Sanchis Sinisterra: "'¡Ay, Carmela!' es un manifiesto del arte frente a la brutalidad de la guerra"

Por Meritxell Álvarez Mongay

El Ejército del Ebro
¡Rumba la rumba la rum bam bam!
Una noche el río pasó,
Ay Carmela, ay Carmela.
Y a las tropas invasoras
¡Rumba la rumba la rum bam bam!
Buena paliza les dio,
Ay Carmela, ay Carmela

La primera vez que José Sanchis Sinisterra escuchó esta letra fue a través de las ondas herzianas. “Al principio, mi padre sintonizaba todas las noches Radio Pirenaica; pero, como él tenía mucha animadversión a los comunistas, luego nos pasamos a una emisora antifranquista que emitía desde Hilversum, Holanda.”.

La última vez que la canturreó: el pasado 14 de abril, rodeado de militantes de Izquierda Unida, en el Teatro Reina Victoria de Madrid. “¡Aquello era un mitin!” Imaginamos… “La gente cantando ‘Ay, Carmela’, con el puño en alto…” Pero no hace falta estar afiliado a ningún partido republicano –basta con que te caiga mal Franco– para emocionarse cuando se escucha ‘El paso del Ebro’ reclamar sus muertos. A los que aplauden fervorosos en pie, nada les importa que el musical dirigido por Andrés Lima poco tenga que ver con el texto original de ¡Ay, Carmela! que Sanchis Sinisterra escribió en 1986.

“Cuando me dijeron que iban a hacer un musical de ¡Ay, Carmela! tuve una cierta alarma”. Temía que le hicieran una “barrabasada”, pero le tranquilizó el saber que el libreto corría a cargo de José Luis García Sánchez. ”Bueno, por lo menos le conozco y sé que es rojo, pensé. Y ya me despreocupé.” Como si no supiera él que ninguna adaptación –da igual lo buena que sea– tiene la costumbre de jurar lealtad a la bandera, por más que se incluya una franja morada en ella.

“El libreto podría haber estado más próximo a mi obra”, considera el autor. Uno de los aspectos que más le chocó fue la figura del narrador. “Dejando aparte que Marta Ribera es una actriz de cabaret magnífica y que me quedé fascinado con ella, creo que su relato es muy poco consistente, que tiene anécdotas innecesarias y que podría haber sido mucho más rígido, potente y progresivo.” Después están los franquistas: “Aparecen demasiado extremados, no porque yo no sea antifascista, que lo soy, sino porque, cuando los muestras tan malos malos de película, pierden eficacia.” Toda la razón. “En cambio, el diálogo final de Carmela con los muertos está muy descafeinado… Y luego el hecho de que la parte musical de mi obra no se haya aprovechado: sólo hay un numerito.” El resto son letras expresamente compuestas por Victor Manuel, Vanesa Martín y Pedro Guerra, nanas y baladas que, por ñoñas, perderían la contienda si tuvieran que pelear en el frente contra la ‘Giovenezza’. “Pero, dicho esto, y pasado ya el primer trauma, creo que el espectáculo resuelve de una manera curiosa, extraña, muchas de las, para mí, deficiencias del libreto –aclara– Por otra parte, debo decir que Andrés Vicente Gómez me consultó constantemente, y ha habido una gran delicadeza por su parte.”

¡Ay, Carmela! El musical

Andrés Vicente Gómez es el productor del musical, y también el productor de la versión cinematográfica que dirigió, en 1990, Carlos Saura. “Reconozco que es una magnífica película, pero no recoge lo esencial de mi obra.” Los muertos y la memoria histórica. “Cuando leí el guion de Saura y Azcona me quedé horrorizado –recuerda–. Yo la había escrito para celebrar el cincuentenario de la Guerra Civil; tenía un propósito político…” Con una comida y palabras parecidas, el dramaturgo intentó convencer a Saura de que Carmen Maura fuera un fantasma… “Pero no hubo manera: es aragonés”. La excusa fue que el tema del más allá, en el cine, no queda bien. “Ya al final, en los postres, le comenté: Oye Carlos, pero el cine de Saura se caracteriza precisamente por jugar con el tiempo, por mezclar lo real con lo virtual…” “¡Estoy hasta los cojones del cine de Saura!”, le espetó el maño. “Lo cual, dicho por el propio Saura, era un argumento bastante contundente”. No insistió. Vio la película en una sala de la Rambla de Catalunya,  y admite que incluso se conmovió.

De todas las versiones que ha visto representadas sobre las tablas –la obra ha circulado por toda Europa, América y África– son tres las que Sanchís Sinisterra destaca:

1. La estrenada en Buenos Aires con Jorge Rivera López y Virginia Lago:

“Era muy potente, aunque un poco panfletaria…Y eso que en 1989 todavía no se había empezado a denunciar el tema de los desaparecidos…” Hace un par de meses se volvió a representar. “Fue a instancias de las Madres de Mayo, en el Centro Clandestino de Detención y Tortura de la dictadura, convertido ahora en un centro de interpretación de la memoria histórica.” Hubo un tiempo en que se pensó hacer lo mismo con el Valle de los Caídos, cuando no te sentaban en el banquillo por colocar un muñeco de Franco en el frigorífico. “A mí, todos los monumentos, del tipo que sea, me producen una especie de grima. Es tan feo ese lugar que no me importaría que lo derruyeran; cualquier paisaje natural sería más bonito que ese pretencioso mausoleo fascista que rezuma por doquier el espíritu de Mussolini y de Hitler”.

2. El montaje de la Berliner Ensemble:

“¡Que la compañía de Bertolt Brecht representara un texto mío tenía para mí un significado casi místico! Era una versión muy alemana –Carmela y Paulino, de andaluces, nada–, y también muy demagógica”. Razones políticas no les faltaban. “Se estrenó dos o tres años después de la caída del muro, cuando el capitalismo invadió todos los países de la ex Unión Soviética y había peligro de que privatizaran el Berliner Ensemble. En el centro de la platea, extendieron una bandera roja, comiéndose veinte butacas, y, en el momento en que los brigadistas empezaban a cantar –no ‘¡Ay, Carmela!’, sino la Internacional–, un haz de luz la iluminaba”.

3. La versión del Teatro de Guerra de Sarajevo:

Compañía formada por un grupo de actores que se refugiaron en un sótano huyendo de un bombardeo y, para sobrevivir allí abajo, decidieron hacer teatro, cobrando la entrada a cajetilla de tabaco. “No sé cómo, encontraron una traducción croata de ¡Ay, Carmela!, les entusiasmó, la montaron y la estuvieron representando por toda la ex Yugoslavia, por Italia, por Francia…El final estaba cambiado: se cargaron todo el epílogo y aparecía Carmela, con el puño en alto, entre el público. Era otra cosa, pero era muy bella. Se había convertido en un manifiesto del arte frente a la brutalidad de la guerra”.

Y eso a él le compensa de cualquier infidelidad a Carmela, uno de los pocos trabajos de su autoría que, curiosamente, Sanchís Sinisterra nunca ha dirigido. “¡Y eso que tengo unas ganas…! De hecho, empecé a prepararla en Río de Janeiro, ¡nada menos!” Pero justo ese año le nombraron director del Festival Iberoamericano de Teatro en Cádiz y tuvo que abandonar el proyecto. Christiane Jatahy era la Carmela que yo tenía en la cabeza… No sé por qué, me la imaginaba con los ojos muy grandes y flaquita…”

El furor de los traidores
Rumba la rumba la rum bam bam!
Lo descarga su aviación,
Ay Carmela, ay Carmela.
Pero nada pueden bombas
Rumba la rumba la rum bam bam!
Donde sobra corazón,
Ay Carmela, ay Carmela.

Una tonadillera suspira pasos dobles y canciones anarquistas entre las ruinas aragonesas. “La primera vez que fui a Belchite fue con Labordeta…” Simbólica escenografía de escombros ametrallados por el horror y la indigencia. “Cuando decidí escribir finalmente ¡Ay, Carmela! regresé al Pueblo Viejo para volver a verla. Quería encontrar el Teatro Goya”, aquel donde el desdichado Paulino barre, con anís, su memoria.

¡Ay, Carmela! El musical

El director del Nuevo Teatro Fronterizo concibió ¡Ay, Carmela! como “otro Ñaque; esto es: una obra baratita, con un par de actores, que pudiera llevar a todas partes el homenaje que le debía a su padre. “Era profesor de física y química y, al estallar la guerra, el gobierno de la República lo trasladó, junto a mi madre y mi hermano, a una fábrica de productos químicos de Murcia. Cuando el conflicto acabó, le retiraron la cátedra y tuvo que dedicarse a dar clases particulares 12 horas diarias, aunque yo no tengo recuerdos de penuria…” Su progenitor también estuvo en la cárcel, por un crimen tan grave como el ayudar a las viudas y a las mujeres que tenían a sus maridos en prisión. “Fue antifranquista toda la vida, pero no era en absoluto un hombre de política… Recuerdo que discutíamos mucho, que le tildaba de republicano conservador…”

Ahora piensa que todavía le queda por escribir una pieza que complete su trilogía de la guerra civil. “Tratará de todo aquel momento de libertad y efervescencia intelectual que hubo durante la República… Quiero recoger aquella atmósfera para luego mostrar con mayor contundencia el hachazo que fue la guerra –en ¡Ay, Carmela!y la dictadura –en Terror y miseria en el primer franquismo, 1979). Pero no sé si me dará tiempo, porque ¡esta Corsetería me va a matar!”

Contra ataques muy rabiosos
Rumba la rumba la rum bam bam!
Deberemos resistir,
Ay Carmela, ay Carmela.
Pero igual que combatimos
Rumba la rumba la rum bam bam!
Prometemos resistir,
Ay Carmela, ay Carmela.

 
¡Ay, Carmela! El musical
Autor original: José Sanchís Sinisterra.
Adaptación: José Luis García Sánchez.
Dirección: Andrés Lima.
Reparto: Inma Cuesta, Javier Gutiérrez, Marta Ribera, Javier Navares, Álvaro Morte, Pablo Raya, Javier Enguix, Sagra Mielgo.
Lugar: Teatro Reina Victoria, Madrid.
Fechas: Hasta el 28 de junio.
Horario: Miércoles y jueves, a las 20.00h; viernes, a las 21.30h; sábados, a las 18.00h y a las 21.30h; domingos, a las 19.00h.
Precio: Desde 29 euros. 
 
De gira por…
Bilbao: 13, 14 y 15. 20, 21 y 22 de septiembre.
Teatro Zorrilla de Valladolid: 27 y 28 de septiembre
Teatro Principal de Alicante: 4 de octubre.
Alcobendas: 10, 11 y 12 de octubre.
Teatro Infanta Leonor de Jaén: 17 de octubre.
Auditorio El Batel de Cartagena: 18 de octubre.
Teatro Romea. Murcia: 19 y 20 de octubre.
 

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