«CSI: Marilyn (caso abierto)», de José Cabrera

 

Por José Vaccaro Ruiz.

 

CSI: Marilyn (caso abierto)

Autor: José Cabrera

Ediciones Atlantis.

 

     La mano sabia, pedagógica y amena –tres cualidades difíciles de conjugar en una sola persona, como lo es el misterio de la Santísima Trinidad- de José Cabrera nos invita en este libro a sumergirnos en uno de los iconos del siglo XX: Marilyn Monroe, esa diosa-mujer que encarnó, nunca mejor dicho lo de encarnar, el drama y la soledad de esa simbiosis imposible de lo divino y lo humano, y que abandonó este mundo en extrañas circunstancia un lejano 5 de agosto de 1962.

 

     En un recorrido vertical y transversal por la vida de Norma Jeane Baker, con el trasfondo del todopoderoso Hoover, de Arthur Miller, los Kennedy y Dimaggio, personajes que la odiaron o la amaron tal vez sin ella buscarlo, quererlo o saberlo, el autor nos muestra los claroscuros de su biografía, su aspecto más humano, sus dudas, sus miedos, sus complejos. Y sobre todo la soledad que siempre rodea al mito por encima de admiradores o detractores, triunfos o fracasos.

 

     La gran ambición de Marilyn, su mayor deseo, era interpretar a Shakespeare. Ella, la deseada, la personificación del erotismo, la hembra en estado puro, quería librar a sus labios de lascivia, a su mirada de sensualidad, a su cuerpo de otra cosa que no fuera pura expresión y sentimiento artístico. Carente de la cultura que los otros, los que solo veían en ella un cuerpo sin alma, eligió al dramaturgo inglés como la perfección de la palabra y el pensamiento, del arte, una vía de sublimación propia. Pero ellos, los demás, no la dejaron. Esa Marilyn solamente mujer, ese amasijo de vísceras y huesos que acabaría en la mesa de un forense, no diosa, si no mortal y frágil, no interesaba a nadie. Los productores, los periodistas, sus amantes querían a la otra, a la que ellos habían creado, en absoluto a la real. De eso trata la primera parte del libro: de la contradicción orteguiana entre lo que uno es y aquello que los otros quieren que seamos y nos fuerzan a ser. Cabrera habla acertadamente de Trastorno Límite de Personalidad (TLP), pero a un tiempo el autor nos advierte que se trata de una expresión que, como toda la semántica científica es útil para etiquetar, en este caso esa anomalía de la personalidad, pero insuficiente para entender aquello que los renacentistas entendían como humanidad en sentido lato, integral.

 

     Al decir que el libro es pedagógico cabe señalar que lo es en un doble sentido: por el riguroso orden que sigue en la exposición del caso, abriéndonos una puerta tras otra de las dudas o los prejuicios que todos almacenamos sobre una de las muertes más controvertidas del pasado siglo, y a la vez porque no emite en ningún caso una conclusión cerrada sobre las causas de la muerte. En realidad, más que las causas, la autoría. Esta observación es importante porque Marilyn Monroe fue víctima de sí misma, si hay que buscar un matarife, un verdugo, lo encontramos en ella. Incapaz de llevar esa contradicción sobre lo que era y lo que los otros querían que fuese que se ha mencionado antes, incapaz de soportar el paso del tiempo, las arrugas de la vejez, la debilidad, de llegar a ser lo que los demás no querían que fuera. Más consciente, cada día que pasaba, de ser la representación dura y pura de un “usar y tirar” carente de alma que, más pronto que tarde, acabaría en el cubo de la basura.

 

     La profundidad y amplitud documental del libro es la necesaria y suficiente –por emplear una expresión de los matemáticos cuando enuncian la certeza de un teorema-, y se sigue con interés, acotando cada uno de los vericuetos por donde la interpretación y la realidad de lo sucedido pasa de la posibilidad a la probabilidad, dos conceptos que aunque parezcan lo mismo, no lo son. Al igual que destacaré la parte gráfica y la bibliografía, que muestra el camino a seguir para quien quiera profundizar en el tema. En cuanto a la edición, Atlantis ha cuidado los diferentes tipos de letra y la organización del texto dándole claridad y amenidad, separando la parte estrictamente documental de las opiniones del autor.       

  

     La lectura del libro tiene también un valor añadido nada desdeñable, porque encierra una mirada hacia nosotros mismos. La siquiatría, tal y como la practica José Cabrera en sus libros, es un espejo en donde, fuera del tema concreto que él analiza y disecciona, nos enriquece porque nos obliga a la introspección. Nos sugiere preguntas y nos demanda respuestas. Es imposible no implicarse ni mantener la distancia aséptica y neutra del lector indiferente, y eso nos hace sentir vivos.

 

     El final de esta reseña es pues una vuelta, un giro hacia nosotros mismos como lectores, porque las manchas de tinta sobre un folio en blanco tienen como origen, para quien las ha escrito, la voluntad de llegar al lector, algo que, como es el caso cuando nos movemos en el campo de la siquiatría, adquiere una especial relevancia.

 

José Vaccaro Ruiz (jvaccaror@gmail.com)

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