Hamlet recibe clases exprés de esgrima en el Matadero de Madrid

Por Meritxell Álvarez Mongay

Una vez más, el próximo 14 de junio, Hamlet y Laertes se batirán en duelo en las Naves del Español. El único problema es que ninguno de los dos personajes shakesperianos, interpretados por Alberto San Juan y por Pau Roca, se había enfrentado antes con espadas sobre el escenario. Por suerte, han contado con las clases particulares de un Maestro de esgrima, gracias al cual nadie saldrá malherido en la trágica escabechina.

En garde!

Elenco de Hamlet.
Teatro Español

“Lo primero para mí es la seguridad de los actores”, declara Jesús Esperanza. Por eso, para asegurarse de que el príncipe de Dinamarca no recibe más rasguños que los establecidos por el dramaturgo inglés, los intérpretes se entrenan con careta puesta. “Sólo empezamos a hacer la coreografía a cara descubierta cuando han aprehendido todas las pautas de seguridad –explica –. Fundamentalmente, que la punta del arma esté siempre fuera de la trayectoria de los ojos y que el actor tenga la capacidad de bloquear con la mano.”

Es decir, que si a Alberto San Juan se le olvida una parte de la coreografía y no se defiende se un ataque de Laertes, Pau Roca pueda reaccionar y frenar su brazo antes de atravesar con el hierro a su compañero de reparto. “A diferencia de la esgrima deportiva, el objetivo de la esgrima escénica es no tocarse –apunta el Maestro –. Las distancias se amplían un poco para evitar riesgos y los contrincantes no pueden cambiar el ritmo para engañar al contrario.”

Remise

Una vez sabemos cómo acabar un duelo escénico sin que haya descalabros de por medio, el siguiente reto es que dos actores que no han cogido un sable en su vida se conviertan en auténticos esgrimistas. “Les enseño los primeros movimientos: a ponerse en guardia, a desplazarse hacia adelante y hacia atrás y a atacar.” Técnicas básicas en el manejo de armas blancas que a Alberto San Juan y a Pau Roca no les ha sido fácil asimilar.

“No es que no estén en forma, pero como no habían hecho nada de esgrima antes, les ha costado más trabajo –revela el entrenador –. Si con una persona normal repito el ejercicio tres veces, con ellos lo he tenido que repetir siete.” Y, ¿qué es lo que les resulta tan complicado? “Hay una frase de armas en la que uno ataca y el otro defiende pero luego, inmediatamente, vuelve a atacar –aclara –. Son cambios de dirección que necesitan una muy buena coordinación de piernas y manos.” Pero, al final, no deja de ser una cuestión de práctica, y después de más de un mes de ensayos, Jesús Esperanza nos asegura que los dos lo tienen ya dominado.

Alberto San Juan en una escena de Hamlet.
Teatro Español

Fouetté

“Si un actor es un tío ágil y lúcido y ha hecho algo de esgrima, me bastan 24 horas para enseñarle una coreografía”. Entre sus discípulos más avezados, y con miedo de olvidarse a alguno, enumera a Viggo Mortensen, José Coronado y Miguel Ángel Muñoz, así como a Blanca Portillo y a Quim Gutiérrez, que hace tres años también se enfrentaron con el Hamlet de Tomaz Pandur en el Matadero de Madrid.

Sin embargo, por muy hábiles en la materia que sean, ninguno de ellos podría batirse en un duelo de verdad. “Morirían, porque no saben pelear, sólo coreografiar.” Aunque por eso tampoco se tienen que preocupar, porque el único momento en que alguien osará mancillar el nombre de un actor, obligándole a limpiar con hierro su honor, será durante la jornada laboral. Y allí quien manda no es ni la pericia, ni la dicha, ni Dios, sino el director.

Will Keen sitúa este Hamlet en la época actual, y plantea el duelo como un asalto de esgrima deportiva –informa el siete veces campeón de España en la modalidad de florete –. Hasta que Laertes logra herir a Hamlet y Hamlet se da cuenta de que el otro mamón lleva un sable con punta viva.” Y suerte hay que no sabía que, además de estar afilado, el filo del arma estaba envenenado. “Es al sentir la sangre cuando empieza una segunda parte de lucha, más violenta y sucia.” Y, por ende, más espectacular y grandilocuente.

Ârret

“Hay cosas, como dar saltos, que no me gustan, porque en la esgrima real no existirían; pero, obviamente, en el teatro te tomas unas licencias, ya que, si hiciéramos una representación hiperrealista, para el espectador no sería atractiva, se aburriría.” Es por esto que, aunque el Hamlet y el Laertes de Shakespeare peleen con estoque y daga, es un sable lo que Alberto San Juan y Pau Roca desenvainan. “Al ser un arma de filo, resulta más vistosa para el público y, para los actores, más fácil de usar”, afirma este coleccionista de libros de esgrima antigua.

“A mí me habría gustado que se enfrentaran a dos armas –tal y como, en 1948, lo hicieron Laurence Olivier y Terence Morgan en su adaptación cinematográfica –, pero hoy en día la espada y la daga ya no forman parte de la modalidad deportiva.” Ni siquiera se lleva eso de urdir partidas de esgrima para emponzoñar a un heredero colérico –para eso, ya están los matones y los servicios secretos –, ¡y ya no digamos, lo de batirse en duelo!

Touché!

Alberto San Juan en una escena de Hamlet.
Teatro Español

“Hasta principios del siglo XX ha habido duelos, pero eran muy reglados, con mucha parafernalia.” Y nos recomienda una de las guías más famosas de España, la del marqués de Cabriñana (Lances entre caballeros, Editorial Maxtor). “A veces se batían por estupideces, pero también es verdad que, si la ofensa no era muy importante, el duelo se hacía a primera sangre.” Esto es, que conque te pellizcaran un poquito con el filo, ya habías cumplido. “A mí me parecen una estupidez, porque al final ganaba el que más esgrima sabía, no el que tenía la razón. Si te sientes mancillado, para eso están los jueces y las leyes.”

Pero… ¡qué gran historia se hubiera perdido la humanidad si Hamlet hubiera dejado su venganza en manos de un tribunal! Cierto es que se hubiera reducido el número de muertos final, pero nada nos garantiza que el príncipe recuperara el trono de Elsinor después de pasar por un largo proceso judicial. Ni que su tío, el fratricida, cumpliera su condena íntegra en el calabozo real. Además, ni Pau Roca ni Alberto San Juan hubieran tenido la oportunidad de recibir clases exprés de esgrima para interpretar uno de los duelos más siniestros de la literatura universal.

 

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