El fastuoso eclecticismo de Alexander McQeen

Por Patricia Torre Dusmet
 
Alexander McQueen. Savage Beauty
Metropolitan Museum of Art, MET. Nueva York
Hasta el 7 de agosto de 2011

 

Si he de ser honesta, cuando se me sugirió visitar la exposición de Alexander McQueen no di saltos de alegría precisamente, ya que no me considero una seguidora de la moda. Qué equivocada estaba, pues Beauty Savage no trata de atelieres sino del increíble, siniestro y onírico universo que McQueen imaginó en clave de moda. “Lo que hago es una expresión artística que yo conduzco a través de mí. La moda es sólo el vehículo”, afirmaba el diseñador. Su fecunda imaginación y la precisión y perfección de su técnica lo encumbraron a lo más alto del mundo de las pasarelas del siglo XXI, donde aún, a pesar de su temprana muerte, (se suicidó en 2010) permanece.

Alexander McQueen se convirtió no sólo en una figura imprescindible de la moda, sino también del arte, tal y como el MET testimonia de forma magistral en esta inolvidable exposición. Desde la primera sala el público muestra su sorpresa, consciente de que aquello que está contemplando no tiene parangón con nada que haya presenciado en el espacio del museo. Así, a medida que se atraviesan las diferentes salas que componen la muestra, se van presentando los distintos universos que constituyen el imaginario, complejo e inagotable del diseñador.

Cada sala nos recibe con su propia y personal puesta en escena. De esta forma, la música, la iluminación, las cartelas explicativas y las citas del artista en las paredes recrean cada uno de los distintos mundos de McQueen, forjados en las más eclécticas e impredecibles reminiscencias. Algunas influencias patentes en la muestra son: el medievalismo, el fastuoso mundo de los Tudor, el carnaval veneciano, el mundo oriental, el arte flamenco, el primitivismo africano, el espíritu dadaísta, el mundo salvaje y/o el infierno. Sin olvidar el amor a su patria, Escocia, y sus raíces a través de las faldas y monos de tartán, el diseño específico de cuadros que representa, a modo de escudo, a la familia McQueen. Todas estas influencias se exhiben a partir de los más extravagantes modelos. Entre estos destacan elegantísimos trajes sastre de lana gris, que contrastan con corsés y vestidos adornados con conchas de mejillón o espinas dorsales como remate, pasando por kimonos de seda acompañados con  hombreras de fútbol americano; vestidos que imitan escamas o incluso hechos a partir de plumas o pelo artificial en su totalidad.

Pero no todo en esta muestra va sobre maniquíes, las nuevas tecnologías y su potencial expresivo tienen un lugar destacado a partir de la proyección de sugestivos videos de inquietante extrañeza. Por ejemplo, nos encontramos con pequeñas pantallas que ofrecen algunos desfiles de McQueen, más cercanos al happening, la instalación o el videoarte que al tradicional concepto de desfile.

Otras proyecciones a gran escala nos muestran un caleidoscopio construido por la imagen de miles de serpientes, que fotograma a fotograma van tomando el cuerpo desnudo de la modelo. También es interesante mencionar la extravagante jaula que oculta en su interior una pantalla en la que se contempla la fragmentación de la jaula y el descubrimiento de una criatura extraterrestre.

Contrario a las anteriores proyecciones de naturaleza tenebrosa, nos encontramos con un holograma encerrado en una caja con forma de diamante que nos muestra a cámara lenta la creación de lo que parece ser la formación de una nebulosa. Poco a poco, la imagen inicial se va convirtiendo en una sugerente y angelical modelo de fama internacional, Kate Moss, que enfundada en un vestido de gasa blanco emociona al espectador con su actuación.

Todo esto y mucho más es lo que se puede ver en esta sorprendente muestra con un denominador común: todos los rostros aparecen cubiertos por máscaras de naturaleza sadomasoquista, obras de Guido Palau. El sadomasoquismo es, sin lugar a dudas, el elemento más significativo de la exposición, tanto por su profundidad como por su repetición, y es que tal y como sentenció el diseñador: “Me gusta especialmente el accesorio por su aspecto sadomasoquista”.

Si algo queda claro es que adjetivos como corriente o común no pueden emplearse para definir esta exposición, en la que McQueen nos traslada a su mágico mundo. Sus palabras son una buena muestra de ello: “No hay camino de regreso para mí. Voy a llevarte a viajes que nunca antes habías soñado”.

www.blog.metmuseum.org/alexandermcqueen

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *