Mi madre es un pez

Por Recaredo Veredas.

 

Mi madre es un pez. VV. AA. Edición y prólogo de Sergi Bellver y Juan Soto Ivars. Libros del Silencio. Barcelona, 2011. 22 €.


Bellver y Soto Ivars, como indican en su divertido prólogo, reivindican en esta antología la contundencia y el drama. Y como todos sabemos, aunque cada día queramos olvidarlo, la familia, cualquier familia, posee una capacidad de generación de trauma y tragedia más potente que todos los arsenales nucleares del planeta. Tan popular secreto, valga el oximorón, era sobradamente conocido por William Faulkner, uno de cuyos personajes pronunció, en circunstancias de particular dificultad, la mítica frase que da título a este libro.

 

Mi madre es un pez es reivindica, por tanto, la narrativa más intensa y universal (es decir, aquella que un señor de Wichita o Kobe puede sentir como propia, aunque nunca haya pisado la tierra que habitan los personajes). No es una recopilación trivial y exhibicionista sino necesaria, casi política. La necesidad se percibe incluso en la estructura y en los títulos –Mortal y Rosa, por ejemplo- de las distintas partes en que han dividido el aluvión de cuentos.

 

Podría afirmarse, aunque estos tiempos sin espíritu aligeran cualquier máxima que, casi todos los autores abordan la familia en casi todas sus obras. Así ocurre porque la familia determina nuestros actos pasados, presentes y futuros y, en cierto modo, se escribe sobre ella, incluso sin hacerlo. Esta omnipresencia se detecta en la antología: no todas las narraciones abordan de manera directa las alegrías y desgracias que causan tan apreciada institución pero en el comportamiento de todos los personajes aparece el poso –tan querido por Freud- de papá y mamá.

 

Desde una perspectiva más “a pie de tierra” constituye una excelente muestra de la mejor literatura escrita en español, ajena a barreras geográficas o a prejuicios generacionales.. Aparecen nombres nuevos, como Manuel Jabois o Gabriel Sofer. También encontramos  jóvenes salvajes, como Carlos Padial, y la presencia intensa y real de la narrativa sudamericana, ejemplificada con el “Nací entre frases de pésame “ que abre el relato de Andrea Jeftanovic. No se olvidan de los consagrados –cómo no mencionar el clasicismo irónico de Eduardo Mendoza- ni de quienes se aproximan a la cima,  gracias, por ejemplo, al dramatismo punk de Javier Calvo o el neonihilismo de Alberto Olmos. Una recopilación divertida, interesante, un mordisco de provocación.

 

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