Catalina la Grande, retrato de una mujer

 
 
 
El prestigioso historiador norteamericano Robert K. Massie es uno de los maestros anglosajones de la biografía literaria. Forjado en las universidades de Oxford y Yale, pero contando además con una formación periodística de primer orden en el Newsweek y el Saturday Evening Post ha logrado convertirse en un narrador brillante, impecable y ameno. Así, trabajos suyos como Nicolás y Alejandra o Pedro el Grande: su vida y su mundo, por la que obtuvo el Premio Pulitzer, le han hecho acreedor de un enorme éxito. 
 
Tras dedicar ocho años de trabajo ha publicado un libro memorable sobre la apasionante historia de Sophie de Anhalt-Zerbst, hija de un príncipe prusiano modesto, gobernador de la ciudad prusiana de Stettin en la actual Polonia, y de una joven aristócrata alemana. A los 14 años de edad se convertirá en pieza clave de la política matrimonial de las grandes potencias al ser enviada a Rusia, una de las naciones más extensas de la Tierra. Viaja a Moscú con el único fin de casarse con su primo, que gobernará como futuro Zar con el nombre de Pedro III y dar un heredero al Imperio. El matrimonio no fue feliz. Catalina encontraba a su marido triste de aspecto y mente. Sin embargo la fortuna tenía previsto otro destino para esta mujer inteligente, culta y hábil. Acabaría ocupando el trono de Rusia durante 34 años con el nombre de Catalina II hasta el día de su muerte en San Petersburgo en 1796 para pasar a la posteridad como Catalina la Grande
 
Catalina II, que desempeñó un destacado papel en la Rusia del siglo XVIII, fue muchas cosas y todas ellas a la vez. Sobre ella converge la imagen de la mujer corrupta que cambiaba constantemente de amantes, la “Mesalina del Norte”, con una voracidad sexual que, sin embargo, no fue tal ya que el autor nos evidencia sus preferencias no solo por compañeros de cama visiblemente más jóvenes que ella, sino también por otros que le ayudaron de manera fiel, competente y continuada en sus inmensas labores de gobierno. Pero también la versión de la mujer ilustrada, que además de ser la gran constructora de San Petersburgo y fundadora del Hermitage, fue protectora de Voltaire o Diderot además de gran amante de la música y de todas las artes. Y nos queda, finalmente, la legisladora despótica que a pesar del deseo de modernizar Rusia y sacarla de su pasado medieval no tuvo para nada en cuenta a la gran mayoría de la población, sometida, servil y analfabeta. Gran contradicción de un reinado que al final hubo de vérselas con los clamores revolucionarios ante los que terminó imponiendo el cierre de fronteras, la censura de prensa y el inevitable cordón sanitario. 
 
794 amenas páginas que deslumbran en las que Robert K. Masie logra que entre tantas bodas de conveniencia, escándalos, infidelidades, intrigas cortesanas, guerras, enfermedades, epidemias, complots y todo tipo de fastos, destaque esta mujer eternamente fascinante gracias al retrato magistral de una mujer poderosa, pero también de carne y hueso, necesitada de amor y de compañía que logra que la historia sea tan apasionante como la de la mejor novela.

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