«El peso de la historia», de Michael Leventhal (editor)

Por Ricardo Martínez.

Una frase no solo representa, muchas veces, una definición, sino, sobre todo, una actitud. De ahí que, en este interesantísimo texto que alude, en última instancia, a nuestra condición de seres actuantes (a favor y, sobre todo, en contra de la propia especie), uno de los comentaristas vaya directamente al plano personal para recoger una frase de alguien que sí contó decisivamente en el transcurso de los acontecimientos mundiales. Eso que se llama también el devenir de la Historia.

Henry Kissinger, el responsable de la frase a que se alude, manifestó un día: “Cuando enseñaba, tenía la tendencia a pensar que la historia estaba regida por fuerzas impersonales. Pero, cuando la ves en la práctica, puedes darte cuenta de cómo cambia todo a causa de la personalidad de sus participantes” A lo que, oportunamente, sin duda, responde el comentarista Walter Isaacson: «Kissinger hizo esta declaración en el curso de una rueda de prensa durante uno de sus viajes diplomáticos a Oriente Medio en enero de 1974. Estaba hablando de Anuar el Sadat, de Golda Meyer y de otros, aunque, tal vez de forma inconsciente, también lo hiciera de sí mismo”.

¿De una forma inconsciente? O no tanto. Quien ha conocido lo extremadamente esquivo de aquello que haya de definirse como realidad desde cerca, sabe que la implicación personal de cuanto diga le sería aplicable. El hombre, sus pasiones y sus intereses (y pasión e interés suelen ir, más o menos veladamente, de la mano) conoce las truculencias de los comportamientos, de las frases hechas, de las verdades y las mentiras.

Por eso estoy por darle la razón, en este texto, a Alan Bennett que, aludiendo a otro crítico, y en una postura entre ácrata y muy inteligente, avala un comentario, a mi entender, nada desencaminado: “Mi única cita sería la observación de Rudge en The History Boys: ‘La historia (con minúscula) no es más que una puta cosa tras otra’ (pronunciada en primer lugar, creo, por sir Herbert Butterfield tal vez como ‘una maldita cosa tras otra’, o como ‘una puñetera cosas tras otra’).

Y el lector sabrá apreciar el aserto,sin duda. ¡Ah!, los gráficos que acompañan al texto son simpáticos, inteligentes y oportunos. Y todo ayuda.

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El peso de la historia

Michael Leventhal (ed.)

Ed. Crítica, 2012

256 pp. , 17 €

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