AnoHana: la tragedia y su apéndice, el recuerdo

Por José A. Cartán

Uno de los animes estrella de la temporada en Japón ha sido el larguísimo Ano Hi Mita Hana no Namae o Bokutachi wa Mada Shiranai, también conocido como AnoHana. Una serie que se podría encuadrar dentro de lo que se conoce como slice of life, algo así como fragmento de vida, y cuyos rasgos característicos enfatizan la cotidianeidad y el día a día de sus protagonistas.

 

El anime consta de once capítulos en los que se nos narra la historia de un grupo de seis amigos que ve cómo uno de ellos, la joven Menma, muere en un azaroso suceso veraniego en la ya pretérita infancia. Tras el trágico acontecimiento, cada uno tomará su particular rumbo en la vida y no se volverán a encontrar hasta diez años después, siendo ya adolescentes y en aras de adentrarse en la etapa adulta. A uno de ellos, Jintan, se le aparecerá Menma y será su sombra día y noche hasta el momento en el que, tanto él comos sus antiguos amigos, descubran y lleven a efecto la promesa que hizo su amiga antes de fallecer.

 

AnoHana posee todas las cualidades y todos los defectos que se le pueden achacar a gran parte del anime de la actualidad. Por un lado, y como no podía ser de otra forma, un grandioso uso de la técnica de la animación, tremendamente colorista, que consigue que cada uno de los protagonistas se desvincule del resto gracias a su particular personalidad, consiguiendo de esta manera una excelente y heterogénea policromía de perspectivas. Así tenemos cómo Poppo es un ser altruista y bondadoso, Yukiatsu, un chico egoísta y estudioso, Tsuruko, una joven fría y decidida, Anaru, una chica tímida y trabajadora y, por último, Jintan, un hikikomori que tiene miedo de enfrentarse al mundo y a los que le rodean. Este juego de personalidades se acompaña, además, de una fuerte carga dramática y una banda sonora que subraya el componente nostálgico de la serie, al igual que el opening y el ending de la misma.

 

No se pueden obviar aquellas particularidades que chirrían sobremanera a lo largo de la serie; el histrionismo de alguno de sus personajes, lamentablemente característico del anime, llega a desquiciar al espectador más sosegado, así como la pomposidad y la exagerada artificiosidad de los cuadros sentimentales, los cuales se decantan por un ñoñerismo sin parangón. Otra de las lacras que suele poblar la gran mayoría de producciones que se circunscriben en este noble arte.

 

La heterogeneidad que se citaba anteriormente, también se extrapola a la numerosa cantidad de géneros que es capaz de frecuentar la serie; desde el drama, que se ve apoyado por los traumas de los que son partícipes los personajes, debido a su distanciamiento y a los sucesos del pasado, y que será el principal engranaje narrativo de la serie, un realismo que parte de su condición de slice of life, en el que se ubica la vida laboral y estudiantil, el costumbrismo, incidiendo en los hábitos y la gastronomía nipona, el realismo social, del que Jintan, como hikikomori, es el único protagonista, o el ecchi, término japonés que se utiliza para designar a aquellos manga o anime caracterizados por poseer cierta cantidad de contenido erótico.

 

La amistad se desvela, al final de la serie, como la única y verdadera razón para sus personajes. Poco importa que los años hayan ido sucediéndose mientras ellos seguían sus propias sendas, el final del camino ha sido el mismo para todos. Aunque el recuerdo y la tragedia no se marchen nunca de sus vidas, han logrado encontrar la redención y el encuentro consigo mismos.

 

* AnoHana fue emitido por la cadena japonesa Fuji TV desde abril hasta junio de 2011.

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