Cristina Iglesias, metonimia

Por Paloma Rodera.
 
Hasta el 13 de mayo.
 
 
Hasta el 13 de mayo el Museo Reina Sofía acoge una muestra del trabajo de la escultora vasca Cristina Iglesias. Polvo de bronce, resina, cables de acero, alabastro, hierro dulce trenzado,… Las obras que se muestran son una investigación del concepto de arte público, de un arte para el espectador, que le invita a ser partícipe de una manera activa, a crear espacios artificiales que remiten, sin duda, a momentos que pueden tenerse frente a una cascada natural. Hay una fusión, un encuentro con el material. 
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Techo suspendido inclinado es capaz de generar una atmósfera que pesa en quien se coloca debajo de la pieza, o Habitación vegetal III es capaz de imbuirte en un universo vegetal. La colección de Corredores suspendidos, realizados con hierro e hilos de acero que mantienen las obras colgadas del techo, son una serie de laberintos que invitan al juego que se crea mediante celosías y las sombras de las propias estructuras proyectadas en el suelo. Para el visitante supone una inmersión y una desconexión del mundo exterior para entrar en otra cosa, en otro lugar. 
 
 
En la muestra encontramos otras obras que incorporan el agua como elemento de las mismas, como Vers la terre, donde más que un objeto de arte a contemplar sucede que se crean espacios, lugares que visitar en los que se pueden respirar distintas emociones. 
 

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También hay otro tipo de obras en la exposición como serigrafías sobre acero o la inclusión de tapices en ciertas piezas de hormigón, o vidrios coloreados que se encargan de filtrar la luz. 
 
 
Es ésteun arte en el que interactuamos con todo el cuerpo, por el que nos desplazamos, que puede convertirse en parte de nosotros o de nuestra historia. Un arte para ser vivido, no para ser visto. 

 

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