Entrevista a Emmanuelle Amira

“Los regímenes totalitarios no me gustan, nunca voté en mi vida, muchos me lo critican.”

ENTREVISTA  a EMMANUELLE ALMIRA.     2.07.2013

Por Dinorah Polakof.

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Luego de leer “Despertar en Teherán”  descubrí a una mujer valiente, humanista, respetuosa de las creencias y la fe de otros. Emmanuelle Almira nació en tierra africana y en la actualidad, reside en Punta del Este junto a sus tres hijas. Lleva consigo un bagaje de saberes que le han permitido dar a conocer su historia. Sin embargo, es su sensibilidad una  condición indispensable para que esta, su primera novela, haya visto la luz. La entrevista se desarrolló  de forma natural, como si nos conociéramos de toda la vida y el frío de julio se templó.  

 

–       Has andado la vida por geografías diversas…Una niña que nació en Senegal, y vive su primera infancia en Teherán. Luego viaja por el mundo y recala en costas rioplatenses, no es algo habitual. ¿Cómo ha sido tu periplo de viaje?

–       Nací en diciembre del 72 en Senegal, mi padre trabajaba como ingeniero en Dakar y cuando yo estaba por cumplir los cuatro años  él  consiguió trabajo en Teherán. Era la época de oro de Irán, hacia allí viajamos permaneciendo la familia hasta el año 80. Luego sobrevino  la Revolución. Cuando asumió  el integrismo  islámico se puso peligroso. Tengo la sensación de  que mi padre no se quería ir. Su propia familia tenía una historia de emigración: eran la  cuarta generación de españoles que habían emigrado al norte de África, a Argelia,  y cuando él tenía diecisiete años estalló  la revolución argelina. Se tuvo que ir porque lo consideraban francés.

 

–       Los llamados pied noir…

–       Exacto. Fue un momento  terrible para mi familia, se vieron obligados a  dejar Argelia. Crecí con ese sentimiento  de reconocer lo que puede hacer la estupidez humana. Siempre practicamos la tolerancia. Teníamos amigos árabes, judíos, católicos.

 

–       Y eso se trasluce en tu libro. Das a conocer lo que algunos guardan celosamente, en secreto.

–       Claro, luego como había sido tan devastador para mi padre abandonar Argelia siendo un  joven que  cuando llegó a Irán tampoco se quiso ir. Es que si yo hubiese estado en esa situación, también surgiría en mí algo de revolucionaria. Irán no era el lugar perfecto que yo imaginaba,  con un rey y una reina idealizados,  no existía la libertad de expresión, a quien estuviera en contra del régimen se lo encarcelaba. Creo que por eso mi padre se resistió  a irse de inmediato y por eso tardamos tanto en dejar Teherán. Después que asumió Jomeini  permanecimos todavía unos meses pero se cerraban las empresas. Entonces nos trasladamos  a Francia. Destino facilitado debido a nuestros  pasaportes. Era un documento heredado por haber nacido en una colonia francesa y el mío  por ser su hija. En casa se hablaba francés. En París residimos entre el 80 y el 81. En el 82 viajamos a Argentina hasta el 2006, año en que viajé a Uruguay.

 

–       En el prólogo anuncias de qué manera quitaste los velos a tus recuerdos de infancia. ¿Quieres contar algo más?

–       Irán era algo de lo cual no podía hablar. Tengo amigos que se sorprendieron cuando se enteraron que había residido en ese país. Creo que dejar el país fue también para mí una experiencia  traumática. Abandonar el lugar donde crecí, donde recién empezaba a formar recuerdos y  amigos, para dejarlos,  fue tremendo. Irán para mí fue lo mejor y lo peor que me pasó. Lo mejor por toda esa fantasía de los cuentos de las Mil y una noches… he tenido que reconstruir mi historia.

 

–       Has dibujado al Irán del pretérito con colores, sabores, dolor…háblame del Imperio Persa, del mundo de princesas y del Irán de la actualidad.

–       Escribir este libro me costó mucho. Tardé más de un año en escribirlo, a pesar de la terapia que hice en Buenos Aires, tampoco mencionaba a Irán. Era algo que tenía bloqueado. El libro me hizo comenzar a abrir esas cajitas de recuerdos que permanecían cerradas. Fue muy movilizador. Tomé conciencia de todo lo que había perdido. Y de los intereses, el dolor,  las guerras, las injusticias,  la intolerancia, el poder.

 

–       Sin embargo, lograste plasmarlo de forma efectiva.

–       Es que el libro también es mi historia. Si bien no es estrictamente autobiográfico porque está novelado, fue como sanar. Entendí, reconstruí y reviví mi historia. Mientras escribía el libro, lo sentía en mis entrañas. Cuando finalicé perdí un montón de miedos. Una suerte de catarsis que sirvió para entender por qué soy como soy.

 

–        También haces uso de descripciones repletas en detalles como el camino que conduce a tu familia a su nueva casa,  en Teherán.  Se presiente un amor por la naturaleza.

–       Es que Irán para mí estaba repleto de colores. Mi jardín era un paraíso en miniatura, tenía recovecos donde jugaba a las escondidas con mi amigo Miguel. Hay que ver que a los jardines se los considera como un pequeño triunfo de la civilización sobre la naturaleza. El verde en medio del desierto y el mío estaba lleno de flores sin importar la estación.

 

–       Me han parecido deliciosas las respuestas del padre a la hija, esa relación tan vital en donde él te explica con palabras fáciles términos de gran significado como nómada o fronteras.

–       Porque mi padre rehuía de las fronteras. Y yo pienso igual. Me gusta mucho explicar, sobre todo a mis hijas. El tema de las fronteras y las divisiones es algo por lo cual siempre lucho. Trato de que mis hijas tengan una mirada crítica, que puedan pensar, que no le tengan miedo a lo que es diferente, que estudien, que escuchen, para mí es muy importante.

 

–       ¿Practicas algunos valores como la amistad y el respeto? Lo pregunto porque entendí que con Miguel, tu amigo inseparable, demuestras que los niños pueden interactuar aunque hablen lenguas diferentes.

–       Me gustan mucho los idiomas porque te permiten acceder a más lugares y conocer a personas fácilmente. Creo que más allá del lenguaje, si hay respeto y  ganas de conocer al otro, no hay impedimento. Creo que los adultos complican mucho las cosas.

 

–       ¿En qué situación dirías que continúa en ti el asombro y la curiosidad de niña? 

–       Siempre. Es unos de mis deseos más caros. la vida y la gente me siguen sorprendiendo, cada  atardecer me sigue pareciendo diferente, cada vez que leo un libro.

 

–       Destaco  una frase que establece cierta simbiosis con la infancia, un ponerse en la piel del niño.  Cuando manifiestas que “No importa dónde viva, yo siempre parezco ser diferente”. ¿Algún comentario?

–       Durante mucho tiempo lo tomé como una carencia eso de no tener un origen, no tener una cultura. Siempre tuve sana envidia a las personas que tenían una cultura fuerte y con  tradiciones.  Más allá de la tierra, yo era como una mezcla de un montón de culturas, nada muy definido. Yo me sentí y de hecho era diferente. En África era la niña de cabellos rubios, francesa. Sentí lo mismo en Argentina y en Uruguay.  Pero cuando escribí este libro me di cuenta de que en realidad era una ventaja porque me permitió mirar las cosas desde otra perspectiva,  darme cuenta de que ser diferente no es tan horrible. Y por otro lado el haber estado en un lugar como corrido, desenfocado, el estar observando desde otro punto de vista es una riqueza que llevaré conmigo de por vida.  Soy de todos lados pero de ninguno.

 

–       Se nota que tienes capacidad de adaptación. Parece que haces amigos fácilmente…

–       Sí, (risas). También viajábamos a lugares diferentes con mi padre. Nunca repetíamos el lugar de veraneo. El mejor viaje para mí es aún hoy conocer un destino nuevo.

 

–       Ahora, más allá de la ternura con que te expresas, también tienes una mirada crítica a los regímenes totalitarios. ¿Cómo definirías al Irán de nuestros días?

–       Me es difícil hablar del Irán de hoy porque es el Irán de la información que recibimos. Y nos llegan las peores noticias. Los regímenes totalitarios no me gustan, nunca voté en mi vida, muchos me lo critican. Pero es una cuestión de circunstancias. Acá no podría votar porque soy extranjera, en Argentina lo mismo, en Francia el voto no es obligatorio. Hay cosas por las que lucho, una es la libertad de pensamiento, soy respetuosa de los símbolos patrios, culturales. Tanto es así que a mis hijas no les permití jurar la bandera.  Fui criticada hasta el cansancio por esa decisión: es que si en el texto dice voy a defender con mi vida la bandera, ¿vale la pena? Estamos hablando de una guerra. Y en este caso son mis hijas las involucradas. Les imploré que leyeran con atención el texto y les dije estás jurando… a lo que ellas me respondían que era una especie de trámite. Es que para mí la palabra también tiene un valor fundamental. Cuando uno jura tiene que sentirlo y no como un trámite. Si doy la palabra debo pensar que realmente la voy a cumplir,  llegado el caso. Y si de verdad, ellas creen que darían la vida por eso, entonces contarían con todo mi apoyo. No es fácil ser hija mía (risas). No creo en los regímenes totalitarios, soy muy optimista y tal vez demasiado romántica. Sigo pensando que van a ganar los buenos como en las películas de vaqueros. Creo que sumamos más los que deseamos un mundo en paz y tolerante,  que los otros.

 

–       Veo que exploras las situaciones bien a fondo, no dejas ni un hilito al aire. Me haces  recalar en  una postura que va con toda tu línea de pensamiento.

–       Es que estos regímenes lo que hacen es anular el pensamiento, porque si pensaran un poquito… eso de matar a una persona porque viene la orden no va conmigo. Me subleva. Todos somos seres humanos y merecemos el respeto como tal. Sigo creyendo que es posible…

 

–       El capítulo titulado Israel de la p.105 es fuertísimo por su temática. Esa pérdida dentro de un país extraño, con sus costumbres. Dices que nunca regresaste a él. Asumo que fue una experiencia amarga y sin embargo describes  a Jerusalem bajo una mirada compasiva. ¿Aparecieron los miedos cuando fuiste madre?

–       Era muy pequeña cuando ocurrió ese suceso. Ahora lo siento como un lugar sagrado, con la convivencia de las tres religiones monoteístas. Incluso de chica quería estudiar teología pero mientras  estaba en la secundaria, teología era de una u otra religión y yo quería estudiarlas  todas. Por eso terminé estudiando Antropología, .que tenía un poco de todas las culturas. Israel fue para mí fue uno de los lugares más lindos que he visitado. Un lugar milenario con  tanta historia. Creo que voy a volver. Con respecto a los miedos cuando fui mamá te cuento que yo me sentía sumamente  feliz.  Pero estaba acostumbrada a que la felicidad no durara demasiado,  que cuando uno tenía algo verdaderamente lindo a veces eso desaparecía casi instantáneamente. El temor se esfumó  por  el hecho de haber sido mamá tres veces y tener esas pequeñas bellezas. Me sigue pareciendo un milagro y lo agradezco infinitamente.  

 

–       En Despertar en Teherán relatas las verdades más cruentas con un lenguaje sencillo digno de destacar.  ¿Aprobarías el texto para jóvenes lectores?

–       Lo pensé. Y cuando mi hija de catorce y sus amigas lo leyeron me di cuenta de que también podría interesar a adolescentes.

 

–       Ya lo creo. ¿Tienes nuevos proyectos?

–       Estoy con dos proyectos de libros. Siempre quise ser escritora pero tenía muchas dudas porque soy muy autoexigente. Ahora que veo que está teniendo una linda respuesta me animo más. Me encanta.

 

–       Ya esperaremos tus nuevos hijos.  Tienes buena pluma. Gracias por haber venido a Montevideo para la entrevista.

–       El placer fue mío.

 

 

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Foto Vía/ Me gusta leer, sitio web.

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