El espíritu del 45 (2013) de Ken Loach

Por Jordi Campeny

 

El veterano director británico Ken Loach ha hecho de su cine un poderoso instrumento de lucha ideológica, eso ya lo sabemos. Su cine está poblado de personajes a la deriva, víctimas de un capitalismo salvaje que ha enriquecido a unos pocos y castigado a perpetuidad a muchos. A través, mayoritariamente, de la ficción, Loach nos ha introducido desde hace más de tres décadas en submundos de extrarradio ingleses donde sus criaturas -pertenecientes a la clase trabajadora más desfavorecida- intentan encontrar su lugar en el mundo y luchar con uñas y dientes para no caer definitivamente en la exclusión, en el temible pozo de los olvidados, de los invisibles.

Otras veces ha incurrido a la historia -más o menos reciente- y nos ha ofrecido interesantísimos -y muy lauredos- retratos de perdedores en contiendas bélicas.

Abanderado del cine social europeo, Ken Loach ha legado un sinfín de interesantes trabajos (algunos brillantes, la mayoría estimables, algunos muy irregulares), aunque también es cierto que el reiterado énfasis ideológico de su discurso ha acabado lastrando un tanto la calidad de sus propuestas, siendo siempre más importante y recordado el acento político de sus películas que las películas en sí.

El autor de trabajos como Lloviendo piedras (1993), Tierra y libertad (1995), La canción de Carla (1996), Sweet Sixteen (2002) o El viento que agita la cebada (2006)  presenta ahora un trabajo documental, género que ya había abordado con anterioridad con películas como McLibel (2005). Bajo el título El espíritu del 45, el cineasta analiza las claves del nuevo socialismo que surgió en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial y reflexiona sobre qué ha pasado hoy con aquellos ideales.

SPIRIT OF 45
El espiritu del 45 (2013) de Ken Loach

Con imágenes de archivo y testimonios reales, y con un homogeneizador uso del blanco y negro, el director despliega con notable convicción y un punto de apasionamiento su tesis. El documental muestra lo que la clase trabajadora consiguió en Gran Bretaña tras el triunfo laborista en la década de los 40 y lo que posteriormente perdió en los ochenta con la irrupción de Margaret Thatcher y sus políticas de privatizaciones (del agua, carbón, transportes y sistema sanitario). Precedentes,  causas y consecuencias del desmantelamiento del estado del bienestar, en definitiva.

Los dos primeros tercios del documental, ricos en imágenes de archivo y testimonios, reconstruyen con oficio y con un tono entre nostálgico y condescendiente la década de los 40, reivindicando el anhelo progresista y fraternal que surgió en el país que sirvió para que emergiera una sociedad más justa. Su parte final, que gana en ritmo narrativo -hasta el momento éste resulta un tanto monótono-, señala a los causantes de que se dinamitara lo logrado y levanta acta de defunción de los derechos adquiridos tras la Guerra. El documental se cierra con imágenes en color de aquellos añorados (para Loach, sin duda) años 40, y acaba rindiendo un sentido homenaje a aquellos que lucharon por cimentar el estado del bienestar.

Con la mirada ya puesta en el presente, Ken Loach aboga por recuperar los ideales de este espíritu pretérito. Y es ahí donde surgen los mayores interrogantes: ante la profunda crisis económica, ideológica y de valores actual, ¿sirven los mismos ideales que sirvieron entonces? ¿Estamos ante el mismo mundo? Ante la clara toma de partido del cineasta por el partido laborista de aquellos años y de las tesis socialistas/comunistas, ¿siguen aquéllas siendo válidas y factibles hoy en día? ¿Es Ken Loach un revolucionario o un nostálgico?

No se trata tanto de reprocharle al director el evidente carácter sesgado y panfletario de su propuesta (ya lo conocemos desde hace mucho; y nos gusta, y compartimos su mirada frente al mundo) como la sensación que nos invade durante buena parte de su -a pesar de todo, estimable- documental: algo levemente parecido a cuando nuestro abuelo nos acurrucaba en su regazo y nos contaba batallitas de su guerra. Nosotros nos movíamos entre la fascinación, el amor, el respeto… y el irremediable sopor. Porque en el fondo, y muy a nuestro pesar, el mundo ya era otro, y nosotros ya estábamos en otra cosa.

 

 

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