Cómics al aula

crónicasPor FERNANDO J. LÓPEZ. Requiere valor, sobre todo teniendo en cuenta el aroma a rancio de nuestros currículos literarios escolares. Exige osadía, lo sé, pero no estaría de más que alguna editorial se atreviese a sacar ediciones de bolsillo de ciertas novelas gráficas que deberían encontrar, desde ya, un lugar en nuestras aulas.

Sé que empezar el año pidiendo algo así es comenzar siendo un tanto utópico, pero cada vez creo menos en la resignación y más en el inconformismo, cansado -tanto en mi faceta de creador como en mi faceta de docente- de ver cómo se repiten y perpetúan una y otra vez los mismos errores.

Por supuesto, también habrá quien crea que proponer novelas gráficas como lecturas para el aula es poco educativo, subestimando la complejidad de dichas novelas y, sobre todo, ignorando la enorme calidad literaria de muchas de ellas. Por fortuna, parece que los últimos años se han encargado de devolverle al cómic el estatus cultural que se merece, aunque aún haya quien se resista a admitirlo.

Personalmente, en mis clases de literatura -tanto española como universal-, no dejo de recomendar novelas gráficas que creo que no solo son fascinantes -y perfectas para fomentar la lectura entre nuestros alumnos- sino que, además, su profundidad -tanto en el tema como en sus formas- podría dar lugar a un apasionante ejercicio de comentario, análisis y discusión en el aula. Obras que abren puertas a otras realidades, que permiten conocer otras circunstancias, otras vidas, otros tiempos y que, además, gozan de un riesgo formal y expresivo que la novela convencional -tan atada, y lastrada, por las exigencias del consumo- a ratos parece haber perdido.

Me encantaría poder incluir en mi lista de lecturas obligatorias textos como las Crónicas de Jerusalén, de Guy Delisle o Persépolis, de Satrapi, dos obras esenciales para entender el mundo -no tan lejano- en que vivimos; las Arrugas, de Paco Roca, uno de los textos más hermosos para hablar de cuestiones como la vejez, el paso del tiempo o la identidad y la memoria; El arte, una pequeña joya de Juanjo Sáez que invita a reflexionar -de modo activo y crítico- sobre qué es eso que llamamos crear; Kiki de Montparnasse o la reciente biografía de Virginia Woolf editada por Impedimenta, dos ejemplos de hasta qué punto la novela gráfica puede ser una de las formas más adecuadas para el relato biográfico; o el Génesis de Robert Crumb y la Gemma Bovery de Possy Simmonds, dos ejemplos del eterno diálogo intertextual y fabulosos ejercicios de deconstrucción.

Sin embargo, en un aula -al menos, en las aulas públicas donde yo trabajo- no se puede exigir a los alumnos que compren obras de lectura a ciertos precios (y, menos aún, si se salen tanto de los cauces oficiales, como es el caso de estas). Para poder hacerlo, se necesitan ediciones más económicas y accesibles. Y sí, soy consciente de que es complicado, de que nuestro sistema educativo está demasiado anquilosado -seguimos considerando que la literatura actual es, poco menos, la de los años 50 del siglo pasado- y hasta de que el mundo editorial atraviesa un momento más que difícil -dígamenlo a mí, que lanzo novela esta mes y no sé si estoy más aterrado que emocionado… Soy consciente de todo ello, sí, pero también de la cantidad de nuevos lectores que podríamos hacer si les invitásemos a descubrir la novela gráfica en nuestras clases. Si no les hiciésemos creer que la literatura es ese listado de nombres que memorizan -y, a veces, hasta leen- sin ningún entusiasmo, sino un sinfín de obras -de géneros y formas muy diversos- donde resulta imposible no encontrar espejos en los que mirarnos. Y con los que, gracias al poder de la palabra, emocionarnos.

One thought on “Cómics al aula

  • el 10 enero, 2013 a las 10:39 am
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    Estoy totalmente de acuerdo como profesor de literatura. El precio de estas novelas gráficas es un escollo demasiado grande para poder introducirlas en el aula de una forma normalizada.

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