Entrevista a Andrés Ibáñez por «La lluvia de los inocentes»

 

Por Benito Garrido.

 

A propósito de su última novela La lluvia de los inocentes (Editorial Galaxia Gutenberg, 2012), hemos entrevistado al escritor madrileño Andrés Ibáñez.

 

Andrés Ibáñez nació en 1961 y es licenciado en Filología Española por la Universidad Autónoma de Madrid. Hombre de cultura en el más amplio sentido de la palabra, a los cinco años escribió una versión muy personal de “Don Quijote” y desde entonces la escritura y la música han marcado su vida. En 1989 se fue a vivir a Nueva York donde residió siete años y escribió obras de teatro en inglés, alguna de las cuales llegó a estrenarse allí. Ha escrito poesía pero sobre todo se le conoce por sus novelas: La música del mundo (1995), El mundo en la Era de Varick (1999), La sombra del pájaro lira (2003), El parque prohibido (2005) y Memorias de un hombre de madera (2009), además del volumen de cuentos El perfume del cardamomo (2008). Colabora habitualmente en ABC Cultural donde escribe una columna titulada «Comunicados de la tortuga celeste«. Ha sido durante muchos años pianista de jazz.

 

La lluvia de los inocentes.  Andrés Ibáñez.  Editorial Galaxia Gutenberg, Barcelona 2012.  Novela.  480 páginas.  23,00 €

 

Una novela nostálgica e irónica que busca la identificación del lector en esta crónica escrita por uno de los novelistas más destacados de su generación.

 

En esta novela generacional, Andrés Ibáñez narra la adolescencia y la primera juventud de la generación de los ochenta. Trufada de referentes musicales, cinematográficos, de lecturas de novelas y de cómics, serán muchos los que se reconocerán en las peripecias de sus protagonistas y en la España de aquella época, la del asentamiento de la democracia y de la movida madrileña pero también de los primeros desencantos.

 

Considerado una de las voces más sólidas y destacadas de la narrativa actual, Andrés Ibáñez ha volcado en este libro su necesidad de detenerse un momento, pensar y volver la vista atrás para analizar aquellos caminos por los que ha transitado y que le han conducido hasta lo que es hoy. Un viaje personal que refleja la generación de los nacidos en lo años 60, donde el autor ha escarbado en su memoria para construir la historia de unos personajes que podrían situársele muy cercanos y que todos podremos reconocer.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Cuáles fueron las razones que te impulsaron a escribir este viaje nostálgico?

Eso es muy difícil de contestar, por qué te pones a escribir un libro. Supongo que hay un momento en que uno se pregunta quien es, o por qué es como es, o como ha llegado a ese sitio de su vida. Yo me planteé cual había sido el camino que me había conducido hasta aquí.

Hablamos de una época que fue dura para mí, al menos literariamente. Entonces se produce un movimiento de auto-recogida, un yo no sé nada de nada, no entiendo nada de nada, pero me voy a centrar en lo que sí conozco, mi pequeño mundo privado, lo que yo he vivido, mis experiencias, la época que yo he vivido. Y de eso es de lo que quería escribir.

 

P.- ¿Estamos ante una autobiografía encubierta?

No. Es una novela a cuyos personajes les pasan unas cosas muy parecidas a las que me pasaron a mí. Pero es una novela.

 

P.- ¿Reflejo histórico de una época o más bien novela de personajes?

Es más bien una novela de personajes. Cuando hablas de algo histórico la gente se pone muy tensa, y le asoma un brillo metálico en la mirada. Yo creo que hay vidas de personas y sus experiencias. Y luego lo de histórico es algo como muy general. Todo el mundo está en la historia y al mismo tiempo está en su propia vida. Cuando yo cuento cosas personales que me han pasado, descubro que son propias de una época, de un país, y la historia está precisamente ahí. No se puede separar la historia de la experiencia individual, pero en cualquier caso esta no es una novela histórica, es el reflejo de una época a través del prisma de una persona. De ahí, que insista en decir que es una novela. Quería recordar como era la vida entonces, qué se hacía, de qué se hablaba. La literatura no trata de la sociedad, trata del individuo y su exploración personal.

 

P.- Novela de profundas emociones, de vivencias, de recuerdos que marcan. A veces parece que las sensaciones que quieres transmitir superan a la acción.

Sí que quería transmitir sensaciones. Lo que quería era hacer un relato realista de una vida, y en estos casos no hay coincidencias ni grandes sorpresas porque en la vida normal no hay eso. La vida tiene otro ritmo y yo buscaba reproducir ese ritmo de la vida real. Puesto que vamos a ser realistas, seámoslo hasta el final: hay conversaciones, encuentros, pequeñas cosas que pasan. Por eso buscaba mucho reflejar el ambiente imperante, la ciudad que también tiene mucho protagonismo, y desde luego las sensaciones que en una época como la adolescencia son realmente fuertes. Yo recuerdo de pequeño tener una sensación muy fuerte de las estaciones y sus cambios, algo que con el paso de los años se va perdiendo, entras en un mundo mucho más mental.

Los ochenta fueron tiempos de locura, de desmadre vital pero a la vez era todo mucho tranquilo, no teníamos estas cosas de los horarios, el  estrés, de las prisas, la gente que come en un banco para luego seguir trabajando. No había ansiedad.

 

Andrés Ibáñez. Foto © Amaya Aznar

P.- Intimista, nostálgica, reflexiva… ¿Novela quizás escrita como una terapia personal?

Todas las novelas son terapias muy profundas que te sirven para limpiar el subconsciente, la memoria, las pulsiones, el pasado, los temores. Toda la literatura es una terapia. Y esta novela supongo que también lo ha sido, pero quizás no tan intensa como yo esperaba. Cuando la escribía era muy objetivo, no veía el pasado con una aureola de algo maravilloso. No tengo sensación de paso del tiempo, parece que todo ocurrió ayer. Aunque sí considero que es bueno recordar pues el paso del tiempo le da a las cosas una pátina que hace replantearlas, les da un color diferente, hasta hacerlas incluso exóticas, interesantes.

 

P.- ¿Es un libro que nuestros hijos podrían entender bien, colocarse en la piel, en la época?

Es curioso, casi todos los libros que leemos son de otros países y de otras épocas, entonces bajo ese prisma, no creo que les supongo ningún problema. Yo creo que va a ser una especie de fuente de información de cómo era la vida entonces. Mis hijos supongo que leerán este libro en algún momento, pues ahora son pequeños todavía para eso, pero creo que muchas cosas les resultarán familiares, algunas, las más internas, no cambian tanto. La infancia de los niños de ahora es diferente: no juegan, no se relacionan, están agobiados por los deberes y las obligaciones, no tienen tiempo para nada, son como soldados del aprendizaje. Esta es una vida desquiciada.

 

P.- ¿Sigues habitualmente las cifras de venta, la lista de best-seller?

Si un libro va a vender o no, es algo que nosotros no podemos controlar. De ahí que entonces no me preocupe. Yo hago mi trabajo, escribo los libros que puedo escribir y luego si son un éxito pues perfecto. A mí claro que me gustaría ganar mucho dinero con la escritura pues eso me daría independencia y también mucho tiempo. Incluso los que escriben best-seller lo hacen porque les gusta y les satisface. Hoy en día existe obsesión con ese tema, lo importante es hacer libros que sean obras de arte.

 

P.- ¿He leído en algún sitio que en alguna ocasión te planteaste dejar de escribir?

Sí hubo un momento en que incluso lo intenté, momentos muy duros en los que la respuesta a lo que estabas haciendo era nula, momentos de rechazo, de no ser apreciado. Este libro también es un poco fruto de esa época. Hay un día en que dices tengo que replegarme a mí mismo y escribir sobre mí y sobre lo que he vivido. Estamos en una sociedad de burbujas, donde cada uno vive en su propia isla.

Luego la cuestión está en acertar sobre lo que quieres hacer, porque a veces puede ocurrir que te salga una cosa diferente a la buscada. En este libro yo quería buscar algo, y finalmente he encontrado otras cosas que no sabía que estaban ahí.

 

P.- También has hecho teatro, música, incluso un libreto para una ópera (Dulcinea) ¿Qué faceta tuya es la más compleja?

Escribir novelas es lo que me cuesta más. Es lo más difícil que hay, quizás me empeño en seguir haciéndolo. La música siempre ha estado en mi vida y siempre vuelve a atraparme. He sido pianista de jazz, aunque también me encanta la música clásica. Ahora estoy haciendo otra ópera basada en El público de García Lorca.

En cuanto al teatro, pues también me he planteado volver a hacer algo, y más ahora que parece estar viviendo un resurgir, pero es que no me da tiempo ha hacer tantas cosas. Me encanta el mundo del teatro y todo lo que implica, el contacto con la gente, la continua actividad, el estreno, los aplausos… Pasan muchas cosas.

 

P.- ¿Dónde se desenvuelve mejor Andrés Ibáñez, en las aulas o en el mundo editorial?

Pregunta difícil. Son dos entornos profesionales diferentes. Dar clase es una obligación que tengo para ganarme la vida, aunque a mí lo que realmente me gusta y sé hacer bien es escribir. El mundo editorial es muy complicado, pero es parte de la profesión de escritor.

 

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