Hacerse la muerta

 

Hacerse la muerta

Nira Rodríguez

 

Ediciones Vitruvio

 

Portada de Rodríguez (Nira)Hacerse la muerta … para estar vivo

Por Luis Antonio González Pérez 

 

 “Hacerse la muerta”. Así nos invita al juego nuestra poeta canaria, Nira Rodríguez. Un divertimento no carente de reflexión, dolor y pausa. Hacerse la muerta parece una buena estrategia de soledad medida, en mitad del mar, del silencio. Una forma de hablarse en el eco del vacío que invade la plenitud de la marea.  Joan Margarit dice “La poesía no es que sea la antesala de la soledad, es que es la soledad misma. “  Y con la excusa del entretenimiento, nuestra poeta, es capaz de tocar con hondura todas sus sombras, todas las oscuridades que conforman la voz en soledad, sin perder el don del ingenio y la sorpresa.

En el aullido de la noche

un sobresalto

me despierta

con la boca muda

la nada pronunciada

 

Así nos susurra Nira Rodríguez en uno de sus poemas dando grandeza a un sencillo instante, haciendo voz el silencio y, el momento, una explicación de eternidad. Su poesía no es inocua. Cuando nace de lo mínimo crece hasta llenarnos los sentidos y hacernos beber de un trago sus imágenes, cuando nace del dolor o los miedos, nos clava a bocajarro exponencial lo que emana de su personal caja de pandora. Decía Borges “La poesía nace del dolor. La alegría es un fin en sí misma”.

Todos los espejos rotos

a mi paso

sus trocitos atesoro en los cajones

profundos de mi alma

mi imagen diseccionada en los pedazos

de cuerpo que me arranco

con el odio a estas curvas

distorsionadas

 

PC010180313.JPGCuando conocí a Nira Rodríguez gracias a la recomendación de nuestro común amigo y gran escritor canario, Santiago Gil, me di cuenta, que aquella odiosa pregunta que todos hemos sufrido alguna vez, la de “¿un poeta nace o se hace?” quedaba claramente invalidada con respuestas inexactas. Emerson decía “la poesía nace de la poesía”. Esa frase que escuché hace ya algún tiempo, tomaba sentido en Nira Rodríguez. Una poeta que desde la más coherente humildad frente la a creación artística, a la vez que iniciaba su camino en la poesía lo hacía con la rotundidad, envidiable, confieso, del paso firme, nada casual, sobre la palabra.

 

La prisa y un sonido

quedó de la mañana

que dejaste

alas de insecto

diseminadas

en el alba.

 

Volvemos al instante para llamar al universo desde su detalle. Esta composición de nuestra poeta demuestra que no son sus poemas un simple juego. A diferencia de algunos coetáneos, por suerte me atrevería a decir, Nira Rodríguez se aleja de la simple experiencia llevada a creatividad lingüística, o del sencillo juego semántico. Nos descubre una intimidad universal a la vez que nos regala otros tantos donde mezcla la poesía cuasi-visual con una capacidad encomiable de sorprender al lector sin dejarlo dormirse en una fútil lectura.

Hoy todo pequeño, minúsculo, mínimo,

casi nada, miniatura enana insignificante,

ah! pero tus ojos

en un abrir

y cerrar

tus ojos

llenaron el mundo

de gigantes.

 

Pero no es la suya una poesía de impostura. Leer a Nira y hablar con Nira te proporciona el mismo mapa personal de su paraíso habitable de la palabra y la imagen. Como diría Joubert “Muchos van hacia la verdad por los caminos de la poesía. yo llego a la poesía, por los caminos de la verdad.” Y en el caso de Nira se cumple, sus composiciones son ella misma, y en ella misma se vislumbra el presente y futuro de su poesía. Harto de “poetas-actores” o de “poesía-espectáculo”, la obra de nuestra poeta nos concilia de nuevo con la creación sobre los pilares de la humildad, la verdad y el constante descubrimiento del mundo, aunque este sea personal y en pequeños detalles; y del universo, aunque este se encuentre sumido en las vivencias transformadas en comunes de nuestra escritora.

Santiago Gil al hablar de la poesía de Nira Rodríguez toca dos notas importantes y esenciales para su lectura. La mirada de niña sorprendida maridando con la capacidad fotográfica de su escritura.

En el fondo de la jarra la esperanza
unos ojos oxidados
danzarán parpadeando con la última luz 
de las estrellas
el tránsito del segundo último 
que acecha
los cordones desatados
de mis células
un tiempo maltratado
de amor a penas
pulso
por los largos pasillos
después de la infancia
en la sala de espera.

Nira sigue mirando como niña lo que aun de mayor continua sorprendiéndole. No reniega por eso de la experiencia, sino que la digiere de con una voz para nada naif, sino que aliña con inocencia sobre una cama de renacer constante.

Una lengua rodeando 

el colmillo.

La caricia, 

dedo

en el filo

de la 

daga.

 

Nos descubre también una voz erótica sin que desmerezca la elegancia ni la poética. No son imágenes que buscan robarnos el aliento y despertar el instinto, pues es capaz de darle una fuerza reflexiva que no deja indiferente al lector.

Dos labios

suben y

 

bajan

 

suben

 

bajan

 

 

lubricando          pistola…

 el cañón

  de

 una

           

 

Este cuerpo

amando

aquello

que lo mata.

 

Definía perfectamente este necesario diálogo entre erotismo y poesía Octavio Paz cuando decía “Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje.”

 

 

Joan Margarit definía así la poesía «Escribir poesía es una operación que trata de reunir en un solo flash -el poema- sensaciones, sentimientos, experiencias de sentimientos e intuiciones que se combinan mostrando un reflejo de la verdad. Pero este flash tiene lugar, al principio, sólo en la mente del poeta.» Para luego decir “ser poeta es una manera de ser o de estar en el mundo”.

Para quienes secundamos esta definición, aunque evidentemente con ciertos matices, es indiscutible que estamos ante un ejemplo de poeta capaz y de peso. Una voz que lejos de imitar, merece ser envidiada por su coherencia y capacidad de tornar desde la hondura hacia la genialidad, rozando la sensualidad, la reflexión, la capacidad narrativa y el erotismo. Me negaré, con o sin permiso, a calificar a la poeta de promesa o voz madura, de juventud o de grandeza. Creo que estos calificativos poco tienen que aportar a la propia definición y concepto de poeta y poesía. Más bien tildarla de temporalidad o medida, como quien intenta cuadrar una duna, o meter el mar en un hoyo hecho en la orilla.

Tenemos en nuestras manos un libro que merece toda suerte de éxitos, elogios, pero sobre todo una personal lectura de disfrute y pausa. Y ante nosotros a una poeta, sin más, con toda la grandeza, amplitud, hondura y plenitud de la palabra. Una apuesta de Ediciones Vitruvio, en manos de Pablo Méndez, que celebramos haya encontrado en los poetas canarios una apuesta firme y comprometida de futuro.

Por cierto, he dicho “tenemos en nuestras manos” así que intenten no dejarme mal, el que no tenga un ejemplar, ya lo puede ir comprando. Nadie pretende hacerse rico con la poesía, pero al menos, que sirva para pagar el papel y las cañas de la autora.

 

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