El anarquista que se llamaba como yo

Por Javier Úbeda Ibáñez

El anarquista que se llamaba como yo. Pablo Martín Sánchez. Acantilado. Barcelona, 2012. 614 pp.

El-anarquista-que-Sorprende comprobar tanto buen hacer en un autor relativamente joven (35 años) y más en la que es hasta ahora su primera novela, ya que con anterioridad solo había publicado un libro de relatos (Fricciones, EDA,  2011). Pablo Martín Sánchez (1977, Reus, Tarragona), ha trabajado como lector, corrector, traductor y librero. Su formación, pues, es totalmente literaria. Podemos considerar a Martín Sánchez un joven de formación humanista, con un amplio bagaje cultural a sus espaldas, lo que explica que esta novela, de corte histórico, publicada por primera vez en noviembre del año pasado, en Acantilado, vaya ya por su tercera edición. Y no es tan extraño haya recibido ya un galardón, el Premio a la Mejor Ópera Prima 2012, otorgado por la revista El Cultural. Y es que son, además, muchos los factores que han influido en ello.

Por ejemplo, este libro posee una cuidada estructura. Consta de un prólogo en el que se nos cuenta que la historia se creó a partir de una coincidencia onomástica, ya que al autor se le ocurrió un día teclear su nombre completo en Google y entonces se dio cuenta de que había habido un militante anarquista vasco con su mismo nombre, el cual había participado en una incursión revolucionaria (en 1924), gestada en París por los exiliados españoles, promovida a fin de derrocar a Primo de Rivera, pero que al final fracasó.

Luego, viene el cuerpo central de la historia que se divide en tres partes y, finalmente, cerrará el libro el epílogo que (junto al prólogo y la adenda) volverá a sorprendernos. Y es que el escritor habla con un lenguaje muy directo y confidencial, haciéndonos partícipes de sus dudas y de sus esfuerzos a la hora de realizar este trabajo. Concretamente, en la adenda aprovecha incluso para advertirnos de que el final de la historia podría haber sido otro al recogido por la versión oficial.

Otro gran acierto es que la historia esté contada a dos tiempos, ya que este hecho la dotará de un gran dinamismo y agilidad. Ya desde el principio se alternan siempre y hasta el final dos historias (que en realidad son diferentes momentos de la misma). Los capítulos más históricos o de trama tienen numeración arábiga y suelen ir precedidos por unas entradillas que son citas textuales, extraídas de diarios o textos de la época, lo que otorga mayor verosimilitud en general a todos los hechos que aquí se recogen, y los capítulos de biografía tienen numeración romana y son más personales correspondiéndose con la infancia, adolescencia o juventud del protagonista.

En cuanto al tema, arranca el libro con la historia principal, que es la que da comienzo en 1924 cuando Pablo tiene 25 años y se encuentra trabajando en la imprenta La Fraternelle de París. Hasta allí se desplaza su amigo, Robinsón, para convencerle de que participe activamente en una conspiración que se está fraguando para derrocar al general Primo de Rivera. Y en la otra parte de la línea argumental que corre paralela se nos narran los orígenes de su familia y el nacimiento del protagonista en 1890 en Baracaldo, además de su infancia, adolescencia y juventud, como decíamos antes.

Pero lo mejor de todo va llegando conforme va acercándose el final del libro cuando ambas líneas argumentales convergen en el último capítulo. Y es que estamos llegando a uno de los puntos culminantes de libro y se llegan incluso a repetir párrafos enteros, lo que contribuye a acentuar más si cabe ese dramatismo final.

Es un hecho encomiable que el escritor Pablo Martín a partir de un personaje casi desconocido haya dado vida a toda una historia. Lo más fascinante es el despliegue de datos históricos que ha sabido manejar. Y es que detrás de este libro se esconde una ardua labor de investigación que duró casi cinco años.

La acción principal transcurre en el París de los años veinte porque la capital francesa en esos momentos era un hervidero de exiliados, sobre todo españoles. Gracias a este retrato de época, asistimos a los pilares y posterior desarrollo del movimiento anarquista y no solo en España sino también en Francia, EE.UU. y Argentina.

Pero, no será este el único paisaje, sino que serán muchos y muy variados los escenarios que desfilarán por estas páginas, reflejando momentos capitales del devenir de las primeras décadas del siglo veinte, en España y en el resto del mundo, con el nacimiento del cine de los hermanos Lumière; el movimiento anarquista en París o Buenos Aires; la vida de intelectuales de renombre como José Ortega y Gasset, Unamuno o el propio Blasco Ibáñez, exiliados en Francia; la Semana Trágica de Barcelona, etc., y otros escenarios menos importantes pero que aportan su granito de arena a la hora de dotar de colorido costumbrista a toda la novela como son Béjar, Salamanca, Baracaldo y Vera.

Los personajes son otro elemento importantísimo de esta obra porque están muy bien construidos. Uno de los mejor logrados es Robinsón (es a través de él, su mejor amigo, que conoceremos mejor a Pablo). Además, lo encontraremos al igual que a Pablo en ambas líneas argumentales, de hecho, de estos dos personajes acabaremos sabiéndolo prácticamente casi todo.

Por otra parte, resulta interesante comprobar cómo el autor ha sabido plasmar los dos tipos de revolucionarios que existían en la época, los de pistola y acción como pueden ser Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti y los de discurso y salón como eran más bien Ortega y Gasset y Vicente Blasco Ibáñez, y también las diferencias y suspicacias que existían entre los dos grupos.

En realidad, son muchos los personajes y actúan como una especie de mosaico para recrear toda una época y nuestro autor lo hace con gran acierto consiguiendo a la vez una mezcla entre novela histórica (ya que, por una parte, es muy rigurosa y fiel a los hechos) y novela de aventuras (ya que los huecos históricos son complementados por las historias humanas, que al fin y al cabo son quizá las más importantes y con las que al final nos quedamos todos).

A medida que vamos avanzando en nuestra lectura, nuestro interés como lectores va in crescendo, ya que vamos conociendo mejor a los personajes y a los hechos en los que estuvieron involucrados, además, todo nos llega a través de un lenguaje sencillo, fluido y de una alta calidad literaria. Y es en los momentos más emotivos cuando el lenguaje alcanza su mayor esplendor. Es sobre todo cuando se enlazan las dos historias, porque han llegado al mismo punto y tenemos próximo el dramático final, cuando tenemos el lenguaje más poético:

—Disculpe —paró un anciano que pasaba por la calle—, ¿podría decirme la hora?

El hombre le miró a través de unos gruesos anteojos y se limitó a decir, antes de continuar su camino:

—Ahí en el fondo del reloj está la muerte. Pero no tenga miedo, joven.

Entonces sonó un trueno y comenzó a llover a gritos todo el cielo.

Por último, esta novela nos recuerda a los clásicos de otros tiempos, de hecho, no le falta ninguno de los ingredientes de las grandes novelas realistas y naturalistas de la segunda mitad del siglo XIX. Nos encontramos ante una novela muy extensa, como aquellas, de seiscientas y pico páginas, con un amor imposible y folletinesco con duelo y todo incluido; una infancia y una juventud bastante duras del protagonista, guerras, revueltas, luchas de los sindicatos por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores… Y el narrador es, como también solía ocurrir en aquellas grandes novelas, omnisciente.

En definitiva, una obra que nos sorprenderá sobremanera porque parece casi salida de otra época en algunos aspectos y de esta, por supuesto, en otros muchos. Y lo más importante y destacable es que consigue a todas luces dos objetivos fundamentales en cualquier escrito: entretenernos y emocionarnos.

One thought on “El anarquista que se llamaba como yo

  • el 2 septiembre, 2013 a las 4:19 pm
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    Una excelente reseña de un magnífico e interesante libro.

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