«Castigo», el último libro de relatos del penalista Ferdinand von Schirach

Por Horacio Otheguy Riveira

Integrante de una familia adinerada que nunca le llevó a parques ni atracciones, y en cuanto creció lo internó en un colegio, Ferdinand von Schirach, nacido en Múnich hace 56 años y residente en Berlín, quiso ser escritor desde muy joven. La familia le advirtió “que acabaría viviendo en un sótano miserable” si seguía esos pasos, así que “por si acaso” se licenció en Derecho y se especializó como abogado penalista, defendiendo los casos más oscuros que, con el tiempo, convirtió en literatura de éxito. Los estudios que encantaban a la familia le sirvieron de puente para volcarse de lleno en lo que más amaba.

Apenas trató a su abuelo, en prisión tras la guerra; político activo del régimen nazi, falleció poco después de salir en libertad, de manera que no lo conoció como para saber si en las distancias cortas era un tipo afable. Lo importante es que en el Juicio de Nuremberg se declaró culpable “por haber educado a la juventud alemana en la fe en Hitler, el hombre que juzgué intachable y que resultó ser un asesino de millones de seres humanos”. Para su nieto, aquel que triunfó bajo la bandera nazi entre los 25 y los 38 años pudo haberse negado a tan comprometida participación, como muchos otros ricos burgueses lo hicieron. Sin duda, este juicio de valores y la situación histórica de su familia ha determinado su mirada social y actitud general primero como penalista y luego como escritor. Tras su comportamiento puede verse la existencia de un niño solitario, y luego un joven hecho a la disciplina de un sistema educativo severo en el que leyó mucho y escribió más.

El alemán Ferdinand von Schirach compone libros de relatos, teatro y novelas sobre crímenes bajo la influencia directa de hechos reales. Empeñado en descubrir ideas y sentimientos en los protagonistas, no se corta un pelo en dar testimonio sin emitir juicio de valores: los propios hechos hablan, el lector los interpreta pero, eso sí, bajo un filtro ideológico nada convencional.

En todas sus obras se asiste a un ceremonial inédito, ya que en nada se parece al prolífico subgénero de abogados (léase, entre otros, John Grisham o la serie de Michael Haller, “el abogado del Lincoln”, firmada por otro autor de buenos best-sellers, Michael Connelly). Y es que Von Schirach no pretende atrapar al lector con buenas o malas artes literarias, ningún golpe de efecto le interesa llevar a cabo, son textos desnudos, precisos, fríos… cargados de emociones secretas que ha de descubrir quien lea con el preciso interés por las oscuras compulsiones de gente muy adaptada socialmente. Así en toda su producción, y muy especialmente en este libro de 12 relatos, cuyo título ejemplifica la base argumental: Castigo (Salamandra, 2019).

Criminales sencillamente crueles. Con una sencillez que consiste en dejarse llevar por una compulsión contraria a todo atisbo moral. Crueles porque la prevalencia de su ego hace posible muertes violentas que rara vez encuentran una penitencia justa a través de la Ley. En toda su obra pocas veces hay diatriba entre fiscales, jueces, abogados. Prevalece el factor humano con una  gran riqueza de matices.

En este Castigo que nunca llega por vía judicial —y en algunos casos de ninguna manera— encontramos mucho material sorprendente: ausencia de ética, arbitrariedad socialmente orgánica, frustraciones profundas, y diversos éxitos muy personales por parte de los ejecutores de acciones penalmente castigadas que rehúyen de una u otra manera una modélica condena.

En delitos de sangre o con algún tipo de violencia económica, la excitante ficción criminal se presenta en estas obras, basadas en hechos reales, dentro de un campo creativo muy superior a lo habitual en el género.

La realidad no imita al arte, lo supera conformando un mapa de perversiones insólitas que, a poco que nos asomemos quedamos abducidos por su trágico paisaje, más cercano a una terrorífica angustia que al divertimento que la industria editorial ha sabido crear en la ya conocida como Intriga criminal.

Ferdinand von Schirach trasunta muchos casos desde su situación de abogado defensor y estudioso concienzudo del comportamiento humano. Castigo es su último libro. Doce relatos con el común denominador de transcurrir entre conflictos familiares.

 

 

Dos historias para abrir boca

 

Doce títulos de interés creciente, desarrollados con el tono distante, objetivo, característico del escritor. Una frialdad que atrapa al lector y a menudo obliga a releer algunos títulos arropados por muy graves circunstancias. A continuación, sinopsis de dos narraciones para abrir boca.

Relato número 1. La escabina. [Título que hace referencia a la denominación de un miembro de jurado]. La escabina Katharina se derrumbó al escuchar el testimonio de la esposa del acusado, en el momento en que declaró que siempre ha servido con devoción a su marido, aunque este le pegara. Katharina empezó a llorar, a causa de que «la historia de la testigo era su historia, porque entendía la vida de la mujer y porque la soledad se encontraba por doquier».

El abogado del marido maltratador, previamente condenado otras veces, acusó a la escabina de parcial y pidió la anulación del juicio. Tras una serie de trámites y la confesión de la mujer de que, en efecto, su juicio iba a ser parcial, pues sin duda tenía claro que iba a votar en contra del marido, anularon el juicio. El final es implacable: «Se levantó la orden de detención contra el acusado, lo dejaron en libertad». Tras un desenlace terrorífico que no contaremos aquí, «Katharina escribió una larga carta a la justicia. Quería que la borraran de la lista de escabinos y que la liberasen de esa obligación. El tribunal rechazó la solicitud».

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Relato número 9. La casa del lago. Un hombre que nació con un fallo genético que invadió su cuerpo de manchas llega a los 54 años con buena prejubilación, y se dispone a vivir en la casa del lago donde fue muy feliz con su abuelo durante diez años de paz. Un tiempo en que el anciano le hablaba de lo divino de su estigma, según una filosofía asiática.

Aquel niño que vivió escondido cuanto pudo tuvo una inteligencia proverbial que le permitió ser un buen profesional en variadas profesiones, sin contacto con el público. Éxito profesional en medio de una dolorosa soledad. Al fin se retira del mundo en esa casa milagrosa donde la ansiada paz es alterada por una avalancha de pescadores y turistas de fines de semana.

La tranquilidad del solitario que solo ha conocido la compañía femenina en prostitutas se convierte en desesperación. Sus propios recuerdos se empiezan a difuminar en una agonía: «Se sientan siempre en el mismo banco junto a la orilla del lago, el abuelo cierra los ojos, coge a Félix de la mano y el muchacho tiene que describir lo que ve: un nido seco, un bote con un remo roto, las huellas de un carro sobre la hierba. Entonces el abuelo le habla de su infancia en Shanghái (…) Y sólo ahí, delante de la casa del lago, sólo en el silencio del apacible paisaje prealpino, reina la tranquilidad».

«A finales de verano, un domingo por la tarde, Felix Ascher ya no aguanta más. Todo el fin de semana ha habido jaleo, lo llaman Fiesta de verano junto al lago, e incluso han metido una invitación en su buzón. Durante tres días, el paseo de la orilla ha estado abarrotado de coches aparcados, vehículos con matrícula de Múnich. Han colocado aparatos de música en la playa, encendido una hoguera enorme, bailado, gritado y reído ruidosamente a carcajadas.

Cada uno de los días de ese verano, Ascher ha estado imaginando cómo lo hará. En el sótano está el armero del abuelo, con dos pistolas oxidadas, tres escopetas y ocho paquetitos de munición. Las armas no están registradas; el abuelo las trajo en algún momento en un contenedor procedente de China».

«Ascher ha trabajado bastante tiempo en el departamento de reclamaciones del consorcio de aseguradoras, de manera que conoce los errores que cometen todos los delincuentes»… Un final sorprendente que no debe desvelarse remata el escalofriante relato, donde el tronar de los clasemedieros de la ciudad invitan al crimen después de la desesperación.

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[Final de la entrevista de Víctor M. Amela en La Vanguardia del 18 de octubre de 2019]

¿No pesa en usted tanto crimen? Pues… sí. Sí. Tras veinticinco años de ejercicio como penalista, acabo de dejarlo.

¿Y eso? Me afectó reencontrar a un amigo de infancia del internado, rico: se sentía culpable.

¿Por qué? Porque tras discutir una noche en casa con su esposa, ella salió a darse una vuelta por Central Park… y dos hombres la asesinaron.

¡No fue culpa de su amigo! Eso le dije yo… Días después… se suicidó. (1)

(1) Esta referencia a la vida del escritor está presente en el último relato de Castigo, titulado El amigo.

 

 

TODOS SUS LIBROS

 

También triunfa en el cine con una versión de su novela El caso Collini, una obra de tribunales y de dolor familiar al descubrir una joven que su adorado abuelo, ilustre empresario, había sido un feroz oficial de las SS:

«Fabrizio Collini (Franco Nero), un trabajador jubilado italiano que reside en Alemania desde hace 35 años, asesina a un importante hombre de negocios conocido en todo el país. La defensa de Collini ha sido asignada de oficio a un joven abogado, Kaspar Leinen (Elayas M’Barek), para el que este será su primer juicio». Todo el proceso de investigación y revelación ha de atravesar los muros creados por jurisconsultos en 1968 para protegerse de su pasado nazi. Un libro excelente en una muy buena película.

La nieta del asesinado llega a seducir al abogado, amigo de infancia, para evitar que salga a la luz el horror que protagonizó su abuelo en la Italia ocupada por los nazis. Lo interpreta la rumana Alexandra Maria Lara.

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