Francis Montesinos: 40 years in fashion

 
Por Alfredo Llopico
 
Hace justo ahora cuarenta años Francis Montesinos, después de abrir una tienda de moda en Valencia a partir de un negocio familiar, comenzó a diseñar colecciones de moda. Sería en el seno de una familia burguesa de clase media, de industriales y comerciantes, y a pesar del páramo intelectual y sociológico que representaba un país casi incomunicado en todo lo referente a moda y movimientos juveniles, con una industria obsoleta y un mercado casi inexistente en el ámbito de la moda, donde se produjo el nacimiento creativo del diseñador valenciano. Se inventó a sí mismo y creó un universo artístico particular en un momento que coincide con el rompimiento definitivo de las generaciones más jóvenes con las convenciones sociales y culturales que, todavía en el último tercio del siglo XX, perpetuaban las pautas de comportamiento relacional de las clases sociales, los géneros y las edades. La moda de Francis Montesinos suponía, pues, una bocanada de aire fresco al que los más jóvenes aspiraban con fruición como una nueva libertad, la posibilidad de manifestar, con un lenguaje corporal e icónico, la transgresión que alentaba la necesidad de la ruptura con el pasado, con la pesada losa de la tradición, con los corsés y los convencionalismos en general. 
 
Se entiende por tanto que aquella primera tienda llegase a convertirse en un lugar de visita obligada en la ciudad del Turia durante la efervescencia cultural que animó a la Valencia de la democracia. Y en ese camino Francis Montesinos se convertiría en un referente de la moda española, como ha demostrado constantemente a lo largo de estas cuatro décadas gracias a una creatividad transgresora que la ha permitido salir de la monotonía de la moda industrial para adentrarse en la gratificación sensitiva.
 
Porque su obra destaca por la modernidad, el atrevimiento y la originalidad a partir de la reinterpretación de sus raíces españolas, como evidencia la gran influencia del folklore o del colorido y barroquismo de su entorno mediterráneo, rico en texturas y sensaciones. Elementos con los que ha conseguido un lenguaje propio que le distingue desde lejos. Sus trajes son emocionales, no están diseñados para divertir, sino para provocar, en muchos casos a la sociedad, a la industria e incluso a la prensa, ya que no dejan lugar a la indiferencia. 
 
Su fuerza creativa es la intuición y el espíritu aventurero siempre arriesgado, de ahí la diferenciación con otros creadores y tendencias. Sin embargo el rigor y la seriedad caracterizan un trabajo creativo de calidad innegable que ha alcanzado la genialidad muchas veces a lo largo de su trayectoria artística, anticipándose, tantas veces, a lo que luego ha sido obvio, tanto en materiales, como colores y formas. Basta un pequeño acercamiento a su obra para descubrirlo: vestidos de pelo, cazadoras de encaje, tejanos estampados, faldas masculinas, volantes de caucho, pantalones de organza, punto de piel o alpargatas son algunos de sus hallazgos. Pero, sin duda, donde descubrimos al Montesinos más genuino es en la costura, en el apartado de fiesta, gala o noche. De ahí que determinados desfiles, como el del Palacio de Cristal, el del Círculo Mercantil, el de la plaza de toros de las Ventas, el Dressater de Berlín o el de Balenciaga del IVAM, reúnen todos los elementos para hacerlo un Museo de la Moda, un Museo de Arte Moderno. 
 
Ahora podemos entender por qué fue el primer diseñador premiado en 1985 con la Aguja de Oro de la Moda, año en el que su presentación “Made in Spain”, realizada en la Plaza de Toros de las Ventas, influyó decisivamente en las tendencias de moda a nivel internacional. Todo gracias a Francis Montesinos, un polifacético creador que celebra cuarenta años en activo que constituyen, sin duda, una historia de amor con la moda.
 
@AlfredoLlopico
 

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