Entreviñetas con Rubén Garrido

Por Luis Daza.

 

Rubén Garrido (Priego de Córdoba, 1959) no es un dibujante. Rubén Garrido es un narrador, un historietista de raza. Un creador único, valiente, inclasificable, inquieto, entrañable y con un talento desbordante e inusual en el medio.

 

Rubén le ha dado al cómic español algunas páginas maravillosas e irrepetibles y fue responsable junto a Carlos Hernández y Joaquín López entre otros, de un pequeño maremoto creativo en la Granada de los 80.

 

Su coherencia y el estar lejos de los grandes focos culturales han hecho que su obra no haya tenido la repercusión mediática que se merece. Probablemente si Rubén hubiera nacido y vivido en los Estados Unidos hoy estaría en la misma categoría de Watterson o Schulz.

 

En el 85 su búsqueda de nuevos caminos narrativos y gráficos le lleva a dejar el cómic convencional para experimentar otros lenguajes; y ahora, 25 años más tarde, Rubén vuelve al cómic adaptando los cuentos de la Alhambra de Washington Irving.

 

L.-¿Qué diferencias ves entre el mundo del cómic de los 70 y ahora?

 

R.- En los años 70 había muchos lectores interesados por la historieta en general, pero esto cambió y ha ido apareciendo un aficionado al cómic de género. Recuerdo que mi padre decía que le gustaban las películas de vaqueros, el no decía que era aficionado al cine. Con el cómic está pasando esto, que cada vez hay más aficionados al manga, a los super héroes, y a otros temas concretos y menos aficionados al cómic en general. Y es que yo siempre he sido de estos últimos porque a mí lo que me ha interesado del cómic es su potencial como medio de comunicación.

 

L.- ¿Con qué estilo te sientes más cómodo, con el realista o con el humorístico?

 

R.- Yo he aprendido lo poco que sé de dibujar copiando y copiando. Unas veces copiaba dibujos serios otras me daba por copiar dibujos cómicos y nunca terminé por decidirme. Me gustaría ser un gran dibujante realista pero ni soñando. Me encantan y admiro estas dos posibilidades: lo serio y lo cómico. Lo he mezclado a mí manera y según mis posibilidades. Los dibujos cómicos los considero dibujos abstractos.

 

L.- ¿No crees que los términos han hecho mucho daño al cómic? Cómic se asocia a cómico, a infantil y tebeo ya no digamos.

 

R.- Cuando el río suena mierda lleva. Algunos nombres de medios se convierten en adjetivos calificativos. Decimos que algo es teatrero, peliculero o que tiene mucho cuento. Cuando se dice que una película es muy de cómic ¿qué quiere decir? Que sus personajes son psicológicamente básicos y que es un pasatiempo. Hay que reconocer que la gran mayoría de los cómics son así.

 

L.-Pero también es así en el cine y la literatura. Hay muchas películas y muchas novelas de usar y tirar y sin embargo no tienen esas connotaciones negativas.

 

R.-La industria que hay detrás del cine o la novela es mucho más potente. Y la novela tiene un prestigio de siglos que no se lo salta un galgo. Un historietista como Harold Foster está a la altura de un cineasta como John Ford pero el cómic no ha sido ni es una industria tan potente como el cine, que además es un espectáculo. El cómic no es espectáculo.

 

L.- Siempre me ha llamado la atención de ti que has conseguido un estilo muy tuyo, muy limpio de influencias.

 

R.- El estilo que tenemos cada uno se tiene sin ningún esfuerzo. Es algo natural. Como cuando escribimos. Sin pensárnoslo tenemos un estilo personal de escritura. De esta manera, para algunos dibujantes, el estilo es una desgracia como otra cualquiera. No es mi caso. Además, si hago historietas fuera de la norma, el dibujo también tiene que estar fuera de esa norma. Si no, no sería creíble lo que cuento.

 

 

L.- ¿Qué sensaciones o emociones te apetece más transmitir a la gente que te lee?

 

R.- Pues que sienta conmigo lo que yo siento. Como todo el mundo que se dedica a esto. Básicamente, o tristeza o alegría. Pero mi trabajo esta lleno de humor. Incluso cuando se trata de algo triste, hay toques graciosos. Me considero un humorista y un narrador, pero sin historias, porque ¡nunca sé qué contar!

 

L.- Tu última historieta convencional fue ‘El Pirata’ y a partir de ahí empiezas una época radicalmente distinta.

 

R.- El Pirata es mi Ciudadano Kane porque era una historia en la que quería que el lector se sintiese rodeado de ella. Solo que yo lo hice al final de mi carrera, ese tipo de historietas, y Welles lo hizo al principio de la suya.

 

Quería continuar el concepto de El Pirata haciendo una serie con historietas de género, del oeste, del espacio, terror… así, repasando los géneros que hasta entonces nunca había tratado. Pero ya solo veía piratas, piratas y piratas y dije: ¡fuera, se acabó!, y lo dejé.

 

L.- ¿Y cómo lo retomas?

 

Dándole vueltas a cómo continuar me reencontré con las cosas que hacía entre mediados y finales de los 70. Acabo de publicar digitalmente una selección que llamo “El comic que nunca existió”. Y de ahí salieron mis manchurrones. Lo que me apetecía contar entonces, ideas, sensaciones… no se podía contar con las normas convencionales. Hice una historieta sin primeros planos, sin decorados, sin personajes. Sentía haciendo aquello lo que podían sentir los vanguardistas de primeros de siglo con la diferencia de que las vanguardias aquellas eran totalitarias (o haces lo que yo o eres una caca) y yo, por suerte, de eso me libré. Seguía admirando a Vázquez, a Jan, a Cuyàs…

 

Aquello no tenía salida comercial alguna -lógico- y lo abandoné. Aprendí mucho haciendo los manchurrones. Me vi fuera pero dentro, entendiendo cosas que hasta entonces no terminaba de pillar. Sin ser entonces ni ahora un experto en pintura, entendí toda su historia, olvidándome de la palabra arte, que es un estorbo.
Pero, ¡ojo!, yo no quería ser pintor. Yo era narrador.

 

L.- ¿El cómic te lo has planteado alguna vez como profesión?

 

R.- Yo empecé haciendo historietas pero nunca me he ganado la vida haciéndolas. Me he ganado la vida con la publicidad, el diseño, la ilustración o dando cursos. Y es que el sector no da actualmente las condiciones para profesionalizarse. Hace poco me dijo un colega historietista que el libro que había publicado le había costado un año de trabajo y que hasta la fecha había cobrado 1.500 euros. Mala cosa.

 

Por mi parte el tipo de historieta que yo hacía no tenía salida en el mundo editorial, tan simple como eso. Habría que preguntarle a los editores. A pesar de ello, opino que mi trabajo tenía y tiene su público: cualquiera.

 

L.- Sin embargo ganaste el Mortadelo de Oro.

 

R.- Me lo dieron en el año 85. Un recuerdo muy bonito. Volviendo a Granada, en el aeropuerto, la guardia civil me hizo abrir el equipaje. Allí llevaba la estatuilla. El guardia civil que la vio dijo: ¡Anda, el Mortadelo de Oro!

 

Unos días antes cuando fui a recoger el premio a Barcelona y hablaba con los representantes de la editorial, les insistía en que quería ver la editorial, las oficinas, el estudio y siempre me daban largas, pero me puse tan pesado que al final me llevaron. Conforme subía por las escaleras esperaba encontrarme en cualquier momento con Gordito Relleno o cualquier otro de los personajes de Bruguera. Todo me recordaba a los decorados de sus tebeos. La misma Bruguera me recordaba a un escenario de un tebeo de Bruguera. La pena es que aquello era ya la decadencia total y solo quedaban unos estudios vacíos y en una esquina unos pocos se dedicaban a cortar y remontar páginas para editarlas de nuevo. En esa época solo le quedaba un año de vida a la editorial. Me ofrecieron trabajar con ellos pero yo no me veía allí entregando todas las semanas equis páginas con unos esquemas obligados que además ya estaban acabados.

 

L.- Le has dedicado mucho tiempo a estudiar y a dar clases sobre el lenguaje audiovisual y especialmente al mundo de la viñeta.

 

R.- El primer taller que di fue en 1980. He desarrollado métodos para explicar la historieta tanto a niños como a jóvenes-adultos. Esto también lo hago con el diseño gráfico y el audiovisual. Me considero un pedagogo porque siempre le doy vueltas a lo mismo: ¿cómo se puede aprender?. En el caso que me ocupa es: cómo se aprende a ver.

 

Todas las personas que hacen historietas saben que no se trata sólo de dibujar. El historietista, además de decisiones de ilustrador, tiene que tomar decisiones de narrador. Un historietista no tiene que ser un ilustrador como un director de cine tampoco tiene por que ser un fotógrafo.
Hay detalles y detalles: desde el tamaño de cada viñeta, su recuadro o su ausencia, dónde colocas los bocadillos, cómo compones la página, el tamaño de cada cosa, los encuadres, los puntos de vista, la información visual que das en cada viñeta, si está delante este dibujo de esta otra viñeta… en fin, podemos no terminar.

 

Alguien explicaba (no recuerdo quién, lo siento) para qué sirve una viñeta: una viñeta sirve para que pases automáticamente a la siguiente viñeta.

 

Y, sin olvidar que entre dos viñetas pueden pasar dos cosas: una, que no transcurra ningún tiempo o dos, que transcurra un tiempo. Por ejemplo. En una viñeta vemos a un tipo que dice: “Me voy de viaje” y en la siguiente viñeta vemos un tren avanzando en un paisaje o al tipo sentado en el tren viendo una película o al tipo comprando el billete de tren… Se elija el momento que se elija para la segunda viñeta, entre las dos hay una elipsis, un tiempo que transcurre pero que no se cuenta (elipsis significa “falta” en griego). Podemos definir la elipsis como el recurso narrativo que completa lo que se cuenta sin ser contado. La novela, el teatro, el audiovisual, la historieta… en todos estos medios narrativos hay que decidir qué cuentas y qué te saltas.

 

L.- Siempre te han interesado los niños, ¿no?

 

R.- He trabajado mucho con el mundo de los niños, mi parte infantil empatiza con los niños rápidamente. En el 74 empecé a dibujarlos. He hecho también mucha publicidad con ellos. En el 89 me inventé Entrepiernas. La llamé así porque los niños protagonistas, que no tienen nombres propios y no son fijos, se mueven en un mundo, el de los adultos, en el que nunca hablan, solo salen las piernas y ellos se mueven por allí. Estos niños, a su vez tienen hermanitos más pequeños todavía que les hacen la vida imposible. Con el tiempo las piernas han desaparecido pero los niños siguen haciendo de las suyas
“Mis niños”, como les digo, siempre han seguido conmigo. Tienen vida propia y no dejan de sorprenderme con sus ocurrencias. Disfruto mucho haciéndolos. Además, unas veces es más infantil otras más adulto y pienso que en todos los casos es atractivo de ver tanto para niños como para adultos.
Otras ideas que he tenido no me han durado tanto como esta con la que sigo y sigo. Empezó siendo una tira para prensa siempre con tres viñetas, luego hice dibujos sueltos, cuentos, historietas, dibujos animados, collages… “Mis niños” son niños que se comportan como niños. Charlie Brown y Mafalda, son niños pero piensan y actúan como adultos. Los míos nunca dejan de razonar como niños.

 

 

L.- Algo que admires para terminar

 

R.- Que cada vez admiro más a los clásicos en general y a los del cómic en particular y por supuesto a cualquiera que sea capaz de llenar una página con dibujos, planos, iluminaciones, animales corriendo, onomatopeyas, decorados, vestimentas, estaciones del año, coches chocándose, fondos marinos, bailes en la Francia de Luis XV, persecuciones de naves espaciales, flores de todo tipo, expresiones faciales, manos cogiendo todo tipo de cosas, arrugas de chaqueta, ejércitos enfrentados… ¡Admirable!

 

Página web de Rubén Garrido

Blog de Rubén Garrido

 

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