El mundo que no queremos conocer. Antología de Gervasio Sánchez

Por Alba Moraleda.

Desde el primer contacto con la exposición la mente entiende que ha dejado atrás una realidad tranquila para introducirse en un ambiente agitado y más oscuro. El visitante occidental se sumerge en una realidad del mundo que le resulta lejana, extranjera, pero que no deja de ser su mundo. Tras la visita a la galería el observador comprende que se trata de un mundo tal real como el que pisas cada día, de una realidad que han construido los de su misma raza, los hombres.

La primera sala es muy amplia, con pilares gruesos a los lados, que dejan el centro del emplazamiento muy despejado. Nos recibe con poca iluminación y suelo de hormigón desnudo de alfombras. Al fondo un proyector nos anticipa alguna de las obras que veremos a lo largo de las galerías. Mientras tanto se escuchan explosiones, disparos encadenados de ametralladoras. El cuerpo se pone en alerta, siente incluso un ápice de miedo, de angustia.

Tras los muros de esta primera habitación nos reciben las obras de Gervasio Sánchez. Una antología de su trabajo como fotoperiodista independiente durante 25 años, a través de América Latina, Asia, África y Europa. El reportero con sus fotografías trata de denunciar las atrocidades e injusticias de la guerra y pretende dar voz a sus víctimas, que son los grandes olvidados del mundo contemporáneo.

América Latina 1984-1992

Gervasio Sánchez nunca realizó un curso especializado en fotografía, el fue su propio maestro, según sus palabras “creo que el secreto está en la evolución y ese camino empieza un día determinado. Sólo un genio es capaz de realizar genialidades. A los demás no nos queda más remedio que aprender de nuestros errores”.

En 1984 puso rumbo hacia Centroamérica y allí empezó a aprender la que sería su profesión, sobre el terreno, de forma autodidacta, durante las continuas tensiones del continente americano. Fue entonces cuando se hizo fotógrafo.

Recorrió con su cámara los conflictos de El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Chile, Panamá, Argentina, Colombia y Perú.

Balcanes  1991-1999

El fotoperiodista que durante 17 veranos de su vida trabajó como camarero para poder costearse sus proyectos, en 1991 empieza a vivir de sus reportajes fotográficos.  Ese mismo año cubrió la guerra servo-croata. Después en 1992 se trasladó a Bosnia-Herzegovina para inmortalizar el sitio de Sarajevo. En 1998 la guerra de Kosovo le llevó de nuevo a los Balcanes. Ante estos conflictos, el fotógrafo considera que se dio muestra de la incapacidad y el cinismo de los responsables políticos y diplomáticos europeos que no fueron capaces de parar el episodio de guerra en este territorio. Para describir esta situación Gervasio Sánchez recoge una frase del escritor Jean Cocteau “lo malo de nuestros tiempos no es la estupidez, pues siempre la ha habido; lo malo es que hoy la estupidez piensa”.

 Con sus fotografías Gervasio inmortaliza conflictos armados, los hechos escabrosos del pasado, pero además, el espectador puede llegar a experimentar un valor añadido con las imágenes, puede  sentir el frio que padecían sus personajes, el dolor, la angustia o el hambre. La calidad de la fotografía puede llegar a teletransportar al acontecimiento y a transmitir estos sentimientos.

África 1994-2004

En África fue testigo de los estragos del cólera en Ruanda, donde según el reportero “podías elegir los muertos o esperar la mejor luz porque nadie se quejaba o molestaba. La imágenes de Goma supuraron mi conciencia y nunca dejaron de perseguirme en sueños”.

Cubrió el éxodo de refugiados hacia el Congo, la hambruna de Sudán, los conflictos de Sierra Leona. En este último país dedicará más tiempo a documentar la guerra y la llegada de la paz.

Vidas Minadas 1995-2007

En 1995 nace el proyecto “Vidas Minadas” en África. Consiste en un proyecto documental sobre las repercusiones de las minas antipersonas en diferentes partes del mundo. El fotoperiodista relata cómo increíblemente esta iniciativa nació de una propuesta de una revista del corazón. El dueño de un importante grupo editorial le encargó escribir y fotografiar el testimonio de un niño mutilado por una mina. Así, por primera vez, puede viajar y hacer periodismo sin problemas de tipo económico y cobrando un buen sueldo. Gervasio eligió Angola para realizar su trabajo, y allí sufriría un gran cambio su manera de entender la profesión. “Llevaba más de media década cubriendo conflictos armados al ritmo impuesto por la ruleta mediática…me parecía que los periodistas éramos utilizados por una maquinaria que producía dramas y que sólo se contaban superficialmente mientras duraba el primer impacto televisivo”.

Con financiación de Intermón Oxfam, Médicos sin Fronteras y Manos Unidas financió el proyecto sobre víctimas de las minas en siete países de cuatro continentes. Tras este trabajo la sensación de Gervasio es de pesimismo por el horror de la guerra, pero dentro de esa oscuridad, a través del contacto con las víctimas, la lucha por superarse y la dignidad le hacen confiar en una mejora en el comportamiento humano en el futuro.

Desaparecidos 1998-2010

 

Trata de documentar con gran esfuerzo el drama de los desaparecidos, de los que ya no existen. Quizá el mayor reto de su trayectoria como fotógrafo, el intento de rescatar, de recordar a los que han desaparecido.

Inevitablemente un sentimiento de indignación y frustración invade la mente y empapa los sentimientos al abandonar la exposición fotográfica. El arma más peligrosa no es la bala que penetra el corazón, o la mina que arrasa y mutila a personas, el peor enemigo con el que se puede cruzar el hombre es otro hombre.

La exposición permanecerá abierta hasta el 10 de Junio de 2012.

La entrada es gratuita

De martes a viernes de 12.00 a 20.00 h

Sábados, domingos y festivos de 11.00 a 20.00h

Lunes cerrado

 

 

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