"En política debieran aprender más de la literatura"

 

Por Cristina Consuegra

 

Despacio

 

Entrevista a Remedios Zafra

 

Hay libros que abren en canal al lector. Que hurgan entre heridas y cicatrices, que desentrañan memorias descartadas. Pensamientos latentes. Estos libros tienen más de artefacto que de objeto y suelen obligar a manufacturar lecturas afiladas, urgentes. #Despacio (Caballo de Troya, 2012), de la autora Remedios Zafra, podría ser un buen ejemplo de esto que escribo. Este título se presenta en nuestro acontecer para dinamitarlo gracias a uno de los planteamientos formales y poéticos más singulares de la escena narrativa nacional. #Despacio nace del desencanto para transformarlo, para desproveerlo de su significado que paraliza. A través de una serie de relatos, que funcionan a modo de red, Zafra articula a partir de un nudo de habitantes periféricos, un discurso incisivo y contundente sobre la realidad, utilizando para ello una construcción subjetiva del ejercicio de la palabra.

 

La  primera pregunta busca situar un punto de partida desde el que analizar #Despacio (Caballo de Troya, 2012). La estructura que soporta esta obra es original pero al mismo tiempo es arriesgada. ¿Cómo llegas a este andamiaje?

Me gusta considerar que la forma de hacer es parte de lo que está en juego cuando uno escribe, que la forma no es inocente. Supongo que en este libro hay, en el fondo, el deseo de primar una coherencia crítica y estética antes que el de hacer un bestseller. He sido muy afortunada de que Constantino Bertolo (Caballo de Troya) haya sido tan temerario como yo 😉

#Despacio es el resultado de un trabajo “lento” y, coincido contigo en que también, arriesgado, sobre la construcción subjetiva y la época que vivimos. En el andamiaje de este libro, la escritura (como forma) ha sido tan importante como las historias. Hay en ese sentido un esfuerzo por no contarlo “todo”. A veces sólo sugerir la historia, desvelar las ausencias junto a las presencias, reivindicando la importancia que en una historia tienen las zonas de oscuridad frente al esfuerzo por iluminar. Creo que eso ayuda a empoderar a los lectores ante el tiempo que se narra, del que ellos también forman parte.

En la estructura, construyo las narraciones con el deseo de contar historias vestidas de otras cosas, casi siempre metáforas que permiten narrar algo que habitualmente me punza y siento que es compartido con los demás, que también a los demás les duele de alguna forma. La literatura facilita contarlo convertido en parodia, ironía, o simplemente con el extrañamiento necesario para ver como familiar lo ajeno o como algo ajeno lo familiar.

También ese andamiaje tiene algo de red, donde todos los relatos son nodos autónomos, pero en conjunto funcionan como algo parecido a una novela. Y cierto que aunque el libro trata sobre la época que vivimos, a nivel formal la escritura hablaría de una obra difícilmente ubicable en una tendencia o estilo contemporáneo, y creo que ahí tal vez radique ese riesgo al que aludes. Pero ese riesgo no surgiría como búsqueda de originalidad, sino como un intento de búsqueda de coherencia y libertad en la experimentación creativa más allá de las tendencias.

 

#Despacio, ¿nace del desencanto?

Más bien nace de la doble cara del desencanto. La de la parálisis que provoca toda desilusión y la de su reverso, es decir la que moviliza y llama a “actuar” como respuesta al desencanto. Creo que, en cierta medida, esta doble lectura está muy presente en todo el libro, aunque podría resumirla en la escena en que la protagonista habla de sus juegos de infancia defendiendo la idea de que cuando jugaba a hacerse la muerta, eso no era del todo cierto, y que realmente lo que estaba haciendo era jugar a “resucitar” y esta pulsión es importante para que el libro no sea una mera crónica fantaseada sino que esconda algo catártico. Pienso que el desencanto atraviesa la vida de todos los personajes de #Despacio porque todos tienen deseos que la vida les ha trastocado, y derivan en él como si fuera un mundo en el que algunos se resignan jugando a hacerse los muertos, y otros no del todo. Pero la motivación es salir del desencanto (llegar a ese lugar imaginario llamado Allí), que las cosas cambien. No poder hacerlo es tanto razón de su infelicidad como acicate para seguir viviendo. Y tal vez porque es una idea muy sencilla y apropiable a nuestra vida puede tener cierta potencia.

 

¿Por qué el andén, territorio de corte fronterizo, como primera piedra de esa extraña geografía que planteas?

Me interesan mucho los espacios de tránsito como los pasillos y los andenes. Frente a los “lugares” que serían esos espacios que nos permiten construir identidad y que contienen recuerdos, como nuestra casa (allí donde nos sabemos los nombres), los no-lugares son espacios habitualmente anónimos y de tránsito (los centros comerciales, los pasillos de las oficinas, los andenes…). Un espacio de tránsito es algo por lo que se pasa pero donde no se vive. El hecho de que en #Despacio la protagonista y otros hayan decidido habitarlo, habla de una situación “irregular”, de que algo extraño está pasando en el mundo como para trastocar las cosas. Así como en los últimos tiempos muchas personas han ocupado y habitado plazas públicas como gesto de denuncia de un mundo que se nos ha vuelto anómalo y (más) injusto, en #Despacio mucha gente decide quedarse a vivir en ese andén, porque no están dispuestos a volver a sus casas como si nada y, dado que creen en la “empresa pública de ferrocarriles” (porque en algo necesitan creer) confiarán en ella y en que la situación se resuelva. En ese andén además su tiempo va más “despacio” y desde allí (como sólo pueden esperar) es como si alcanzaran a ver los fallos del sistema, aunque eso les deje aún más paralizados (como esos avisos de megafonía que anuncian el paso de los trenes y que llegan “después” de los pocos trenes que pasan demasiado rápido y nunca para ellos). El andén habla de que nos han cambiado las reglas del juego y si las reglas cambian, también la vida es posible en un no-lugar, allí donde sólo había tránsito y desplazamiento.

Pero el andén es también un lugar fronterizo, ese espacio donde comenzamos a irnos aunque aún no nos hayamos marchado. De hecho, pienso que el viaje comienza en la decisión y no en el tren, y que el movimiento al que se alude en #Despacio puede ser físico pero es ante todo un movimiento interior. Esas personas que duermen en el andén están más Allí que Aquí, habitan allí donde están sus deseos.

 

El primer texto ya deja clara la intención de este título, diseccionar lo conocido o vivido para medir las coordenadas que definen la realidad y así analizar las diversas partes que la componen. Además, con ello, la autora busca reconfigurar tanto el sentido de la realidad como el concepto de lo real. Dos preguntas: ¿Qué te ha exigido este libro en relación, precisamente, con tu realidad? A la luz de este acontecer tan injusto, ¿puede la práctica literaria, además de desmontar la realidad, modificarla?

Este libro me ha exigido un importante juego de tensiones sobre mi propia realidad porque yo no quería contar mi historia, sino una historia que, aun incumbiéndome a mí, tuviera que ver con las vidas de otras personas y con el tiempo que vivimos. Sin embargo, inevitablemente mi realidad está presente en el libro, mis frustraciones por no poder cambiar situaciones que me duelen son, claro está, motor de #Despacio. Demasiadas muertes cercanas (como la de mi amigo el hombre que desaparece), enfermedades, precariedades, la cercana necesidad de escapar y el desencanto por lo que está pasando en el país, me hacían sentir que mi realidad en los últimos tiempos era una copia de ese personaje central en el libro, “laquestapeor”. Pero cuando miraba a mi alrededor resulta que casi todos se estaban convirtiendo en “laquestapeor” y que nos consolábamos alternativamente, exagerando más o menos lo nuestro, para que las personas a las que queremos se sintieran mejor… Y después, fríamente, pensábamos, “realmente ellos están peor y lo soportan, aún tengo un umbral de caída”. Me parecía que esto era algo importante en nuestras vidas y que de ello también se vale el poder para regular la resignación, cuando hipervisibiliza a quienes están peor, y siento que aquí hay algo perverso. Aunque no tanto como  cuando llegamos a identificar una tipología insoportable que nos moviliza, “elquestamejor”, no ya personas a las que envidiamos porque son más listos y están más sanos, sino personas que se han enriquecido y aprovechado de lo público con total desfachatez (decía Balzac algo así como «Allí donde hay una gran fortuna hay un delito», pues me da que tiene que ver).

Sobre tu segunda pregunta, si puede la literatura no sólo desmontar la realidad sino también modificarla. Creo que, por supuesto que sí, en tanto nos modifica a nosotros tiene ese poder transformador. Hoy la producción literaria, como la artística, opera en un estante diferenciado de lo político y de lo moral, pero en todo caso, conforma imaginario, modelo de posibilidad, y en ese sentido creo que hay libros que domestican y libros que emancipan. La literatura además permite especular sobre el futuro, en sus versiones distópicas y utópicas más inquietantes y en infinidad de modalidades intermedias. Es un territorio donde la imaginación es usada sin complejos. Creo que en política debieran aprender más de la literatura para ser capaces de imaginar las cosas de lo colectivo, antes que ir improvisando o pensar exclusivamente a corto plazo o en el interés propio. Esos nuevos caminos que no son autovías pero por los que transitan muchos de los que se marchan de Aquí, son metáfora de lo que está por construir y sólo puede crearse desde la incertidumbre, el riesgo y la imaginación.

 Remedios 1

Como prolongación de ese transformar la realidad a través del ejercicio de la palabra, uno de los aspectos que más llama la atención en #Despacio, que casi se inserta como parte del entramado de la poética, es el empleo de la cotidianeidad, elementos que forman parte de nuestra rutina. ¿Cómo trabajas el hacer discurrir parte de la acción narrativa a través de lo cotidiano o doméstico?

No me interesan las grandes épicas ni las cosas centrales de los discursos y de las imágenes, prefiero mirar las periferias, el fragmento o el fondo porque habitualmente ahí está lo invisibilizado y lo cotidiano, mejor dicho lo que la cotidianidad ha convertido en algo invisible al naturalizarlo.

Me interesa la repetición de lo cotidiano como forma de visibilizar lo sobreentendido, es una estrategia político-poética que me estimula. No es original. En mi caso, se trata de una doble cita, por un lado a la estrategia del “duelo por la representación simbólica” habitual en el arte feminista, en la que se repite una práctica con la intención de representar su agotamiento simbólico (como si fuera algo material que se puede consumir). Y por otro lado, es una mirada que descubro y me interesa de la etnografía, cuando pone el foco en lo cotidiano, en el chisme, en lo doméstico. Creo que estas dos referencias están en la narración de lo cotidiano, sobre todo en historias como las de Apuntode y sus minutos dedicados a cosas aparentemente insignificantes en su día a día pero políticamente importantes pues neutralizan su tiempo, dedicada como está a “buscar tiempo para buscar trabajo para finalmente poder disponer de tiempo”.

 

Los relatos que componen #Despacio actúan casi como fotografías o instantáneas del esqueleto de la condición humana y sus circunstancias. En cada relato, reflejas o tratas un tema acompañado por ese planteamiento literario entre el aquí y el allí. ¿Qué ha sido más complejo el tratamiento real o el tratamiento narrativo de estos elementos?

La realidad siempre es lo más complejo, tal vez por ello también es lo más fascinante e intenso, para bien y para mal.  #Despacio es un libro trabajado durante varios años y con distintas versiones hasta llegar a ésta. Las primeras eran si cabe más fantasiosas, y tal vez excesivamente metafóricas o construidas sobre un tipo de metáforas que me valían a mí pero que podían ser inútiles para los lectores y, sí, fue difícil asentarlas. Creo que todo comenzó a cuadrar con estos dos elementos articuladores Aquí y Allí, que son una sencilla analogía sobre lo qué nos mueve a los seres humanos. La vida en todos los niveles contempla un hacer que nos transforma, un deseo por conseguir, por ser o por llegar. El paso entre el aquí y el allí es el trasfondo de todas las historias y lo que habla del carácter de las personas, una infinita variedad entre quienes esperan esa llamada o ese algo externo sin hacer nada, que algo suceda en sus vidas que de pronto les traslade allí; y quienes no se resignan y toman decisiones, aunque estas les lleven a algo aún más incierto como un andén o lo que hay al otro lado del cartel donde comienza la historia.

 

En este título, realizas una crítica contundente al acontecer, a todo lo que el ser humano está edificando. El relato, “Los gatos que se comen lo que no decimos”, retrata, gracias a un excelente ejercicio ficcional, ese abuso del exceso que define parte de la contemporaneidad del ser humano. ¿Cómo llegas a esa idea del relato?

A mí me parece que una de las claves del libro es justo lo que apuntas, y que se propone en ese relato de los gatos, me refiero al excedente de deseos. Creo que este excedente es algo difícil de ser regulado (por uno mismo), porque los deseos incentivan a actuar pero son también causa de infelicidad. Y juraría que la regulación está cada vez más condicionada por factores externos que nos generan todo tipo de dependencias de objetos, estructuras y administraciones que han convertido esos deseos en “necesidades”. Como si la pregunta “¿acaso puedo no estar, no tener, no ser…?” no tuviera más respuesta que “sí, que tienes que estar, tienes que tener, tienes que ser…” para acto seguido penalizarte por “vivir por encima de tus posibilidades”, y, por ejemplo, desahuciarte por haber confiado y deseado lo que por todas partes te han dicho que “tienes que tener, que puedes tener”. De forma que la regulación de estos deseos por parte del poder termina siendo una cuestión básica.

La contención y los deseos atraviesan todos los relatos, tal vez el de los gatos y el de Contenida son los que lo cuentan más expresamente. Esta cosa de los gatos en muy personal y están inspirados en mi día a día. Tanto en Sevilla como en Madrid vivo cerca de verjas y jardines donde la gente va a dar de comer a gatos callejeros o simplemente a verlos. Es frecuente encontrar a personas (yo misma) mirándolos como si se comunicaran con ellos. La imagen me sugirió un escenario posible como metáfora de los nuevos confesionarios, una suerte de lugares, ahora laicos, donde poder contar todo aquello que preocupa, que preferimos no decir a otros humanos para no generar una reciprocidad molesta, exponernos demasiado y como efecto obligarnos a devolver un favor y tener más preocupaciones. Ese lugar donde se dejan los deseos se me hace necesario en una sociedad porque libera y regula la tranquilidad de la gente. Posiblemente habría también valido el buscador google como metáfora, pues para muchos funciona como lugar donde preguntamos por lo que nos inquieta pensándonos invisibles y sin repercusiones. Y claro, quienes controlan esta regulación (sean gatos, buscadores o administraciones) pueden tener mucho poder, porque controlan lo que mueve a la gente.

En #Despacio, los gobernantes de Aquí se ocupan  de los gatos que al igual que los humanos sufren los efectos de excedentes incontrolados de deseos. Pero todos los planes que idean están corrompidos de antemano porque son chapuzas en las que siempre prevarican favoreciendo a familiares y amigos, o se benefician de sus prerrogativas como cargos públicos para rentabilizar un problema y quitar derechos a la gente. No obstante, me parecía necesario no simplificar el mundo en buenos y malos y crear aquí una zona de oscuridad, generando la duda sobre si todos los de Aquí estaban implicados en mayor o menor grado, porque todos tenían familiares o amigos y habían tolerado, o callado, lo que (no) ingenuamente veían cada día en la gestión pública de “los gatos que se comen lo que no decimos”.

 

En el relato “El andén”, la protagonista afirma: «El andén es un territorio intermedio, una frontera, un estar en tránsito. Lo que sí sería correcto es afirmar es que “me estoy marchando de Aquí” aunque aún no haya llegado a ninguna otra parte». Esta frase, ¿puede definir la identidad de #Despacio?

Sí, al menos para mí, esa sentencia ya anuncia un posicionamiento irreversible para la protagonista, por el que ya no depende de los demás ni siquiera de los ferrocarriles que no llegan. Pienso que esa afirmación le confiere poder.

Como te decía antes, el movimiento que más importa en #Despacio es el interior, el que supone una toma de conciencia frente a una realidad que tiende a acostumbrar a la gente. Seguir en un andén, aunque no pasen los trenes, es un posicionamiento, una autodeterminación, un gesto de dignidad de quien no se resigna, y prefiere desaparecer (en el fondo vivir en un andén es “un estar y no estar” al mismo tiempo); un gesto de quien prefiere otras fórmulas, antes que acostumbrarse sin más.

 

Atendiendo a esa doble lectura que ofrece #Despacio, por un lado, el retrato del acontecer, y por otro, el aspecto narrativo, ¿qué le espera al lector en allí?

Allí opera como motor de la vida, es un lugar físico que está a quinientos treinta y ocho kilómetros y que los personajes visualizan como una suerte de utopía. Pero es sobre todo donde cada cual pone sus motivaciones y razones para vivir. Definir un allí es un sentido vital, es lo que nos aleja de una vida vegetal y nos mueve a cambiar nuestro mundo. Lo que les espera a los lectores en Allí, habrá que decirlo en voz baja pero, me da que Allí hay otro cartel que pone Allí, y allí otro, y allí otro…

 

Siguiendo con este asunto. La mirada del lector es muy importante en #Despacio, incluso, debido a esa doble condición de la obra que puede actuar como novela o como libro de relatos, puede llegar a determinar el sentido real de #Despacio. ¿Buscas que la mirada del lector se responsabilice de la poética del libro más que del argumento?

Creo que cada vez leemos más rápido, y la vida online y los nuevos dispositivos tecnológicos tienen mucho que ver. Puede que los relatos funcionen (aunque confieso que esto lo veo ahora, con posterioridad) como una manera de intentar familiarizar al lector con en el argumento a través de historias cortas que transcurren rápidas, como un guiño cómplice que haga pasar de la rapidez del relato -como post o aforismo- a la lentitud de la novela. De hecho, por lo que me cuentan los lectores, hay muchos que leen #Despacio más de una vez. En ese sentido sí hay una intencionalidad por mi parte en jugar con la retórica del contraste, contraponiendo la rapidez con la que se lee un relato al tiempo que requiere convertir el conjunto de cuentos en una historia integrada o hacerse la pregunta por ¿en qué lugar de este circo me posiciono? El juego del título “despacio” convertido en hashtag iría en esta línea.

Pero si te refieres a la importancia de la mirada del lector frente a #Despacio como obra estética, me da la impresión de que el libro funcionaría en ocasiones como instalación o artefacto creativo, quiero decir, más allá de lo narrativo. Hay imágenes y textos que rompen la lectura porque están convertidos en tablas o están tachados. La escritura fragmentada ha sido recurso habitual en la literatura y el ensayo. En el último siglo desde los Pasajes de Walter Benjamin a la poesía experimental, y a multitud de obras contemporáneas que se apoyan en los fragmentos. En este caso, hay un propósito de romper la forma clásica de lectura, porque la escritura está intervenida para crear ausencias, propiciar en ocasiones la falta de sentido, generar dudas, ¿por qué no? No es una advertencia a los lectores, sino un acicate para que ellos culminen el sentido estético, y en este caso crítico.

 

¿Qué comparte #Despacio con el resto de tu obra?Remedios 2

Imagino que comparte deseos y preguntas. Supongo que todos los libros son estas dos cosas. En mi caso reconozco ser muy reiterativa pues toda mi obra tiene en común, al menos de manera intencionada, la preocupación por habitar la dificultad de la época y la pregunta política por las formas en que las identidades nos permiten construirnos y ser, o no ser, en la vida. Imagino que hay mucha practicidad en las razones por las que estas cosas me punzan en lo que escribo, y es que también me punzan en la vida, y que si no las publicara tendría que escribirlas igualmente.

Más de cerca, he de reconocer que #Despacio guarda especial relación con mi anterior, y casi desconocido, libro de relatos “Lo mejor (no) es que te vayas”, pero también con el ensayo “Un cuarto propio conectado”. Tanto la habitación conectada como el andén donde transcurre #Despacio se convierten en lugares para ver el mundo, para la espera y potencialmente para la acción y la concentración.

 

¿Es éste tu libro más áspero y duro?

Me resulta extraño definirlo así porque mientras lo escribía lo veía como un libro que me hacía sonreír y no como algo áspero y duro, pero ahora te tengo que dar la razón en que puede que lo sea. Imagino que el mero deseo de enmascarar la realidad con la metáfora me hizo suavizar la percepción y pasar más al lado de la ficción que todo lo tolera, pero al releerlo como algo ajeno, creo que sí, que es algo duro, al menos en su primera lectura. Aunque he de reconocer que el mérito (de haber alguno) es del tiempo que estamos viviendo y no mío.

 

#Despacio se alimenta del surrealismo, incluso, de la caricatura de corte grotesco. ¿Qué autores de este pelaje se esconden en este título?

Me interesa muchísimo lo grotesco, me parece necesario para hablar de identidad y un término que define muy bien la relatividad y el dolor (la historia de “El charco -según el lado-” trata de esto, y también la vida de “La Pusilánime”). Me moviliza esa posibilidad de poder escribir (y hacer) un circo en el que todos seamos monstruos, que sea tan grande que todo sea circo y los monstruos ya no sean monstruos.

Sobre referencias concretas, habitan en #Despacio clásicos como Kafka, Carroll, Cortázar y Virginia Woolf. Pero también están Haraway, Foucault y Butler. Y aunque forma parte de un poso tal vez más profundo e íntimo, te confesaré que en #Despacio se esconden otros autores de libros raros y de enciclopedias parciales, provenientes del stand de saldo y oportunidades (de los menos vistos, vendidos y valorados) de un centro comercial donde mi padre conseguía los libros y tebeos cuando era pequeña. Lo cuenta “el señor Nuts” en  #Despacio y es una de las pocas historias autobiográficas. Creo que mi padre, sin tener ni idea de quién era Derrida, estaba haciendo algo muy deconstructivo 😉

 

¿En qué punto se encuentra el par Red/Práctica literaria?

Creo que hay varios frentes abiertos. Algunos (seguramente los más visibles) apuntan a la cuestión del mercado y al comercio online. Otros a cuestiones de experimentación y creatividad. Estos últimos son los que personalmente más me interesan, porque hablarían de cómo los creadores ceden o no al empeño por seguir delimitando obras creativas en el marco de una disciplina y estilo. Pienso que Internet es más interesante no ya cuando se instrumentaliza como mero soporte de difusión de literatura, imagen o música, sino cuando se convierte en algo reflexivo para la creación (como hizo el net.art), allí donde los límites heredados en la producción creativa están también para trasgredirlos y experimentar. Lástima que este segundo frente tenga que ver con el primero que apuntaba, pues me da la impresión de que al capitalismo le interesa la diferenciación como forma de delimitación y comercialización. Creo que aún hoy las bases del capitalismo se apoyan en la combinación de “disciplina y gestión”, de forma que delimitar y gestionar la creación (disciplinarla) es casi siempre la tendencia.

Personalmente me gustaría hablar más del paso de la combinación Red/práctica literaria al de Red/práctica creativa. Y pensar que los retos en las nuevas formas de producción, acceso y distribución creativa nos obligan a idear otras fórmulas de experimentación y financiación. Pienso que eso favorecería lo que le exigimos a la práctica artística (o a determinado tipo de práctica al menos), más allá de la mera complacencia estética y el entretenimiento, me refiero a la exigencia de que el arte siga actuando como agente crítico con los mecanismos de dominio simbólico de los medios y del poder en sus distintas formas.

 

Eres una de las autoras que más se ocupa y preocupa por reflexionar en torno al concepto de ciberfeminismo. Dadas las circunstancias, ¿podemos considerar que el ciberfeminismo se ha emancipado del feminismo?

Creo que siguen unidos, de hecho visualizo el ciberfeminismo como un nodo de los muchos que integran hoy el feminismo, pero inscrito en él. Pasa que a menudo ni siquiera necesitamos hablar de ellos para ponerlos en práctica, aunque los tengamos muy presentes como transversalidad en nuestro trabajo y en nuestra vida. Considero que toda lucha por crear las condiciones de un mundo conectado más justo e igualitario allí donde se piensa, crea y usa la tecnología es una lucha ciberfeminista, y me refiero no sólo a las industrias tecnológicas, sino a las aficiones, a la alta y baja tecnología, a la educación, el trabajo, por supuesto, al ciberespacio… Bajo este prisma, también en #Despacio hay guiños ciberfeministas, aunque si quieres esos te los cuento en otra entrevista 😉

 

 

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