A puerta fría (2012) de Xavi Puebla

 

Por David Garrido Bazán

 

Xavi Puebla ya demostró en Bienvenidos a Farewell-Guttman (2008) que tenía buen ojo para retratar con la frialdad de una cuchilla las relaciones laborales. Si en aquel notable debut en el largometraje diseccionaba los comportamientos a menudo cuestionables de los altos ejecutivos de las empresas en una crisis que empezaba a asomar las orejas, su última película es una forma de abordar esta crisis que está ya en pleno apogeo desde la perspectiva de la infantería de esas empresas, esos vendedores y comerciales tan demandados en los tiempos que corren – échenle un ojo a la sección de demandas de cualquier periódico y comprobarán lo que les digo – para sacar de los stocks esos productos que se almacenan sin remedio porque el dinero no circula entre suministradores y consumidores.

 

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Antonio Dechent y María Valverde

El protagonista de A Puerta Fría – término que alude en el lenguaje comercial a la forma de venta más dura, la que se hace puerta a puerta y a la desesperada – es Salvador, un vendedor de la vieja escuela, de esos que aun utilizan albaranes en lugar de un iPad y que sigue creyendo en el contacto directo con el cliente y en generar confianza con el fin de asegurar una venta, que asiste a una feria de su sector en un hotel en un momento delicado para su empresa y para él mismo. En este mundo vales lo que vale tu último trimestre y Salvador, abandonado por su mujer e hija, está muy cerca de ser despedido y perderlo todo. Su única esperanza reside en un mirlo blanco, un cliente estadounidense al que poder colocarle un gran pedido que salve sus cifras ante la empresa y en una azafata a la que contrata con el fin de convencerlo. Estamos en el mismo mundo desesperado y cruel que tan bien retrataron Muerte de un Viajante y la enorme Glengarry Glen Ross, referente (para bien, siempre para bien) de esta demoledora y notable película.

Antonio Dechent está impresionante en un papel que hace por fin justicia a su larga trayectoria como actor. Tras toda una vida de papeles de reparto en los que siempre ha probado su talento y solvencia, su Salvador, ese vendedor crepuscular, descreído, demolido, superviviente, que asiste con impotencia y gesto de infinito cansancio a cómo su mundo se desmorona a su alrededor y que se balancea entre la fina línea que separa al hijo de puta capaz de cualquier cosa para conseguir una venta y los escasos rastros de decencia moral que aún le quedan, es un trabajo memorable. Tanto que ni siquiera su duelo interpretativo nada menos que con Nick Nolte – atención a  esa secuencia de la barra del bar del hotel donde ambos beben sin hablarse, se observan y se reconocen – queda en tablas. Está Dechent descomunal en este papel, inolvidable, más allá de cualquier elogio. Yo me alegro mucho por él. Es de justicia.

 

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Nick Nolte y María Valverde

 

Junto a Dechent, uno de los repartos más brillantes que ha dado el cine español en los últimos años. Todos ellos, sin excepción, desde José Luis García Pérez como ese jefe de Salvador mucho más complejo de lo que aparenta hasta la cada vez mejor actriz María Valverde como esa azafata ambiciosa pero con un lado tierno capaz de establecer una trabajada relación de complicidad y afecto con Salvador, pasando por un enorme Hector Colomé como ese vendedor curtido en mil batallas hundido en la miseria que se pregunta por el sentido de su vida, el arribista y repulsivo nuevo vendedor al que interpreta Sergio Caballero o incluso el fino y cínico conserje al que da vida con una irresistible mezcla de ironía y saber estar José Ángel Egido, confieren al conjunto una credibilidad irreprochable. Y por supuesto está el oficio y el talento de un Xavi Puebla que sabe a la perfección la historia que quiere contar, esa mirada esquinada pero demoledora a la crisis no ya del mercado laboral, sino a esa crisis de valores que marca de forma indefectible esta bonita sociedad que nos hemos construido entre todos. Con un hábil dominio de la narrativa y una puesta en escena repleta de detalles sutiles que deja espacio a sus mejores activos , ese magnífico guión repleto de inteligencia escrito a medias con Jesús Gil Vilda – ¡como son algunos de esos diálogos! – y sus actores, A Puerta Fría no solo es una más que notable propuesta. Es una de esas películas capaces de desmontar por sí solas cualquiera de las muchas sandeces que se dicen sobre la calidad del cine español. En A Puerta Fría esa calidad en muchos aspectos es, sencillamente, incuestionable.

 

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