Serie Directores de Cortos: 6- Zoe Berriatúa

 

Por Rubén Romero Sánchez

 

 

Zoe Berriatúa

 

No recuerdo cuántas veces vi en mi adolescencia tardía África (1996), la estupenda película de Alfonso Ungría en la que Zoe Berriatúa interpretaba a un joven que culpa a su padre de la muerte de su madre, y donde comparte cartel con Imanol Arias o Elena Anaya. Desde entonces Zoe se ha convertido en un interesantísimo director de cine, pero esa es sólo una de las actividades en que vuelca su irrefrenable creatividad. Autor de varios libros y de cortos a cual más sugestivo, tiene varios proyectos en marcha, una legión de admiradores incondicionales y el inmenso talento con el que nacen sólo unos pocos.

Cuando quedamos me anuncia su futura paternidad; la última vez que lo había visto me dijo que estaba en ello. Le regalo una copia del corto Pandemonium, de Roberto Cairo, con quien coincidió en Cuéntame, y se alegra de manera sincera como si fuera un niño con su primera cámara de vídeo.

Zoe es un tío de verdad como he conocido a poca gente, extremadamente inteligente y sensible, una persona entrañable con quien da gusto hablar de lo que sea, capaz de hilvanar una anécdota tras otra sobre su vida y de hacerte reír mientras lo hace porque es tan actor, aunque él no lo reconozca, que hasta actúa cuando habla.

 

 

– ¿Cómo decides que un corto debes rodarlo con personas reales o con animación?

– No me gustan nada los actores, detesto a los actores. Porque soy actor y ya tengo bastante conmigo y con los otros. En la animación por suerte los actores son más obedientes. Aparte de bromas, me gusta todo lo que sean planteamientos creativos: animación, imagen real, todo me gusta, entonces me da lo mismo. Algunas historias son más apropiadas para hacer en animación, otras en imágenes reales… Intento hacer todo lo que me gusta, cosa que no consigo.

 

– En tu cine hay una serie de constantes, como lo desconocido, la soledad, lo monstruoso…

– Lo monstruoso o los personajes monstruosos, mejor dicho; los personajes con comportamientos enfermizos y los antihéroes me gustan mucho. Me gustan los malos porque me parecen más honestos. No tienen nada que ocultar ni nada que perder. Son simplemente personas con miserias personales. Por alguna razón que no puedo explicar tengo especial apego a los monstruos y a los enfermos mentales, y en los cortos siempre hay personajes con algo desagradable o con algo enfermizo, si no no me interesan, si no tienen ese reflejo de nosotros. Que tu veas un corto o una película en la que haya personajes en los cuales se refleje una parte que sea como una crítica social, como una caricatuya tuya, que te haga reflexionar yque te haga crecer como persona, es muy interesante. El cine de Woody Allen de hecho me gustaría mucho si tuviera algo más que diálogos. Algunas de sus películas me gustan mucho, como Acordes y desacuerdos, donde hay un antipersonaje que te cae mal desde la primera secuencia hasta la última, y piensas que es un imbécil y un tarado. Me encantan los antipersonajes.

 

– ¿Y quién te sirve de referencia para crear esos personajes?

– Yo. Y todos mis amigos locos que he tenido desde que era pequeño, que siempre me iba con el raro de clase, el que hablaba solo en un rincón. Yo me iba a hablar con él, y después de darme tres patadas se hacía mi amigo. Pues eso, mis monstruos y yo.

 

– Y visualmente, ¿qué directores te han influido?

– Claramente Terry Gillian y Fellini. Kurosawa también, me entusiasma.

 

– De Fellini imagino que su parte surrealista, ¿o toda su obra?

– Todo. Una de mis películas favoritas de Fellini es su primera, Los inútiles. No tiene nada de surreal, es narrativa, pero sí tiene esos personajes negativos que a mí me gustan. Aunque el protagonista se salve un poco, estás viendo las barrabasadas de unos personajes que te caen mal durante toda la película, y a la vez te caen bien porque te estás identificando con esa brutalidad y esa manera de ser enfermiza. También hay películas como Los rompepelotas, donde trabajaba Depardieu, que están poco valoradas; también es que con ese título en español… Películas como El testamento del doctor Cordelier, de Renoir, que es mister Hyde y te lo pasas bien mientras él mata gente con una música festiva; Peeping Tom… Son películas que a mí me entusiasman porque te están hablando de una parte tuya que normalmente no quieres ver y que me parece apasionante.

 

The thing in the corner

 

– Metiéndonos con tu corto The thing in the corner, trata el tema de que todos tenemos miedo a lo desconocido.

– El corto tiene una tesis muy clara: cada uno debe aceptar y aprender a convivir con sus miserias personales. Uno de los problemas que no soporto en la gente que me rodea, ni en mí mismo muchas veces, es la falta de honestidad con ese tipo de problemas o conductas enfermizas. A nadie le gusta asumir que es egoísta o que es una mala persona, y para ser mejores lo primero que tenemos que hacer es asumir nuestra parte más negativa. Yo vivo en una sociedad de gente a la que le gusta mucho maquillarse, mostrar la mejor imagen de sí mismos, y decir que son muy buenas personas y que están haciendo lo correcto. Mentira. Conozco a muy malas personas, yo soy muy mala persona. Hay gente que me dice que sólo me fijo en lo negativo, que soy una persona excesivamente crítica, que desahogo mi crítica y mis ganas de rabiar contra los demás, que soy como Batman, que es mi superhéroe favorito. Él tiene mucha rabia porque de pequeño mataron a sus padres y esa rabia tiene que pagarla con alguien, tiene que buscar culpables, tiene que buscar quién es el malo que se merece una paliza cada noche, es un skin-head. Y a mí me gusta Batman porque es un skin-head de verdad, con todas las de la ley: no es un superhéroe que va de bueno, no, es oscuro, es malo, y le gusta salir a patear un trasero todas las noches. A mí me gusta fijarme en lo negativo de las personas, me encanta, y siempre intento hacerlo dándole fines constructivos. The thing in the corner es un corto didáctico, algo infantil tal vez, que habla de cómo se vive mejor aceptando las partes negativas de nosotros mismos.

 

– En cortos como ese ¿cómo es el proceso, la creación de una historia y luego los dibujos o hacer unos dibujos y luego ver que ahí hay una historia?

– Siempre aparece primero la historia, pero tampoco creas que hay un orden, aparece todo a la vez. Creo que las cosas creativas no las hacemos nosotros conscientemente. Eso de que aparece la Musa y te deja una idea es verdad: hay algo más inteligente que nosotros que está escribiendo las ideas y nosotros tenemos que estar preparados con el lápiz en la mano para cuando llegue el momento escribirlas. Creo que lo hacemos sin querer, hay algo que define la historia, es casi como el subconsciente de Freud: hay un consciente detrás que es el que escribe las cosas y a nosotros se nos dicta. A mí me pasa eso: de repente aparece una historia en mi cabeza, bastante formada y que puede tener hasta ilustraciones, y yo me dedico a escribir y tratar de alcanzar eso que se ha formado en mi cabeza. La sorpresa es que muchas veces escribo cosas que ya he visto pero no me acordaba; se acuerda el señor que tengo dentro y que recuerda las películas que me gustan y no he visto en veinte años, como Brazil, Ocho y medio, Los sueños de Akira Kurosawa

 

– Cuando te viene una historia de estas, ¿ves rápidamente si son para un corto de animación, o para unas viñetas, o para un libro ilustrado?

– Yo creo que el señor de dentro lo sabe y yo me equivoco o no. La sensación es que yo tengo que aprehender lo que él ya sabe, descifrar lo que él ya sabe. Es una idea un poco platónica, como de la caverna; yo tengo que vislumbrar si la idea que tiene él es apropiada para un género o para otro.

 

– Y te equivocas, ¿no?

– Y me equivoco muchas veces. En The thing in the corner sí era así; otro corto que rodé, Monstruo, era para haberlo hecho en animación, no con personas reales. Luego es mentira que todo esté en la cabeza de ese señor: eso es sólo el punto de partida, pero luego los guiones hay que trabajarlos, modificarlos mucho durante mucho tiempo. Y sin la parte consciente toda esa premisa emocional no vale nada, lógicamente, no es práctica.

 

– Lo emocional te da la piedra y tu labor es pulirla.

– De alguna manera, pero esto te lo dirá cualquier escritor o me lo comentarás tú mismo. Para todos es igual. Uno tiene un sueño, una imagen, algo de lo que te enamoras, un timbre, una canción, algo, una sensación que te lleva a escribir una historia entera, y en esa sensación normalmente está el principio y el final de la historia,una pequeña sinopsis muy resumida, como «la historia de un tipo cuya mujer lo putea hasta matarlo». Todas las historias se pueden resumir en una frase. Hay quien dice que es un error querer meter un largo en un corto. Yo creo que no, se puede contar en un corto cada largo que he visto. Mi corto favorito es La Jetée, que dura veinte minutos, pero da igual, se podría contar en diez minutos. La Jetée es un largo impresinoante y luego Terry Gillian hizo 12 monos con él. Creo que esta tendencia de que un corto tiene que ser una gracieta, una ocurrencia o una historia muy corta que sugiera en un festival es una regla que sirve para ganar festivales y para llamar la atención del público que se quiere reír y entretenerse, pero no es la que a mí me interesa; a mí me interesa que me cuenten una historia, en un minuto o en veinte, me da lo mismo, pero a mí los cortos de chiste no me gustan, me enervo,y cada vez que voy a un festival y veo al público encantado con esos cortos los quiero exterminar a todos. Detesto a la Humanidad, me gustan algunos individuos, pero a la Humanidad entera la detesto profundamente, la exterminaría, incluido yo.

 

Quédate conmigo

 

– ¿Cómo aparece la idea de que una muerta se quede con el novio a vivir, como ocurre en Quédate conmigo, el brutal corto con Macarena Gómez y Pablo Turégano?

– Es la historia de mi vida en diversas relaciines patológicas que he tenido.

 

– Pero, ¿quién era el muerto, tú o ella?

– La muerta era ella, aunque yo he llegado a ser el muerto pero a mí me han dado puerta enseguida. Yo gritaba: «¡Quédate conmigo!», y la chica: «Fuera». Mi tendencia patológica en muchas relaciones ha sido no poder acabar con la relación, hacerlo de una manera demasiado débil, poco contundente, y dejarme llevar por los ruegos y súplicas o llantos de la otra persona, que además lo hacía solmente porque estaba siendo llevada por un instinto malhechor, que le venía mal a ella y a mí y a todos… Yo les habría hecho un favor a varias parejas mías si les hubiera dicho que no me llamaran, no les hubiera cogido el teléfono y hubiera cortado las cosas desde el principio. Esto fue la motivación que me llevó a escribir el corto, yo pensé que tenía algo que contar ahí, que es algo en lo que tropezamos todos: segundas partes nunca fueron buenas, cuando una relación muere hay que enterrarla, hay que alejarse de ella porque si no te destruyes la vida y se la destruyes a la otra persona. Pensé que tenía algo que decir, y que todo el sufrimiento que había acumulado después de diez años de relaciones patológicas podría llegar a algún sitio, porque yo he llegado a tener relaciones de unos pocos meses de relación y cinco años de quédate conmigo, con novia muerta e indemnización por indemnización por indemnización… Una de las peores cosas que le pueden ocurrir a una pareja es entrar en el proceso de indemnizaciones. Entramos en lunas de hiel, tú me hiciste esto, yo te hago lo otro, y nos amparamos en el cariño que nos tenemos y que antes llamábamos amor para seguir apegados de la forma más autodestructiva que podamos. Yo creo que hay que diferenciar entre una tendencia patológica que no podemos controlar y lo que nos gusta. Es como los que dicen: «te gusta que te maltraten, si no no te irías con maltratadores». Pues no, no seas hijo de puta, intenta entender que la otra persona tiene una tendencia patológica que no puede evitar y que hace que siempre se vaya con maltratadores. Quédate conmigo da para un largo, intentaré levantar un largo con este corto. A ver si consigo el dinero.

 

– En este corto hay rasgos de humor negro que lo llevan más allá del género.

– A mí me marcó hace muchísimos años la peli Memories of murder. Bong Joon-ho es otro de mis referentes. Vi la peli con 25 años y estuve toda la película riéndome de risa y llorando de emoción, pasé miedo, tuve una ensalada emocional increíble, que me ocurre con Fellini también. Esta mezcla de géneros me gustaría tenerla en mis películas, este equilibrio delicado de tono. Un director se define por el ritmo y el tono, y por cierta iconografía e imaginería recurrente también. A mí me ha costado mucho encontrar un tono, he hecho muchos cortos de mierda. Espero que cuando dirija un largo se noten esos años invertidos buscando mi tono en los cortos. A mí ya me interesa mi propio trabajo.

 

– ¿Por qué decides que el hecho que cambie la vida de la pareja de tu corto sea un hecho casual? (Él le tira un plato a ella en una discusión que la mata)

– No tengo ni idea. Yo estaba deprimido en casa, pensando si ponerme a buscar trabajo o a escribir otro corto y arriesgarme a que otra vez nadie volviera a hacerme caso, y acababa de romper una relación y había intentado empezar otra y estaba hecho trizas. Lo que escribo normalmente es una exorcización de mis propios fantasmas y mis basuras mentales, y en este caso la porquería apareció ahí en la cabeza. Algo hizo click en mi cabeza y surgió eso: la ruptura es como haberla matado, y en vez de enterrarla ella aparece desde la muerte. Pero la cosa tiene sentido: él la deja, y ahí la está matando. Cuando yo tenía 25 años y todavía era un artista y no un mercenario en busca de dinero, me planteaba que me habría gustado levantar un género diferente: el metarrealismo, que sería hacer ficción en forma de metáforas, donde sólo vieras la metáforas. Escribí un par de guiones, pero eran tan raros y complicados que no conseguí dinero para hacerlos, y hacer cosas sin dinero no me apetece porque yo ni siquiera tengo dinero para vivir. Suelo pedir dinero para el corto, y la mitad que me dan lo gasto en el corto y la otra mitad lo gasto en vivir. Me interesa mucho el lenguaje de la metáfora. Monstruo es un corto en el que una niña encuentra un monstruo y se lo lleva a casa. Cuando lo ven los padres dicen: «coño, esto es singular, vamos a llevarlo a la tele y nos hacemos famosos». Lo llevan a la tele, la niña se hace famosa, y el monstruo empieza a violarla por las noches, y los padres empiezan a hacer la vista gorda, porque sí, el monstruo la está violando, pero gracias al monstruo están ganando dinero en la tele. Todo el corto está en clave de metáfora: el monstruo es la fama que a la vez que está encumbrando a la niña le está haciendo daño; la niña termina suicidándose. Era una comedia. O yo pensé que era una comedia. Me salió mal, algún premio obtuvo, pero hubo gente que incluso se ofendió. No he inventado nada, porque ya está Fellini, y está Un perro andaluz. Pero me gusta la metáfora porque hablas a otra parte del espectador.

 

– Ese corto estaría bien verlo, en Vimeo sólo está el tráiler.

– Es que tengo puesto el tráiler porque me parece que está mucho mejor que el corto.

 

– Tiene una pinta interesantísima.

– ¿Sí, verdad? Pero sólo así contado, luego visto es una mierda. También tuve un corto llamado Mi familia, que escondí y nadie vio, sobre una niña que ante una cuidadora social contaba todos los comportamientos enfermizos de su madre. Contaba que la madre era ninfómana, les pegaba palizas, era alcohólica, se drogaba, y había varias secuencias rememorando los ataques de la madre pegando a los niños, drogándose, conduciendo en dirección contraria, pegando al marido… Y era una comedia también. Al final del corto la niña decía a la cuidadora social que por favor le devolvieran a su madre porque la echaba mucho de menos; se había acostumbrado a ese tipo de vida, y todo lo demás le resultaba ajeno.

 

– ¿Y por qué no lo has mostrado por ahí?

– Porque el corto no estaba bien, las gracias no eran divertidas, el corto era una absoluta locura, una aberración. Yo estuve viviendo en un universo paralelo, en ese universo metafórico durante muchos años, sobre todo cuando era alcohólico. Dejé de beber a los 25 y ahora si me bebo un par de whiskys soy capaz de cualquier cosa. Me puedo tirar desde un segundo piso con el grito de Tarzán a una piscina, o tirarme de un taxi en marcha y caerme por un puente. Las dos cosas las he hecho, y cosas peores: llamar a la policía para que me detenga, y cuando no me querían detener empecé a pegarles hasta que me detuvieron. He vivido en un universo paralelo cuando era actor y me sobraba el tiempo y me dedicaba a emborracharme con los réditos que me daba la vida de actor. Yo he empezado a ser creativo cuando he salido del alcohol, con 25 años, ahora tengo 34 y me ha dado tiempo a hacer cosas. El corto de la niña lo hice alcoholizado, me hacía gracia a mí y a nadie más.

 

– ¿El equipo no estaba convencido durante el rodaje?

– Bueno, el equipo se reía, el guión gustaba; era un corto para hacerlo en dibujos animados o de otra manera, había que tratarlo de manera muy delicada. Había gente que leía el guión y decía que era una aberración, y tenían razón. Yo he querido hacer los cortos que a mí me interesaría ver, y eso tiene un precio: te salen mal y puede que a la gente no le interesen nada.

 

Rubén Romero Sánchez y Zoe Berriatúa

 

 

– ¿Crees que el corto es el paso previo al largo, o puede ser un género en sí mismo y alguien puede dedicarse exclusivamente a hacer cortos toda su vida, como algunos escritores sólo escriben cuentos y no pasan a la novela? En el cine parece muchas veces que el corto es la cantera.

– Acabas de responder. El problema no es el talento o el trabajo del director, el problema es la valoración profesional: sin un largometraje tú no eres director, sino aprendiz de director, excepto casos contadísimos, como el de Chris Marker, el de La Jetée, que hizo una peli y todo lo demás cortometrajes. Para que el público vea cine tiene que haber difusión, y un corto no va a tener una difusión profesional. Yo quiero hacer películas que tengan éxito para que existan como arte y como impacto social, que es lo que me interesa por instinto; y por otra parte me interesa que me den dinero para poder seguir haciendo películas. Los cortos no tienen futuro. ¿Son un paso para ir al largo? Absolutamente, porque nadie te da dinero por ellos, no puedes ganarte la vida haciendo cortos, no puedes ser un profesional. El profesional es el que vive de su trabajo, el resto son aficionados; entonces, yo soy un aficionado, un director de cine aficionado.

 

– ¿En qué estás metido ahora?

-Intento levantar largos desde hace unos cuantos años. He estado más cerca de la producción desde hace cinco años, pero se me caen las películas. He fracasado estrepitosamente varias veces con Los héroes del mal, una película sobre adolescentes violentos, más típica, sin mezcla de géneros, íntegramente dramática; Lazarillo Z es una comedia comercial sobre zombies, y si sale codirigiré con un amigo; intentaré levantar también un largometraje con Quédate conmigo, que sí tiene esa mezcla de géneros que me interesa; pero de momento todo son especulaciones, así que ya veremos.

 

Tuve la suerte de que Zoe me diera a leer el guión de «Los héroes del mal» hace varios meses; es un relato magistral, si este fuera un país serio los productores matarían por rodar esa película. Él mientras seguirá creando, seguirá buscando dinero, seguirá dejándonos a los amantes del arte en general las historias y las criaturas que surgen de su mente, o de ese señor que anda por ahí detrás y que nunca se equivoca, porque sólo los humanos cometemos errores.

 

Ver completo Quédate conmigo:

[vimeo]http://vimeo.com/40235998[/vimeo]

 

 

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