Meant to Be (The John Scofield Quartet) – Descifrando el “sonido Scofield”

Por Daniel Muñoz.

Seguro que ustedes también tuvieron un profesor de historia que decía aquello de: “Hay que conocer el pasado para comprender el presente”. No creo que el disco de hoy fuese precisamente lo que tenía don Pedro en mente cuando enunciaba estas palabras. Y, con sinceridad, yo tampoco cuando me dedicaba a pintarrajear los márgenes de mi libro de E.G.B. durante sus clases. Pero tenía mucha razón; para comprender lo que hace ahora la gente que va adelantada a su época hay que conocer lo que hicieron en el pasado, cuando casi nadie les prestaba atención.

Este es el caso de John Scofield, un músico y guitarrista de jazz que a principios de los noventa ya fundía el rock y el jazz -amén de otras variadísimas influencias- en un sonido único y personal. Un sonido que aún hoy en día los estudiantes de música siguen copiando para aprender a ser profesionales y muchos profesionales siguen estudiando para intentar extraer ideas, frases y motivos que les inspiren en su propio sonido, casi dos décadas después de que este genio de las seis cuerdas lo pusiera en el mundo. Huelga decir que él ya está en otros niveles; esto es pasado. Pero, como decía en el párrafo anterior, es prácticamente imposible comprender el “ahora” de Scofield sin conocer el “antes” (si lo consiguen y no están viviendo de la música, se están perdiendo unos cuantos ceros a la derecha del uno en su cuenta bancaria). Y lo es porque su sonido actual es intrincado, retorcido y sumamente procesado, pero al mismo tiempo no es más que la evolución de lo que comenzó hace más de veinte años atrás, cuando su reluciente calva aún estaba rodeada de pelo negro.

El disco que hoy nos ocupa conforma el núcleo de ese estilo que lo identifica al instante, junto con el anterior Time on my Hands (de 1990, mientras que Meant to Be se publicó en el 1991). Y merece mucho la pena escucharlo, especialmente porque uno puede comprobar que lo que se recoge en él se sigue tocando hoy (y con toda probabilidad se seguirá tocando en el futuro) por multitud de músicos, tanto de jazz como de otros géneros, y en no pocos casos incluso llegando a constituir el tronco central de su discurso. Para grabarlo, el bueno de John, que de tonto no tiene un pelo (bueno, no tiene un pelo en general), se rodeó de lo mejorcito de cada casa: Al saxo alto y clarinete Joe Lovano, uno de los mejores “sopladores” de la historia del jazz, que conjuga la mejor tradición de los músicos de viento italo-americanos con las influencias de los saxos negros más preeminentes -por citar tres, Coleman Hawkins, Sonny Rollins y Joe Henderson-. Y en la sección rítmica, Marc Johnson (bajo) y Bill Stewart (batería), que proporcionan una solidez inusitada al conjunto y un marco de trabajo excelente para los experimentos improvisadores de Scofield y Lovano.

En el primer tema, “Big Fan”, ya se pueden oír recursos que posteriormente se convertirán en clásicos del artista. Con una melodía sencilla y pegadiza, que se repite varias veces a lo largo de la canción para no perder la referencia, se puede percibir la constante búsqueda de avanzar en el concepto armónico y melódico de la música que se hacía hasta ese momento. Junto con “Keep Me in Mind”, de corte más introspectivo pero igualmente inquieto y vivo, configuran un estupendo comienzo.

Y llegamos a “Go Blow”, una de las joyas de esta particular corona y una referencia de escucha para los fans del saxo y especialmente de Joe Lovano, que se despacha a su gusto haciendo honor al propio nombre del tema.

“Chariots”, otra maravilla, es probablemente donde los más rockeros encontrarán mejores agarraderas a las que asirse. Desde el comienzo del tema, pasando por su melodía principal -con un giro bluesy y un punto funk que le vienen como anillo al dedo- y del tirón hasta el final apurando la distorsión y los riffs del instrumento al máximo.

Tras el gran “The Guinness Spot”, llega “Mr. Coleman to You”; un homenaje a Ornette Coleman (padre del free-jazz) que sin duda consigue lo que se propone. Con un brillantísimo solo de Lovano, dejando ver que ha escuchado mucho y bien a Sony Rollins, y en conjunto con la complicidad de la propia melodía del tema (una deconstrucción de un estándar), rompe a la mitad para convertirse en algo que sin duda enorgullecería al homenajeado.

“Eisenhower” retorna a la senda “bopera”, con una melodía altamente rítmica que le hace a uno moverse casi sin querer al compás del ritmo que imponen la batería y el bajo durante todo el tema. Buenos solos de Scofield y Joe Lovano, manteniendo el excelente nivel de todo el disco.
Tras él llega “Meant to Be”, el tema que da nombre al conjunto y en el que se puede apreciar un mayor nivel de experimentación. Barriendo desde el post-bop hasta el rock progresivo, es quizás donde más claramente se pueda apreciar el punto de partida del “sonido Scofield”.
Y volvemos a los sones alegres con “Some Nerve”. Con Bill Stewart golpeando los parches a doble tiempo y el bajo de Marc Johnson cabalgando sobre él, los solos de guitarra y saxo se desarrollan de una manera completamente natural, con su pizquita de rock. Invita a menear el esqueleto con ganas durante los algo más de cinco minutos que dura.
“Lost in Space” es un tema curioso, precisamente porque consigue poner al que lo escucha en la tesitura que anuncia (perdido en el espacio) solamente con unas pocas notas bien escogidas y una selección idónea del pulso y la tensión.
Termina el disco “French Flics”, retomando la senda de la experimentalidad y del free-jazz, tan del gusto del amigo John.
En resumen, Meant to Be encierra la esencia de lo que un grandísimo guitarrista de jazz como Scofield es. Tiene su afán por cruzar el umbral de lo “permitido”, en busca de expandir los horizontes de la música, pero también sus melodías alegres y desenfadadas. Tiene su sonido distorsionado y sus progresiones melódicas llenas de armonías disonantes, más propias del rock progresivo, pero también sus motivos apegados al jazz más canónico. Eso es lo que quiere decir el sonido de John Scofield.

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