Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh

 Por Inmaculada Real López.

 

Museo Thyssen-Bornemisza

Paseo del Prado, 8

Hasta el 12 de mayo

 

Con la llegada de la pintura del paisaje al aire libre se inició una nueva manera de mirar, de entender y de representar la naturaleza. Hasta entonces, estas escenas eran meros telones de fondo y consideradas como un género menor. Sin embargo, el extraordinario desarrollo que adquirió en este periodo le llevó a convertirse en un género independiente, e incluso a la creación de Cátedras de Paisaje, que en el caso de España fue ocupada por el primer paisajista Carlos de Haes.

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La técnica de pintar directamente de la naturaleza, tal y como se percibe, se inició en Italia a finales del siglo XVIII , de la mano de Pierre-Henri de Valenciennes. Para entonces era considerado como un ejercicio de ámbito privado que desarrollaba la destreza del ojo y la mano de los artistas. Posteriormente, estas composiciones que se hacían en el propio estudio del artista dio paso a un nuevo espacio, el pintor salió a la naturaleza, buscó una comunión espiritual con ella, y fue allí, donde rivalizando con las inclemencias del tiempo, y observando los fenómenos meteorológicos con precisión científica, se obtuvieron las grandes composiciones de paisaje.

 

El Museo Thyssen-Bornemisza rinde homenaje a la pintura impresionista, a través de siete salas se presenta la mejor expresión de la pintura al aire libre, mediante una selección de los pintores más representativos de este movimiento artístico. Turner, Constable, Corot, Courbet, Cézanne, Seurat, Monet, Van Gogh o Sorolla, forman parte de esta interesante exposición por las cualidades técnicas e innovadoras que se aportan en este momento a las artes plásticas, así como por la temática y el resultado estético de la misma. Asimismo, fue el verdadero motor de la renovación artística del siglo XIX.

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La muestra se ordena desde del punto de vista iconográfico, siguiendo una clasificación temática: ruinas, rocas, montañas, cielos, plantas, árboles o el mar, entre otros, cuyos motivos se repiten de forma constante en estas composiciones. Estos mismos se reúnen según las escuelas artísticas y los estilos pictóricos, con el fin de mostrar la evolución de esta técnica pictórica.

  

Por otra parte, se le presta especial protagonismo a la Escuela de Barbizón, por cuanto supuso en este movimiento artístico. Monet, Sisley, Renoir, Bazille y Cézanne, tomaron el relevo de los precursores de esta Escuela, formada inicialmente por Rousseau, Díaz de la Peña, Dupré o Daubigny. El bosque de Fontainebleau se convirtió en el nuevo escenario de la pintura de estos artistas, donde iban a realizar paisajes vistos in situ, caracterizados por la espontaneidad y la rapidez de ejecución, donde lo importante ya no era el tema en sí, sino la propia ejecución de la obra.

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De pronto, los lienzos se convierten en ventanas que permiten viajar al espectador, contemplando ruinas de acueductos romanos, paisajes de Civitella, del Valle de Saint-Vicent, el atardecer en el río Epter, las cascadas de Tívoli, o el deshielo de Vétheuil, obra clásica de Monet. Sin embargo, a comienzos del siglo XX, y con el auge de las vanguardias, el artista volvió al taller, y éste se convirtió de nuevo en su lugar de trabajo.  

 

 

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