Ha vuelto

Ha vuelto. Timur Vermes. Trad. Carmen Gauger. Seix Barral, Barcelona, 2013. 383 pp., 19,33 €

Por Julián Díez

ha-vuelto_9788432220364Al parecer, Timur Vermes la ha liado parda -perdón por el chistecito- en Alemania con este libro. En primer lugar, sombrerazo para todos los implicados: para el escritor por tener el valor de escribir un libro satírico con Hitler pero que no se ríe de Hitler, cosa esta última ya relativamente normalizada; y en segundo, a la sociedad alemana por haber madurado lo suficiente para encajar este golpe.

El golpe en cuestión consiste en que, en Ha vuelto, Hitler vuelve a la vida en 2012, así por las buenas, y se encuentra con que encaja como un guante en la sociedad alemana actual. Mi conocimiento de la realidad de ese país no es lo suficientemente profundo para determinar hasta qué punto Vermes truca los dados para forzar la parodia, pero resulta tremendamente verosímil y efectiva.

Hitler se convierte en humorista de un programa de telebasura. Y diciendo las mismas cosas que soltaba en los años treinta, resulta ser un éxito porque todo el mundo se cree que está parodiando con un disfraz de Führer lo que, de hecho, es un discurso común entre la opinión pública alemana. Por ejemplo, tras una agarrada con el sensacionalista Bild Zeitung, lo domestica y llega a la conclusión de que no necesita abrir un periódico nazi porque ya le vale con los que hay.

La cuestión medular de la novela está en la tesis de fondo defendida por Vermes: que Hitler, como cualquier demagogo populista que alcanza el éxito, no dice sino lo que el pueblo al que se dirige está deseando escuchar. Que sus mensajes crudos le llevaron a liderar un país que no era inocente en su pensamiento, sino que albergaba en su seno las semillas de los horrores que se produjeron después. Y que el Hitler de Vermes, suponemos que haciéndose eco de los pensamientos de su autor, cree seguir detectando en la civilizada Alemania actual con sus periódicos con mensajes xenófobos contra los países del sur de Europa o sus humoristas centrados en estereotipos raciales.

Siendo este mensaje de fondo bastante duro, Vermes corre varios riesgos adicionales en este libro. Por ejemplo, al englobar en su crítica a absolutamente todos los estamentos políticos germanos. Hitler, que es el narrador en primera persona, desecha por estúpidos a conservadores y socialdemócratas; aborrece a los herederos del nazismo como a una panda de frikis; y termina por simpatizar… ¡con Los Verdes! Y por razones que explica suficientemente, tanto críticas hacia ese movimiento como relacionadas con la forma de pensar del Führer, que era vegetariano y amante de la naturaleza.

Porque ese es el punto definitivo en el que Vermes consigue caminar con éxito sobre el alambre: el hecho de que el Hitler narrador es, obviamente, comprensivo consigo mismo. No es El gran dictador de Chaplin, el loco frenético de El hundimiento o cualquiera de las variantes cómicas que ya conocemos; es un individuo capaz de la ternura, con sus manías simpáticas y que observa con verosímil incredulidad el mundo de nuestra época. El es el protagonista, no está arrepentido y no se considera un genocida; eso sí, su voz es la de un fanático dispuesto al crimen, capaz de ser taimado y ocultar sus ideas cuando le conviene para sus fines.

Hitler será capaz de adaptarse a la sociedad moderna porque ésta no se encuentra tan lejos de la que le encumbró, pese a la sofisticación con la que nos hemos revestido para enmascarar, que no para variar nuestro pensamiento. Y todo ello al final me invita a una reflexión sobre nuestro propio entorno: si todo esto parece así en Alemania, ¿qué podríamos concluir de nuestro entorno más cercano, que ha sido incapaz de poner una conclusión digna a una dictadura fascista y sus miles de víctimas?  Si allí siguen vivos los fundamentos del nazismo después de ser derrotado y perseguido, ¿qué es lo que tenemos aquí cuando no hemos conocido arrepentimiento ni castigo? La respuesta está también, por supuesto, a un click de mando a distancia. 

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