No te signifiques (27)

Por Jorge Díaz.

Debería llevar siempre una libretita y un bolígrafo para apuntar las cosas.

–          O un ipad.

–          No sé si gastar en algo más de setecientos euros para usarlo con la misma finalidad que un papel y un boli que valen menos de tres es razonable.

–          Sirve para más cosas.

–          Ya, sí, me han dicho que puedes tararear una canción y te dice el título. No sé cómo he podido vivir hasta ahora sin un aparato que hace eso…

Pues eso, que debería llevar siempre un boli y una libretita. Así no se me olvidaría quién dice las cosas y podría citarlas sin problemas de autoría.

El caso es que escuché una frase el otro día, creo que se la atribuían a un miliciano durante la guerra civil, pero no estoy seguro. Decía: “estoy hasta los cojones de vivir momentos históricos”. La he entrecomillado pero quizá no sea literal.

Pues eso me ha pasado a mí las dos últimas semanas. Escribo un “No te signifiques” graciosillo, hablando de acordeones y grafitis, sale publicado y me encuentro con la revolución a cinco minutos de casa. Yo hablando de chorradas y la Puerta del Sol llena de carteles con mucho más ingenio que mis columnas…

–          No pasa hasta que pasa.

–          Si no nos dejáis soñar, no os dejamos dormir.

–          Yes, we camp.

–          Menos bancos para forrarse y más para sentarse.

Y así muchos, ya sabéis. Algunos muy graciosos, otros un poco pasados de moda, como lo del pueblo unido jamás será vencido, algo que se ha demostrado falso una y otra vez a lo largo de la historia. A mí sólo se me ocurría lo de Otan no, bases fuera y creo que ni me hubieran entendido.

Si estuviera dispuesto a significarme os diría que siento simpatía hacia los acampados. Sólo hay una cosa que no entiendo, lo del aleteo de manos. Me quedé una noche a mirar cómo se desarrollaba una asamblea, hablaban de pedir más medios para las universidades, cosa que me parecía bien; tampoco es que fuera la revolución de octubre y la propuesta fuera mandar decapitar a los zares, quizá sería más razonable poner en cuestión la utilidad de la universidad española, pero bueno, paso a paso, todo llegará. Cada vez que uno de los asamblearios terminaba de hablar, los demás aleteaban las manos. Hubo un momento en que alguien aplaudió… Vaya bronca le echó el del megáfono.

–          Perdón, compañero, aquí no se aplaude.

La revolución española prohíbe el aplauso, pensé enseguida, podría escribir sobre eso. No sé, yo sería más condescendiente que el compañero del megáfono.

Después, la jornada de reflexión, que si la Junta Electoral ha mandado desalojar, que si la policía va a sacar a la gente de Sol, que si no… Allí estaba yo, viviendo otro momento histórico, buscando inspiración y preparado para huir en cuanto hiciera falta. ¿Y qué pasa a las doce? Nada, aleteo de manos y reflexión, qué bien, qué machadiano, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa…

El día siguiente, las elecciones. Vaya empacho de acontecimientos. Me etiquetaron más de veinte veces en un artículo que explicaba las diferencias entre la abstención, el voto nulo, el voto en blanco y no sé qué más cosas. Menos mal que no lo leí, habría ido a votar hecho un mar de dudas. Para votar no hay que leer ni eso ni los programas.

Me pasaba lo que al miliciano, que miraba alrededor y sólo veía momentos históricos. Y lo que es peor, sin poder aplaudir, sólo con un aleteo de manos.

–          Así me gusta, compañero, a aplaudir a los tablaos. Aquí se aletean las manos.

Por la noche se cuentan los votos, poca emoción hubo, la verdad. Sale el presidente en persona a decir que han perdido, vaya cosas. ¿Se puede usar la palabra paliza? Los del lado contrario dando saltos en el balcón.

¿He hablado de que no hubo botellón en Sol? No lo hubo. ¿Y en Génova? No estoy seguro.

Llega el momento de tomar decisiones, otro momento histórico. Vosotros hoy sabréis qué se ha decidido, pero yo escribo esto en plena duda. No sé si son mejores las primarias o los congresos, los zidanes y los pavones o las pajines y las chacones… Un sinvivir.

Cada vez que salgo de casa me encuentro con una posible columna y tengo miedo de no saber escribirla. ¿Hablo de la Puerta del Sol?, ¿hablo de las elecciones?, ¿hablo de la inutilidad de la universidad española?

Estoy deseando que la vida vuelva a la normalidad y la frivolidad y los aplausos se impongan una vez más sobre la historia y los aleteos de manos.

 

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