La novela de tu vida: Miguel Baquero

Por Miguel Baquero*

aventuras-de-arthur-gordon-pym-edgar-allan-poe-ed-gradif_MLA-F-2798281399_062012Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe.

“sangre. Tu vida depende de permanecer oculto”

En la vida de un lector, muchos son los libros buenos, e incluso excelentes, que pasan ante su retina (y los que le quedan, por suerte), pero resulta difícil, diría imposible, determinar cuál de ellos ha sido el mejor. Entre otras cosas, porque los gustos también varían con las épocas. Yo tengo la no sé si buena o mala, pero barata costumbre de releer bastante, y suele ocurrirme a menudo que aquellas novelas que en su día me resultaron fascinantes hoy me dejan más bien frio (y no se trata de que uno sepa ya el final: la buena literatura, la que emociona, no depende ni puede depender de lo sorpresivo de su desenlace). De igual manera, aquellos libros por los que en tiempos crucé casi a rastras, o abandoné a la mitad, hoy se me muestran como verdaderas joyas.

Pero si no de la mejor novela que haya leído, sí, quizás, haciendo un poco de memoria, podría hablar de la novela que fue decisiva para mí. Voy incluso más lejos: podría hablar de la escena, e incluso de la frase, que de manera determinante marcó mi vida. Sí, no exagero. Una frase que hizo que un chaval aficionado a leer, pero sin más perspectiva que la de pasar un rato entretenido, de repente se sintiera impulsado a trazar, él también, garabatos sobre un folio. Con tal convicción que, desde el primer momento, supo que aquello era ya irrefrenable, y que su suerte estaba… para mal. Sí, para mal; porque de haber seguido por el camino del mero ocio y la contemplación de páginas, hoy sería un tipo respetable que no cree en fantasías y que en invierno toma vitamina C para prevenir los constipados. Pero de esa forma, lanzándose insensatamente a rellenar folios —dónde va ese muchacho con solo unas pocas lecturas y una mínima biblioteca, sin los debidos estudios y, lo que es más grave, sin nadie que le ayude, dónde va—, uno se ha abocado de manera tonta a depender de los adjetivos, a andar a veces estreñido de frases, triste y mustio porque no acierta con una comparación, a sufrir momentáneos ataques de euforia que pronto derivan en decepción… En resumen ,a estar siempre insatisfecho, porque hablan de la vanidad de los escritores pero yo más bien creo que el tan famoso desdén de los artistas, y ese gesto como de estar oliendo mierda, no es sino su forma de disimular que, por más que hagan, nunca llegarán a determinada cota. A veces ni siquiera conseguirán igualar la magia de un renglón:

“sangre. Tu vida depende de permanecer oculto”.

Un joven de buena familia, Arthur Gordon Pym, se embarca de polizón, ayudado por un amigo, y por el simple deseo de correr aventuras, en el ballenero Grampus. Oculto en unas cajas, el plan es que, cuando se encuentren en alta mar, su amigo haga pública su presencia y, ante los hechos consumados, el capitán no tenga más remedio que aceptarle como parte de la tripulación. Todo parece bien sencillo y el protagonista espera, oculto entre las cajas de la bodega del barco, el momento de salir. Sin embargo, los días pasan sin novedad, su reserva de provisiones y agua se agota, la bodega del buque se va estrechando sobre él como una tumba… Cuando ya todo parece perdido, un perro que también han colado en el barco le trae, atado al cuello, un mensaje de su amigo. A la luz fugaz de su último fósforo, Gordon consigue leer sólo unas pocas letras de la carta. Estas:

“sangre. Tu vida depende de permanecer oculto”.

Recuerdo que algo me sacudió muy dentro cuando leí este fragmento. No es exageración. Leí la frase (y pico) una y otra y otra vez, y, abrumado por su fuerza inconmensurable, de pronto me puse las zapatillas de tenis (estaba leyendo en mi habitación) y salí a la calle a dar vueltas, sin rumbo, aterrado (esa es la palabra) por no sé qué inmensidad. No exagero si digo que cuando, un tiempo después, volví a casa y tomé de nuevo la novela, era otro. Tenía, de pronto, algo muy claro que conseguir en la vida.

Lo que sigue se cuenta ya rápido. Hablo de las escenas horripilantes de la novela de Poe, del pájaro que se come el hígado del marinero, del navío de rostros sonrientes con el que se cruzan, de la muerte echada a suertes, y hablo del montón de páginas en la papelera, del sello de devuelto en los manuscritos,  de los estantes de las librerías donde nunca estarás. La novela de Poe, el sufrido periplo de su protagonista, acaba con un resplandor extraño y deslumbrante…, pero mucho me temo que hace tiempo que se acabaron ya las comparaciones.

*Miguel Baquero (Madrid, 1966) es autor de novelas y cuentos. Su última novela fue La rebelión de los insectos (año 2011). Próximamente publicará  su novela Old Blues blues.

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