Entrevista a Benjamín Lois

La semana pasada publicamos la última entrega de FANTASMA, el cómic noir y underground de un matón a sueldo muy especial, escrito y dibujado por Benjamín Lois, y que durante 18 semanas os hemos ofrecido en exclusiva en Culturamas. Con Benjamín Lois, su autor, os dejamos hoy en esta entrevista en la que cuenta el proceso creativo de FANTASMA.

 

P.- ¿Cómo surge la idea de ‘Fantasma’?

 

R.- Bueno, inicialmente, Fantasma era un cuento escrito, no demasiado elaborado, apenas una idea bocetada sobre un tipo solitario que, por determinadas circunstancias, se sumerge en un mundo bastante oscuro. Parecía más un guión que un cuento. Pasados algunos meses, volvió a caer en mis manos y lo releí. Lo vi muy claro al instante. El cuento necesitaba ser completado, pero mejor que con palabras, con imágenes, y quitarle cierto tinte de seriedad que tenía para hacerlo un tanto más sarcástico.

 

Sin tiempo que perder, me puse a elaborar un guión, esta vez con toda la intención del mundo, y nació el amigo Fantasma.

 

P.- ¿Crees que Madrid necesitaba su particular hard boiled?

 

R.- No sé si expresamente un hard boiled, lo que si necesitaba y necesita es volver a ser el escenario de historias contadas, ya sea a través de cine, de literatura o de cómics. Pienso que dónde suceden las historias es importante porque, en cierto modo, marca un poco la actitud de los personajes: un neoyorkino no se comportará igual que un madrileño o un barcelonés frente a los avatares a los que se enfrente. Y hace ya mucho tiempo que no tenemos historias de madrileños o madrileñas.

 

Tampoco es de extrañar. Madrid, antaño el lugar donde todo era posible, cruce de caminos, nido de un montón de culturas, es una ciudad al borde de la muerte social a causa de dirigentes que parece nos quieran a todos encerrados en casa rezando el rosario. Sí, existe una cartelera cultural amplia pero a la que no se le saca partido porque la información sobre ella y la promoción brilla por su ausencia. En este panorama, veo lógico que los creadores no elijan esta ciudad como escenario por insulsa donde todos sus habitantes acatamos las normas por peregrinas que sean, pasando de ser gente activa, abierta e inquieta a seres aburridos y controlados.

 

Por eso decidí ubicar la historia en Madrid. Podría haber elegido Nueva York, por ejemplo, donde el protagonista hubiera podido pilotar un F-18 sin que eso causara sorpresa, en América cualquier cosa encaja, pero, a pesar de algunos, Madrid sigue siendo una gran ciudad donde aún la “justicia poética” es posible.

 

P.- ¿Cómo es tu proceso de trabajo?

 

R.- Como ya he dicho antes, lo primero es tener la historia, los personajes, un nudo, un desenlace… A partir de ahí, el guión, una estructura coherente con lo que se quiere contar, y a dibujar. Es en este punto donde se entra en una rutina que pone a prueba tus propias fuerzas y donde realmente te das cuenta de si es lo que quieres hacer, mucho más cuando es uno el que lo hace todo, el guión, el dibujo, la tinta…

 

El día a día es simple. Soledad, un papel en blanco, un lápiz en la mano. Se distribuyen las viñetas, se encaja el texto y, en función de él, se dibuja. Bueno, se dibuja, y se borra y se vuelve a dibujar con otro enfoque que ayude mejor al relato. Hecho esto, llega la tinta, donde se sigue dibujando porque se siguen añadiendo detalles. Así, de la primera a la última hoja.

 

P.- Narrativamente, ¿qué es más importante en una historia de este tipo, el tratamiento de la violencia o el humor sarcástico?

 

R.- Ambas por igual. La violencia se puede enfocar de muchas maneras, pero, sea como sea, si explícita, si sutil, se puede caer en el error de sacar al lector de la historia. El humor sarcástico te rescata de ese mal. Si en cada escena violenta se desliza algún “gag”, el lector lo recordará más que el hecho de que acaba de ver cómo se le corta la cabeza a un tipo con un escalpelo y no perderá el hilo. Ahora bien, tampoco hay que abusar del humor porque puede suceder lo mismo que con la violencia. El equilibrio entre violencia y sarcasmo es la fórmula.

 

P.- Y estéticamente, ¿cuáles han sido tus decisiones?

 

R.- Por motivos de escasez de tiempo, desde el principio tuve claro que debía hacerlo en blanco y negro. Decidido esto, y siendo muy truculento, no podía dibujar escenas cargadas de detalles estilo Marvel. Lo que mejor cuadraba era oscurecer el ambiente, ser parco en detalles, mucho negro y, en ocasiones, mucho blanco, ofrecer un contraste muy marcado para hacerlo más impactante. En este sentido, Sin City fue un referente.

 

P.- te gusta dejar el lápiz visible bajo la tinta. ¿Se trata de una excentricidad, de una superstición o crees que así el cómic es más de verdad?

 

R.- Bueno, eso responde a muchos cosas… principalmente, optimización del tiempo, pero también hay algo de romanticismo. Es un trabajo absolutamente hecho a mano y, siguiendo los consejos de un amigo, dejé las trazas sin remordimientos para que así se pudiera apreciar. El cómic de Fantasma, bueno o malo, con sus fallos y aciertos, es algo totalmente mío, algo pensado y creado por mí, y eso me produce un orgullo especial porque está basado íntegramente en mis capacidades y no en tecnologías aplicadas, que ya sabemos que, en muchos casos ayudan, pero en otros, también muchos, cubren ciertas carencias.

 

P.- Sé que, como ilustrador, manejas otros estilos, como el trazo rápido, el tono grafitero, el tatuaje, la sátira periodística o el hiperrealismo. ¿Cada proyecto necesita un lenguaje?

 

R.- Rotundamente sí. En cada proyecto que se inicie, para que el resultado sea más o menos aceptable, es necesario involucrarse al máximo, y para ello hay que adoptar la actitud que cada caso requiera. No es lo mismo dibujar hiperrealismo, donde no hay opción alguna de abandonar la “geometría”, que dibujar rápido o el mismo cómic, donde se puede hacer prácticamente lo que se quiera sin que el resultado final se resienta. A fin de cuentas, todo es dibujar, eso está claro, pero es el grado de libertad en la muñeca y en la cabeza lo que marca el lenguaje a seguir, que no es un fin en sí mismo
y sí una herramienta más con la que conseguir lo que se busca.

 

P.- ¿Cuáles son tus referentes comiqueros?

 

R.- Ya lo he nombrado antes. Uno de los que más me gusta en Frank Miller, como guionista y dibujante. Me gusta el ambiente de sus trabajos, la manera de afrontar las viñetas, fuera de convencionalismos mercantiles. También me gustan mucho los dibujos de John Romita y Dave Crossland. En cuanto a guiones, Allan Moore es fantástico, o Straczynski, pero sin duda alguna me quedo con Garth Ennis y su Predicador.

 

P.- ¿Vas a hacer más cosas con ‘Fantasma’?

R.- Sí quisiera, aunque no depende únicamente de mí… Me gustaría que se editara en papel, tal cual está, sin retoques. Pienso que gustaría tenerlo en casa y echarle un vistazo siempre que se quisiera. También existe una opción de exponerlo, los originales de las mejores páginas, pero bueno, es algo que aún está en el aire… Y continuarlo, por supuesto. No inmediatamente porque tengo más proyectos en marcha, pero sí, en algún momento. El hilo de la segunda parte ya lo tengo pensado pero bueno, piano piano…

 

P.- ¿Y después de ‘Fantasma’ qué? ¿Planeas un otoño caliente?

 

R.- Pues, afortunadamente, sí. Tengo varios cuentos escritos sobre los que espero una respuesta y que, posiblemente, me den alguna alegría más que la de haberlos escrito. También tengo dibujos en la cabeza que hacer y volver a sentir el aroma del óleo, que lo tengo un poco abandonado…

 

Pero lo más importante, lo más “caliente”, es la participación el próximo diciembre en el Festival de Cine Inédito de Mérida. Después de mucho batallar y de incontables horas de trabajo frente al papel, mi amigo Fernando Marañón y yo vamos a exponer allí la primera versión del proyecto David y Goliat, una muestra de dibujos hiperrealistas en la que enfrentamos, de manera amena, el cine español con el todopoderoso americano. Es una propuesta realmente interesante, de gran calidad, aunque me esté mal decirlo a mí, que ofrece no solo un espectáculo visual sino también la oportunidad de meditar un poco sobre lo que, para bien y para mal, tenemos aquí en España.

 

Dibujo de Benjamín Lois

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