Nórdica Libros y Caperucita Roja

Ana Juan y Javier Zabala

Una entrevista surrealista con los ilustradores Ana Juan y Javier Zabala

Por María Anaya.
Fotografías de Pablo Álvarez.

 

Nórdica ya tiene 5 años, tierna edad que se presta a una celebración en la que Caperucita Roja es la invitada principal. Caperucita era esa niña despistada que un buen día se puso a pasear y recoger flores por el bosque de camino a casa de su abuelita hasta que se le cruzó un lobo en el camino y se le torcieron los planes. Bosque, lobo, flores, cama, asesinato… con pocas palabras podemos resumir esta historia de terror en la que, dependiendo de quién la cuente, gana la naturaleza hambrienta o unos seres humanos bastante sádicos.

 

En esta celebración se ha invitado también a nueve ilustradores. Una tarde de abril, llegan a la librería Panta Rhei dos de esos artistas que colaboran habitualmente con Nórdica y que ponen portada y primera ilustración a esta Caperucita, son Javier Zabala y Ana Juan.

 

El bosque, los animales que hablan, una cama para abuelas enfermas… los cuentos clásicos se componen de un número de elementos finitos y hoy vamos a charlar sobre algunos de ellos partiendo de definiciones surrealistas[1].

 

Empezamos por larealidad, que para André Breton está en los dedos de esa mujer que sopla en la primera página de los diccionarios, y que en definitiva es el punto de partida desde el que nos sumergimos en el mundo de la fantasía, comenzamos el viaje.

 

¿Cómo se relacionan Javier y Ana con la realidad? ¿Qué contemplan cuando andan por la calle? Ana fija los ojos en el suelo, mientras que Javier observa caras, la forma de un cuerpo, su ropa, pero sin mirar a la gente.

Sin embargo, cuando están inmersos en un libro, la realidad se escora para ambos hacia los elementos del texto con el que trabajan y de pronto cualquier cosa tiene relación con ese relato a medio rumiar.

 

Ya inmersos en nuestro cuento, nos encontramos con la definición de árbol. Caperucita paseaba por el bosque cuando se encontró al lobo por primera vez y en ese espacio, tan tenebroso en los cuentos y tan protegido en la actualidad, los árboles son las paredes escombrosas y dúctiles, entre las que el peligro encuentra fácil cobijo. Éluard dice de ellos El ímpetu del árbol mudo que le planta cara a la tierra, y ahora nuestros ilustradores empiezan a ver las ventajas de estas definiciones. Gozan de una aleatoriedad ficticia que guarda conexión con su trabajo: coge el texto que te han encargado ilustrar y corre. Estas definiciones son perfectas para ilustrar, nos vamos entendiendo.

Empezamos a pensar en dónde están nuestros bosques más cercanos y de qué se componen. Hay bosques dentro de nuestras cabezas, en nuestras ciudades, hay en la Historia de Europa armadas de barcos hechos de robles…

 

Aunque los surrealistas definieron lobo, supieron acotar mejor qué es un animal, animales hay en todos los cuentos clásicos, el apellido de la especie no establece la identidad del amigo o enemigo más o menos peludo que acompaña a los niños.

Éluard dice Todos mis animales son obligatorios- tienen patas de mueble- y manos de ventana y George Hugnet propone de manera más delicada que Los animales son hermosos porque van desnudos- por dentro también.

 

Ana, yo y Javier

 

¿Son hermosos todos los animales? Nuestros ilustradores responden al unísono “no”, y lo justifican con ejemplos sobre como el aspecto de algunos cuadrúpedos no entrarían de ninguna manera en la categoría “hermoso”. Además, los surrealistas se acaban de poner en evidencia y Zabala señala cierto exceso de construcción en las últimas definiciones. ¿Dónde queda esa aleatoriedad onírica de la que tanto se jactaba el surrealismo?

Probablemente nunca existió.

 

En conclusión, la naturaleza no es siempre hermosa, se abre a nuestra interpretación, que varía con el ánimo al mismo ritmo que el bosque, o el mar (maravilloso o asesino según el día).

 

Tirando del hilo de la naturaleza, llegamos hasta las flores que Caperucita recoge por el bosque. Para las flores, Rimbaud propone esta definición Encuentra flores que sean sillas; se abren en abanico todas las posibilidades y de nuevo Javier y Ana coinciden en lo fácil que resultaría empezar a ilustrar esas opciones.

 

Yo me pregunto si es mejor regalar flores, como Caperucita, o dibujos, o tal vez poesías. En esta disyuntiva entre la naturaleza, la pintura y la forma más elevada de literatura, Javier propone mezclar, porque la ilustración no se entiende sin poesía. Una ilustración debe tener algo emocional; aunque no tiene que llamarse poesía puntualiza Ana.

 

La poesía genera debate. ¿Aporta algo la ilustración a la poesía? ¿Trabajar con poesía da más libertad al ilustrador para generar imágenes o es una fuente de agobio? La solución que encuentran a las dificultades de este género es olvidarse del poema, por el elevado número de interpretaciones posibles, e ilustrarlo sin ceñirse a sus elementos.

 

La penúltima palabra es cama.- La cama de la casa familiar- te parecía un buque sin tripulación. Una definición con la que mangoneamos al surrealismo haciendo desaparecer la cama y quedándonos con el buque sin tripulación que va a la deriva, la máxima expresión de la libertad del ilustrador.

Al parecer Javier odia las camas, nunca las dibuja. ¿Dónde duermen sus personajes entonces? Duermen en otros momentos, fuera de cuadro.

Ana adora dibujar camas, es muy fácil.

 

María y Javier

Para terminar hablamos de asesinato.- La tranquilidad de los asesinos pasados y futuros. Aquí buscamos las mejores armas para matar en ilustraciones, las más estilizadas. La cosa queda entre flechas y veneno.

 

No encontramos definición en nuestro diccionario de luz ni de forma, ahora es su turno para divagar. La luz centra su atención, para Ana se esconde en brumas y techos de bosque. La luz existe incluso en las ilustraciones contrastadas hasta el exceso de los últimos trabajos de Javier.

 

El hecho de darle coherencia a un dibujo tiene mucho que ver con la luz, que en definitiva tiene a su vez mucho que ver con lo que el ilustrador cuenta narrativamente. Ahora bien, para usar la luz narrativamente, hace falta manejarla con agilidad técnicamente.

 

Hasta en los collages existe un estudio de luz y con una veladura se produce el efecto de un bajo continuo musical que da homogeneidad a la atmósfera del espacio.

 

Al final de una hora de charla surrealista, queda en el aire el esbozo de una definición que relaciona a la luz con la música, con algo que se comparte y que sirve, principalmente, para contar historias.

 

Caperucita Roja

Autores / Perrault, Grimm, Tieck

Nórdica Libros. Madrid, 2011

88 páginas. 15 euros


[1] Nos servimos del “Diccionario abreviado del surrealismo”, de Paul Éluard y André Breton. En cuyas definiciones participaron muchos otros surrealistas

 

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