Entrevista a Fernando Marías por "Invasor"

 

Por Benito Garrido.

 

Fernando Marías (Bilbao, 1958) es uno de esos escritores que en cada uno de sus trabajos consigue conectar directamente con el lector. El también editor y guionista, es autor, entre otras novelas, de El niño de los coroneles (Premio Nadal 2001), La mujer de las alas grises (2003), El mundo se acaba todos los días (Premio Ateneo de Sevilla 2005), o Todo el amor y casi toda la muerte (Premio Primavera 2010). Con Invasor ya ganó el Premio Dulce Chacón de Narrativa en 2005, una impactante y aterradora novela que ha sido recientemente adaptada al cine por Daniel Calparsoro, y que ahora reedita Imagine Ediciones.

 

Portada de Invasor.

Invasor.  Fernando Marías.  Imagine Ediciones, 2012.  216 páginas.

 

Durante los días de la intervención del ejército español en la guerra de Irak, Pablo, médico militar, se ve implicado en un brutal acto de violencia. De retorno a casa, inexplicables tormentas interiores convierten la convalecencia junto a su mujer y su hija en una pesadilla espeluznante que pronto comienza a apropiarse de la realidad. El tiempo se agota, la sangre llama a la sangre y no hay espacio físico para la misericordia ni la redención.

Con esta comprometida fusión de thriller político y relato de terror, el autor nos demuestra que la conciencia también puede ser un arma mortal.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Cómo surgió la idea de escribir este híbrido entre el thriller y el terror tan realmente desasosegante?

Yo buscaba escribir algo contra la entrada de España en la guerra de Irak. Quería escribir algo sobre ese asunto que me indignaba y aún me indigna. Una vez decidido lo que se quiere contar, uno trata de llevárselo a su terreno; y entonces, me pareció (tras darle muchas vueltas) que la fórmula adecuada era un realismo inicial, para luego mezclarlo con toques de fantasía y de terror, tratando siempre de buscar esa fusión entre realidad y ficción. Es decir, lo que le ocurre al protagonista puede ser total y absolutamente literatura fantástica o puede ser total y absolutamente la explicación realista de una esquizofrenia. Todo el tiempo ese era mi objetivo: que cuando el lector termine de leer el libro se plantee si es realidad o ficción, si es una historia realista terrorífica o una historia fantástica terrorífica. En todo caso, lo que está claro es que es terrorífica.

 

P.- El estilo Fernando Marías se nota desde la primera página: ese torrente de sensaciones que nos pone al lector la piel de gallina. ¿Disfrutas provocando al lector, haciéndolo sentir incómodo?

No, no es que disfrute, es que creo que esta es la forma adecuada para contar la historia. Me gusta mucho transmitir la sensación de lo que estoy contando; me doy cuenta que en mis libros cada vez me olvido más de la forma clásica de narrar, para pasar a utilizar la primera persona y el presente. Frases cortas que me permitan transmitir la ansiedad del personaje que está inmerso en una situación de estrés extremo. En lugar de decir ‘estaba aterrorizado’, me parece más directo decir ‘estoy aterrorizado’, y si además cuento lo que aterroriza al personaje, y consigo que el lector se aterrorice, entonces mejor todavía. Eso es realmente lo que deseo. Realmente lo que quería era desasosegar al lector, noquearlo, estremecerlo.

 

Fernando Marías.
Fernando Marías.

P.- Historia de una mala conciencia que se rebela contra el protagonista, como un abierto rechazo a la intervención armamentística que supuso la guerra de Irak.

Sí, lo que yo buscaba era mostrar mi indignación ante la entrada en la guerra, un hecho brutal y terrible en la historia de la democracia. Todavía pienso en ello y me planteó como pudo ocurrir esa aberración. Y como te decía antes, yo quise escribir un libro contra esa guerra. Lo que pasa es que salen mis temas: la oscuridad interior, la idea de la doble personalidad, el toque fantástico y de terror… Al final, si esta misma indignación la hubiese escrito otro autor, seguramente habría salido otra novela distinta contra la guerra de Irak. En mi caso salió una muy apropiada dentro de mi género y una novela que pretende desgarrar al lector.

 

P.- Las situaciones extremas e inesperadas que nos llevan a actuar como si fuésemos extraños de nuestro propio yo. ¿Tan frágil es el ser humano a la hora de cruzar esa meridiano?

Yo creo que la mente del ser humano es una de las cosas más frágiles que existen. Yo hace ocho años que me psicoanalizo, aunque cuando escribí esta novela aún no había empezado, y es curioso que al revisar la novela descubro que de quien verdaderamente estoy hablando es de mí. Empiezas hablando de la guerra de Irak y acabas hablando de ti mismo. Y sí, me ratifico en que somos seres frágiles, y tras una situación de estrés tan brutal como la que se plantea en el libro, el ser humano puede quebrarse por completo. De ahí, que aparezcan los dos personajes: el de Pablo, que trata de enfrentarse al problema y recuperarse de las secuelas, y el de Diego, que directamente se derrumba. Estamos tan acostumbrados a ver desde nuestros cómodos asientos en al ciudad, escenas de guerra en televisión o cine, que casi tenemos asumida esa ficción, sobre todo porque no tenemos ni idea de lo que es una guerra de verdad. El que vuelve a casa de una guerra seguro que llega traumatizado y destruido, con secuelas, con el corazón gravemente herido.

 

P.- Una vez superada esa línea hacia la maldad y el dolor, ¿existe la posibilidad del retorno, de la redención?

Seguramente esa es la gran pregunta que se hace el libro: ¿existe redención después de cometer determinados actos? ¿es posible que uno vuelva a encontrar la paz? No lo sé. Pero creo que el deber de los novelistas no es responder preguntas sino hacerlas, para que después cada uno pueda meditar sobre ello. Tal vez trabajando y luchando mucho, con la solidaridad y amor del entorno, quizás uno pueda vencer al mal que se ha instalado en él tras esa guerra. Creo que la liberación del ser humano, del corazón humano, es posible.

 

6.- Y en los personajes también está la temida y terrible locura que parece atemorizar aún más que la cordura.

Me parecía importante poner al personaje al borde de la locura: cuando sale del coma, su mente recuerda lo que ha hecho y eso es algo realmente fuerte. Todos sufrimos al ser conscientes de haber actuado mal. Imagina entonces el extremo de una persona normal, como tú o yo, que tras un acto de violencia termina matando a dos personas. Anteayer estaba en mi casa tranquilamente, y hoy he matado a dos personas… eso es un shock que seguramente todos viviríamos de una manera muy atroz.

 

Invasor.
Invasor.

P.- La guerra como escenario que saca lo peor del ser humano, y más en una como la de Irak, que fue más una invitación política. Ya no se mata y se muere por ideales…

Las guerras y los asesinatos nunca tienen justificación, y aún menos esta guerra de Irak, una operación para el enriquecimiento de unos pocos a base de grandes mentiras. Pero sí creo que es posible la actitud individual, de hecho el personaje de Pablo es el de un hombre normal que lucha por encontrar la verdad, recuperar su conciencia, y su derecho a vivir con dignidad. Eso lo convierte en un héroe moderno.

 

P.- El terror se introduce en la casa, en la familia, hasta puntos realmente sorprendentes. Tensión narrativa e intriga se mantienen in crescendo.

Para llegar hasta ese punto, hay que elaborar con mucho cuidado cada frase, cada capítulo, cada párrafo. Buscaba algo trepidante y para ello había que llegar a lo esencial, quitar todo lo que sobraba. La situación a la que se enfrenta el protagonista es tan tremenda que uno no se puede andar con florituras, pues las cosas que le pasan, al hallarse al límite, son muy brutales e intensas. Y así tenía que ser el libro, no podía detenerse en adornos, como un tobogán que arrastrase al lector.

 

P.- Eres un gran creador de perfiles psicológicos atormentados, de fantasmas interiores que atenazan. ¿Cuánto de psicólogo tiene F. Marías para conseguir dibujar estos personajes?

De psicólogo nada más allá de la simple observación de lo que veo, de la gente a mi alrededor. Me interesa mucho observar al ser humano. Y luego, seguramente lo que tengo son muchos fantasmas interiores y oscuridades propias. Cuando uno mismo tiene esos fantasmas, no solamente es más fácil escribir de ellos, sino también algo necesario. Escribir nos libera, y nos cura. Yo no estuve en la guerra de Irak, pero si me planteo la duda de si sería capaz de matar, si hubiese algo dentro de mí que me llevase a matar o a cualquier otra maldad, si el hecho podría ser un momento de delirio, o un impulso que realmente ya estaba dentro de mí…

 

P.- Novela muy cinematográfica y visual, se nota que has estudiado cine. Pero en este caso, llevar esa voz interior del protagonista al cine ha tenido que ser todo un reto. ¿Estás satisfecho con el resultado?

Sí, me siento muy contento con la película, pero ciertamente es una película muy distinta a la novela. La novela es, como decíamos, esa fusión de thriller, terror y género fantástico, mezclado con el mensaje político, y la película mantiene el mensaje político pero hecho en clave de cine de acción: trepidante, tremendo, y lo cuenta de otra manera. El discurso interior está cambiado a una acción exterior, aunque al final se consigue lo mismo, pues no es una película que contradiga a la novela, sino que va en la misma ruta que ella, mantiene su espíritu pero de manera diferente. Aún sabiendo que tenía muchas variantes sobre el libro, me fascinó la película porque realmente es impactante encontrar a tus personajes sobre la pantalla cobrando vida con tanta fuerza.

 

P.- ¿Tienes nuevos proyectos entre manos de los que nos puedas hablar?

Estoy escribiendo una novela nueva. Y más a corto plazo, continuar con esa aventura que tanto me gusta y divierte, que es Hijos de Marie Shelley, un proyecto que poco a poco va cogiendo peso, del que ya tenemos dos libros, y que ahora pretendemos expandir. Arrancaremos para las ferias del libro, pero los autores para el tercer libro ya están trabajando en él y haciendo cosas.

 

P.- Para finalizar, ¿te atreverías a hacer ahora mismo un microrrelato de terror?

Hay una frase mía, no improvisada, con lo cual tiene un poco de trampa, pero es un lema que yo tenía para un libro que edité, y que en sí me parece un microrrelato enorme: La oscuridad es un espejo.

 

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