Compañía veraniega

Por Redacción Más Actual

 

Hoy te recomendamos los cuentos como compañía veraniega; dos libros excelentes que no defraudarán al lector habitual y al menos usual del género chico.

Historias breves, mínimas en ocasiones, pero intensas como fogonazos.

 

Mañana nunca lo hablamos

Mañana nunca lo hablamos

Eduardo Halfon

Editorial Pre-textos

138 páginas

 

Sin proponérmelo, casi sin darme cuenta, vuelvo una y otra vez a las narrativas de mi infancia. A mis historias infantiles. Como si, al escribirlas, quisiera también recuperar algo, o recordar algo, o simplemente regresar a ese espacio tan blanco del cual fui desterrado. Toda infancia tiene sus puertas de salida. En toda infancia hay momentos ¾a veces magnánimos, a veces prolijos, a veces breves y volátiles¾ que son como pórticos hacia la grandeza del futuro. Los atravesamos con pasos inocentes, llenos de ímpetu y curiosidad, sin entonces lograr comprender, por supuesto, que esos precarios pasos son irrevocables, que no tienen marcha atrás. A veces pienso que por eso escribo. Para intentar regresar a la ilusoria y frágil pureza de mi niñez, en la Guatemala de los turbulentos años setenta. Para meter el plumón en la tinta de mi memoria infantil hasta encontrar allí los momentos que fueron mis puertas de salida. Para volver sobre mis pasos de niño y caminar nuevamente en aquellos pórticos y quizás así, ahora, en un puñado de páginas, y a través del prisma nebuloso de la memoria y la ficción, recuperar destellos de un paraíso perdido.

 

Eduardo Halfon

 

 

Halfon habla

Mañana nunca lo hablamos, de Eduardo Halfon, ofrece una autobiografía en cuentos. Una infancia revisitada bajo una emoción de segundo grado, la que produce darle forma y sentido a todo aquello que no lo tuvo, o lo tuvo a nuestras espaldas. El hermoso primer relato, entre Hemingway y García Márquez (donde, según la ocasión, dispara o enternece Halfon), nos da la pauta del dolor y el amor que esperan en el resto. «Era un jueves. Era el verano del 81. Eran días de disparos». Así se resume el exilio en el último relato, especie de encuentro entre César Vallejo, Kafka y la guerrilla. Los primeros libros del autor, Esto no es una pipa, Saturno o El ángel literario, estaban obsesivamente recorridos por una pregunta: ¿Para qué narrar? Para no suicidarse, parecían responder. Este último libro sugiere otra pregunta con padre de fondo: ¿Para qué recordar? Quizá para tener infancia. Porque mañana nunca hablamos de lo que debíamos, hasta que la escritura por fin habla.

 

Microréplicas, Blog de Andrés Neuman, 2 de julio de 2011


http://andresneuman.blogspot.com/2011/07/halfon-habla.html

 

 


El perro que comía silencio

El perro que comía silencio


Isabel Mellado –


Editorial Páginas de Espuma


128 páginas

Peces y espejos, colores esperando en los museos, celos, ombligos en fuga, amores oníricos, un masoquista que llora de oreja a oreja,  son algunos de los ejes que conforman este libro desfachatado y tierno. Insólito y frágil.

 

Como un concierto, El perro que comía silencio consta de tres movimientos: Mi primera muerte, La música y el resto y Huesos. Escritos en un tono lúdico e intenso, en estas páginas el lector transitará por una gran variedad de temas donde la música es quizá la única certeza.





Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *