Solo dios perdona (2013), de Nicolas Winding Refn

 

Por Miguel Ángel Martín Maestro

 

Cojamos a Wong kar Wai, a Park Chan Wook, los excesos sádicos de Miike mezclados con el Hong Kong de Johnny To, un poco de onirismo de David Lynch, remontémonos a los samurai del cine japonés y añadamos una pizca de hieratismo del polar francés y puede, quizás, a lo mejor, que salga algo parecido a este desbarre violento de Nicolás Winding Refn.

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Solo dios perdona (2013), de Nicolas Winding Refn

Hay tres culturas cinematográficas europeas de limitada difusión pero que comprenden un catálogo de violencia, ya física ya psíquica, ya familiar ya social, como son la belga, la austriaca y la danesa. A la danesa pertenece este director a quien no se puede negar un poderío visual apabullante. En cada plano de esta “Solo dios perdona” sobrevuela un diseño previo evidente, quizás demasiado evidente, demasiado esteticista, demasiado planificado, pero increíblemente cautivador, sugestivo y sugerente, atrayente hasta en los momentos de máxima repulsión, las imágenes son bellas por si, otra cosa es que estén dotadas de verdadero contenido.

El hieratismo de todos los personajes puede resultar antinatural, pero estamos ante sujetos pertenecientes a otro mundo, el suburbial, el residual, el del hampa, ya sea a un lado o a otro de la ley. El silencio es consecuencia del mal que emana de todos sus actos, un mal que sólo puede conllevar venganza y destrucción. Si alguien pensaba que el samurai de Delon en la titulada en España “El silencio de un hombre”, o el de Forest Whitaker en “Ghost dog” mantenían un silencio y un hieratismo excesivos, que esperen a ver a Ryan Gosling en un  contenedor de emociones y sentimientos de venganza reprimidos, aguantando durante segundos interminables una mirada sin pestañear siquiera, recibiendo palizas para proteger a una madre que actúa como madrastra de pesadilla. Ahí está para compensar el exceso y sobreactuación de Kristin Scott Thomas (actriz que nunca me ha gustado y a la que tengo en mi infierno particular después de aquel paciente inglés que tardaba tanto en morir en las arenas del desierto), la madre castradora, como aquella abuela temible de “Animal Kingdom” , que no duda en volar a Bangkok para vengar la muerte de su hijo preferido, el primogénito, el más parecido a ella, al que su segundo hijo, Gosling, se ha negado a vengar porque, dentro de su código de honor, nadie puede amparar a quien viola y asesina a una menor, aunque sea de tu propia familia.

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Solo dios perdona (2013), de Nicolas Winding Refn

El entramado y el fondo de la película es muy sencillo, un crimen y una venganza, una venganza excesiva y que apunta demasiado alto hasta para un país como Tailandia. Por eso Lady Macbeth terminará expulsada de su particular paraíso y repudiada, cuando la madre ya no puede sentirlo, por su propio hijo cuando, después de que éste sea continuamente humillado por su madre, en el último momento sea consciente de que hasta su madre, por la venganza, estaría dispuesta a sacrificarle.

Por encima de todos estos personajes sobrevuela la hierática y justiciera figura del policía exterminador (Vathaya Pansringarn), el depurador, a su manera, de toda la podredumbre urbana, haciendo justicia a su manera, porque, al no ser dios, no está obligado a perdonar, y nunca perdona.

Se trata de una película de exceso, como si fuera la coda final de la huida del protagonista de Drive o la secuela de la misma si el protagonista llevara tatuado un  escorpión. No es ni una cosa ni la otra, pero ni me atrevo a decir que he visto una mala película ni a negar su evidente calidad visual. La historia es tan simple que no merece mayor atención, pero la forma de contarla es lo fundamental, no solo porque parezca que no sigue un relato lineal, cuando si lo hace, sino porque las imágenes subyugan y marcan la evidente resignación de cada personaje a su destino, del que no pueden escapar  porque nadie escapa de la justicia ¿divina? sin perdón del administrador de la misma, así que es inútil enfrentarse al enviado y lo mejor es entregarse sin resistencia, así evitarás sufrimiento innecesario, asumir el castigo por tus malos actos es inevitable.

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Solo dios perdona (2013), de Nicolas Winding Refn

Si Tarantino tiene su Kill Bill como referente en el exceso violento en el seno de una historia de venganza, Refn ha acudido a dotar de un halo místico a la historia de retribución que sigue a la imposible venganza materna. Si gusta o disgusta profundamente es algo que corresponde a cada espectador, eso si, no se admiten estómagos sensibles, espíritus pusilánimes ni damiselas dispuestas a desmayarse con la sangre. El director no nos engaña, al principio de la película ya se nos dice que “vamos a encontrarnos con el diablo”, todo ello en una permanente iluminación interior en rojos, rojo de sangre. Habrá que dejar madurar lo visto para decidir si la historia crece o se encoge, lo que no creo es que lo visto deje indiferente, un punto a favor de cualquier obra artística, ni tampoco desmerece a la trayectoria del director, que en Drive sosegaba la violencia extrema con una historia romántica que aquí no existe, o en Walhalla rising con la idea del nuevo mundo, Refn usa la violencia en su cine siempre, quizás esta última película sea el mayor exceso, pero no debería sorprendernos.

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