Aubrey Beardsley. Modernismo y modernidad

Por J.F. Pastor Pàris
 

Cuando uno se entrega a la contemplación de la obra de Aubrey Beardsley (1872-1898), aunque sea de forma distraída o displicente, hay un par de elementos de cuya poderosa fascinación el espectador encuentra difícil sustraerse. Se produzca el encuentro con los dibujos del artista londinense en aras de la simple recreación estética, o bien el experto ejercite su mirada crítica, la modernidad, tanto conceptual como técnica de que hace gala en su obra, resulta tan manifiesta en nuestros tiempos como debió de serlo en la época del decadentismo finisecular, que tan bien puede resumir sus clichés más obvios.

 

En efecto, Beardsley fue el primer ilustrador que renunció a la puesta en escena técnica y compositiva tan del gusto de las sensibilidades decimonónicas y que había otorgado merecida fama a artistas vinculados a la ilustración de libros, como Doré o Grandville. La exención de recursos habituales, como los ubicuos fondos a rayas, se une a la cristalización de la influencia ejercida por el grabado japonés tan de moda en la Europa del momento; el impacto visual de la obra de Beardsley se basa en la economía de medios unida al virtuosismo decorativo. Simples trazos de negro sobre fondo blanco, prescindiendo, -con la sana arrogancia de un apóstol de la modernidad- de tonos medios, juegos de sombras o grises. Los patrones de estampa japonesa del Ukiyo-e se imbrican, por primera vez, en el estilo de un artista europeo junto a la ruptura con la ortodoxia establecida anteriormente; todo ello bajo el tamiz de una visión ciertamente particular de la experiencia artística.

 

Con todo, no podemos obviar el hecho de que Aubrey Beardsley es en gran parte un hijo de su tiempo, aunque descollase en la mayor parte de ámbitos de su vida. El movimiento modernista, enlazado en una nebulosa de fronteras con el simbolismo poético francés, y el decadentismo, cursan apenas dos décadas de esplendor que coincidirán con la breve existencia de nuestro artista. Consideraciones aparte, lo cierto es que estas novedosas corrientes artísticas, cuyo comienzo en Inglaterra podemos fechar en los inicios del prerrafaelismo, propician un conducto inmejorable para ciertos aspectos de la sensibilidad del autor, tanto en la expresión de aspectos reprimidos de la sexualidad, -no exentos de una como en la inaudita libertad creativa del objeto pintado. Así mismo, la figura del decadente y del dandy, en las que tan bien dará la planta Beardsley, representan al intelectual hastiado que aboga por el sarcasmo y la fina ironía para marcar su concepción de la realidad de su época, en el rechazo de ésta, la búsqueda de un esteticismo refinado no exento de connotaciones viciosas y la artificialidad de una mecánica subversiva directamente opuesta a los valores burgueses. No olvidemos que Beardsley es uno de los primeros en desmarcarse radicalmente del paradigma de la naturaleza -cuyos modelos ideales de belleza esclavizaban a las artes plásticas desde la Grecia clásica-, que establece puente con las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX.

 

Nacido en Londres en 1872 y fallecido en 1898, la brevedad de su vida contrasta con su abundante obra. En 1893 firmó su primer contrato con un editor londinense para ilustrar nada menos que Le Morte d`Arthur, de sir Thomas Malory. Antes de ello había gozado de un breve patronazgo intelectual a cargo del pintor prerrafaelita Edward Burne Jones (1833-1898), por el que tomó cierta preparación en la Escuela de Bellas Artes de Westminster, además de contacto con la obra de pintores tan dispares como Mantegna, Whistler o Durero.

 

En sus ilustraciones a Le Morte d`Arthur es donde comienza a cristalizar su estilo pictórico, su especial sentido de la perspectiva, su ya mentado contraste entre negros y blancos, a la vez que su uso de la línea. Ésta, expresiva y bien delimitada, fluctuará dentro de un amplio espectro, que al igual circunscribe figuras como las vuelve etéreas a base de arabescos, ya que la función de la línea en Beardsley no se limitará nunca a delimitar cuerpos y objetos; se trata más de un hálito intangible que forma parte de la esencia de la figuración.

 

Hacia el mismo año, 1893, es cuando aparece en París la obra Salomé, de Oscar Wilde. Entusiasmado éste por un dibujo, que sobre su texto había hecho Beardsley dentro de un enfoque irresponsable y lúdico, el escritor inglés le encarga las ilustraciones de la versión inglesa, estrenada en 1894. Estos dibujos son, posiblemente, los más famosos entre toda la producción del artista, y con motivo. En este encargo, a diferencia de otros en los que se hubo de encontrar más constreñido, Beardsley se abandonó por completo a la inspiración asociativa que le transmitía el texto, siendo el resultado final algo dispar a lo que podía versar la obra de Wilde, pero conformando una creación artística bastante más valiosa. En realidad, independientemente del poderoso erotismo de las pinturas, dotadas de tal concentración sexual que les hicieron merecedores del concepto “erotización de la línea”, el verdadero espectro de lo moderno que encarnan estriba en la percepción interpretativa de un artista dotado de una sensibilidad exacerbada; la imbricación entre texto e ilustración sin trabas ni cortapisas, una plena conjunción entre literatura y arte. Posteriormente hubo de desarrollar este inviolable enfoque en la ilustración de otros textos claves, entre los que se cuentan la Lisístrata, de Aristófanes o la Historia de Venus y Tannhaüser, escrita por el mismo Beardsley, aunque sin la repercusión que hubo de tener su enfoque visual sobre Salomé.

 

Es en este malogrado artista londinense, mejor que en otros contemporáneos que disfrutaron de una vida más larga y plena, donde podemos contemplar no sólo un desfile de imaginería ambigua y dotada de la suave percepción del erotismo, sino también los primeros y auténticos compases de la modernidad en las artes visuales. Algo que, si no en otros ámbitos, hubo de encontrar en la ilustración un vehículo ideal.

 

 

2 thoughts on “Aubrey Beardsley. Modernismo y modernidad

  • el 10 octubre, 2011 a las 10:20 pm
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    Y la no pequeña contribución a una visibilización de Poe…

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  • el 10 octubre, 2011 a las 10:32 pm
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    Perdón, ese fue Harry Clarke, posterior… ¿Alguna relación entre ellos?

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