Lo solo del animal

Lo solo del animal, Olvido García Valdés

Tusquets, Barcelona, 2012. 208 páginas

 

Por Juan Soros

 

La poesía de Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950) reunida, hasta la aparición de Lo solo del animal, en Esa polilla que delante de mí revolotea (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008) no necesita mayor justificación o reconocimiento desde este lugar crítico. Ha recibido, entre otros, el Premio Nacional en 2007 por Y todos estábamos vivos (Tusquets, Barcelona, 2006), ha sido traducida a diversos idiomas, incluida en las más importantes antologías y ha sido objeto de detenidos estudios por reconocidos ensayistas contemporáneos entre los que destaca Eduardo Milán. En este sentido, Lo solo del animal confirma esta situación de constante evolución de la obra de García Valdés que Jordi Doce define como “una escritura que se ha mantenido estrictamente fiel a sus postulados iniciales, pero que no ha dejado de madurar y acendrarse a lo largo del tiempo”. Hecho el apunte bibliográfico, esta reseña sólo pretende dar cuenta de una lectura posible y, al mismo tiempo, ser una invitación a otras lecturas de Lo solo del animal.

En De ir y venir, notas de una poética, de 2009, Olvido García Valdés habla sobre “lo solo del animal” pero no como el título de un libro por venir, sino como una presencia, una mirada, del animal “que viene como es”. Quizás podemos decir que como título, “lo solo del animal”, ni muestra ni oculta sino que señala, como un secular oráculo que no pretende decir el futuro sino el presente, lo presente, la vida. No oculta un secreto ni muestra un tópico, una verdad –supuestamente- compartida. Sobre todo señala, deixis, la relectura y señala al ausente. Es el último verso del poema y del libro. No su conclusión –no es concluyente– sino un envoi final que ya está en el inicio del libro (doble envoi), que recurre. Volvemos a comenzar. Seguimos la lectura. El animal que estamos si(gui)endo. Ahora sabemos a qué señala en el cuerpo del texto (su no-final) y a qué señala en el cuerpo ausente, en los cuerpos ausentes. Presentes en el trabajo de la memoria. El cuerpo ausente señalado y firmado que se escribe (se sigue) desde el cuerpo biográfico. Animal escrito, bios-graphos, animal (d)escrito, no según las reglas descriptivas sino deslindado según las reglas propias –y cada vez únicas– del poema. “Lo solo del animal”, lo mismo del animal, to autos, auto-bios-graphos. La escritura del ausente, deslindar un vacío, es también la escritura del presente. De la presencia y del hoy. La escritura de los libros como “la tela que el tiempo o la vida había ido tejiendo”.

                  En entrevista con Esther Ramón la poeta dice: “De una extraña manera, ante determinados comentarios en alguna de mis lecturas, he tenido la sensación de que el poema es un objeto certero, oscuro y directo a la vez.” Después de una significativa serie de condicionales, quizás por este acercamiento hemos relacionado el título, el verso y la poesía de Lo solo del animal con la conocida frase de Heráclito “el oscuro”. No hay que temer a la oscuridad. Especialmente cuando está cargada de precisión, “[…] esa cualidad irrenunciable de lo poético –y el llamado rigor formal es sólo el modo de alcanzar la precisión.” La poesía de Olvido García Valdés en Lo solo del animal se despliega al “exhibir el vacío central, el hiato que separa –en el hombre– al hombre y al animal”, se atreve a “aventurarse en este vacío: suspensión de la suspensión”, para usar palabras de Giorgio Agamben en Lo abierto, el hombre y el animal.

                  Sin embargo, toda esta jerga filosófica que nos sirve para pensar su escritura está ausente del discurso poético, la palabra de García Valdés no es fácil, sólo una primera lectura burda la puede leer así, pero “señala” a la complejidad de la oscuridad, a su conocimiento, con palabras de luz, con elementos materiales, animales, corporales. Con materia córnea: Del ojo al hueso, título de uno de sus libros, sirve a Jordi Doce para condensar brevemente dos claves de su escritura en el epílogo a la lectura titulada El mundo es un jardín (CBA, 2010): por una parte, “el impulso contemplativo, la distancia que se establece con la mirada […]” y, por otra, “la presencia obsesiva del cuerpo”. Quizás dos características que se pueden encontrar vinculadas mediante la idea de distancia. Como dice el poeta boliviano Jaime Sáenz “Estoy separado de mí por la distancia donde yo me encuentro.” La distancia del cuerpo a su propia mirada que está poblada de “bichos”. Abundan en la escritura de Lo solo del animal mirlos, nutrias, gatos y el color verde en un abanico de matices que va de lo natural a lo artificial. Son animales que nos recuerdan al “animal de letras” que dibujara Goya, ese casi monstruo (per monstra ad sphaeram dirá el exlibris elegido por Aby Warburg), casi gato melancólico o “bestia parda” con un libro entre las manos o como dice un breve poema de Lo solo del animal:

 

decía que había sido y era

en ésta y no en otra vida por

la impresión o el sonido

fijeza móvil o desdicha

bestia parda brillo maullido

negro canto

 

El animal de letras ¿Será “lo solo del animal”? Probablemente no, pero el animal, de letras o no, que luego estoy si(gui)endo, para seguir a Derrida, es como un rastreador rastreado. Traza su huella y la borra y en la borradura deja una nueva huella. Y quien dice huella habla de una sutil oposición al falogocentrismo del lenguaje desde el lenguaje, en sus márgenes, dice una escritura política, que no politizada, dice una poesía que es canto aunque sea “un canto aminorado, apegado a la carraspera, o un tarareo”. Quizás en estas paradojas se puede pensar la poética de Olvido García Valdés en Lo solo del animal. Ella ha dicho que el motor de la escritura y del arte es la desdicha, pero que justamente esto permite, teniéndolo presente, decir “el mundo es un jardín”, “lo solo del animal” que viene como es. En esta contradicción, lugar incómodo, complejo e inestable, lugar de conocimiento al fin y al cabo, es donde la poesía de García Valdés se dona al lector. Desde lo material, lo contemplado hacia (y en) lo sensible:

                                                                     era

octubre con un calor casi de agosto salvo en la

transparencia de azul atardecer, azul leve

hacia lo blanquecino, no desvaído sino

crecido en más diáfana luz, el cielo cerca debería

llamarse, se ve que es aire, sí, y el dolor

intransitivo, aunque la pena no

 

EL POEMARIO SE PRESENTARÁ EN LA CASA ENCENDIDA EL 31 DE MAYO DE 2012:

https://www.lacasaencendida.es/Ficheros/CMA/ficheros/pdf_programacion_lce.PDF

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