otra cosa es cómo el canon recibe y trata estas obras. Y ahí seguimos instalados, a pesar de los esfuerzos de muchos y muchas especialistas, en un canon que es blanco, occidental y masculino, que particulariza las producciones de las mujeres y universaliza y canoniza las de los hombres. Es un tema complejo que no podemos resumir aquí.

 

 

El pasado mes de febrero, participó en la tertulia “¿Existe una crisis de liderazgo?”, publicada en la revista Yo Dona. En el horizonte político, ¿es la mujer el relevo natural?

En estos momentos no pienso que sea así. Las mujeres que llegan al poder son aquellas más afines al ejercicio del poder que realizan los hombres. Creo que el poder mismo excluye una posición diferente, se autorreproduce, las luchas internas de las instituciones y los partidos favorecen el acceso al poder de mujeres competitivas que reproducen el modelo jerárquico, autoritario, poco participativo, sin aportar ninguna diferencia. Pienso en Ángela Merkel, María Dolores de Cospedal, y tantas otras. Creo que la esperanza tenemos que ponerla, como dije en aquella tertulia, en los países emergentes, y en los jóvenes, como ha demostrado después las revoluciones en el mundo árabe.

 

 

¿Qué teme el poder, es decir, por qué esa resistencia a que la mujer acceda a los puestos de mayor responsabilidad?

El poder tiene mecanismos de reproducción propia que no son fáciles de cambiar.  En toda institución existe lo que llamamos resistencia al cambio. Pero también, y lamento tener que decir esto a estas alturas, nos enfrentamos a inercias de las mujeres que tampoco cambian fácilmente. En primer lugar su pasividad y su sumisión al privilegio epistémico propio del patriarcado. Las mujeres delegan en los hombres porque creen que están más capacitados y que saben más (así nos educaron), porque nos resulta más difícil conciliar la vida familiar y la profesional (nos dijeron que la primera era nuestra prioridad y la sociedad está lejos de instituir un sistema igualitario de cuidados), y porque se enfrentan a un sistema – si consiguen vencer los obstáculos anteriores– en el que tienen que luchar mucho más que los hombres para conseguir sus objetivos. Es casi una heroicidad que una mujer acceda a puestos de alta responsabilidad social, mientras que acceden ellos, en algunos casos, hombres bastante mediocres.

 

 

¿Qué le pediría a una lideresa política?

Le pediría precisamente que sus esfuerzos fueran dirigidos, allí donde esté, a luchar por la igualdad entre los géneros, a aminorar esta fractura social y cultural que separa a las mujeres de los lugares de decisión. Y que lo hiciera con métodos nuevos, participativos, dialogantes, haciendo efectiva una democracia participativa cuyo descuido nos ha llevado al desprestigio de la clase política que acusamos en estos momentos en Europa. Habría miles de cosas que hacer en este sentido: debates públicos que se omiten, análisis de transformaciones sociales que están sucediendo delante de nosotros sin que les prestemos atención. Tendría mucho trabajo por delante.

 

 

La crisis azota especialmente a la mujer… ¿qué cambios habría que introducir en el sistema para intentar solucionar estas desigualdades?

Creo que tendríamos que abrir un debate público, con todos los agentes sociales implicados (que son muchos) sobre la caída del ethos de cuidado, sobre los efectos de este individualismo a ultranza del capitalismo avanzado que nos aleja de lo que podría llamarse una  auténtica vida humana. Avanzar en todas las medidas de la ley de igualdad, que apenas se desarrollan, y apostar decididamente por una sociedad más justa. La crisis es un efecto de ese capitalismo especulativo e inhumano, y nuestros líderes no cuestionan eso. La esperanza que en sus comienzos se levantó de una reflexión en profundidad sobre las bases económicas de nuestras sociedades no se ha producido, y sospecho que pasará la crisis sin que cambiemos nada, y que la siguiente se dará antes, esto ya se anuncia, y será peor, y que caminaremos hacia un mundo donde desaparecerán las clases medias y se extenderá la pobreza y la desigualdad social. Un panorama nada optimista, pero que tenemos el deber de intentar modificar.

 

 

¿Cómo ha cambiado Lola López Mondéjar desde que publicara su primera obra hasta la actualidad?

Bueno, han pasado casi catorce años y la vida me ha cambiado tanto como la literatura. Quizás me he hecho más fuerte, pero he intentado preservar la mirada inocente de la niña que fui, lo que no es nada difícil en mi caso porque me suelo emocionar todavía con facilidad. Mis hijos se ríen de lo cándida que puedo llegar a ser.

 

 

¿Qué es lo mejor que le ha concedido la literatura?

El encuentro con los lectores, sin duda. Cuando empecé a publicar creía inocentemente que la literatura era un mundo puro, y no lo es, está sujeto como todo a las leyes del mercado, es un mundo difícil sometido a determinantes extra-literarios que lo equiparan a cualquier otra actividad. Esto me defraudó. Pero lo compensó el encuentro con los lectores, que son la prueba de que tu obra resuena fuera de ti. Es un momento precioso esa interpenetración armoniosa, extrapolo un concepto de Balint, entre la obra que has creado y el receptor.

Ellos, y la amistad con algunos escritores que admiro, son lo mejor. Como ves, es un asunto privado que nada tiene que ver con la espectacularidad que cada día pretende tener más el hecho literario.
Para ampliar la información: www.lolamondejar.com

3 thoughts on “Entrevista a Lola López Mondéjar: "El arte no cura nada, pero ayuda a elaborar la angustia".

  • el 28 enero, 2012 a las 10:52 pm
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    Estoy de acuerdo en que el arte probablemente sirva no para encontrar una verdad o solución sino quizás más para soportar el fracaso o convivir con la duda y la incertidumbre.

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