El montaje de la incertidumbre

Un retrato para Dickens. Armonía Somers. El cuenco de plata. Buenos Aires, Argentina. 2012 (124 Págs.)

Por Augusto Munaro

un-retrato-para-dickensCatalogada como escritora radicalmente singular, Armonía Somers (1914-1994) a menudo es comparada con Marosa de Giorgio y Felisberto Hernández, no tanto por su estilo —más avanzado en estructura temática y formal—, sino por la “originalidad” de su prosa.  Una escritura cuya compleja arquitectura narrativa ha incomodado a muchos críticos y lectores mal acostumbrados a las obras pregonadas por el mercado. Ocurre que Somers —a diferencia de la generación del 45— llevó la escritura hacia un nivel más exigente de posibilidades. No habiéndose conformado con los condescendientes tanteos del estilo de su tiempo (devoto a las intensiones didácticas), optó por buscar una expresión más personal y creativa. Un retrato para Dickens puede oficiar como ejemplo cabal de esta fructífera exploración.

En dicha nouvelle —la primera edición data de 1969—, el argumento está reducido a su mínima expresión. Un conjunto de miradas que se entrecruzan para urdir una escritura disidente, refractada y, sobre todo, obsesionada en su propio desarrollo creativo. Esa “confusa fuerza dionisíaca”, que Mario Benedetti cierta vez remarcó acerca del modo de escribir de la autora, se cataliza en este libro en particular, a partir de la foto de una niña huérfana. Pronto el entrecruzamiento de géneros irá quebrando clichés para así inventar otro tipo de vinculación entre las cosas y los seres. En su proceso, Somers incluye elementos intertextuales —cartas, pasajes bíblicos, recetas culinarias, etc.—) logrando entretejer una fabulosa combinatoria de referencias oscuras, claves ocultas y alusiones de difícil intelección, haciendo de la hibridez, su rasgo primordial.

Asimismo, el denso ambiente onírico que atraviesa la historia, lo torna ambiguo, extrañamente digresivo. Su sarcasmo —aunque sutil— transmite siempre malestar e incertidumbre. Un retrato para Dickens recuerda parcialmente al Farabeuf de Salvador Elizondo, donde prevalece un claro interés por adoptar las teorías del montaje cinematográfico a la literatura. ¿Novela de iniciación?, puede ser. Por el momento se trata de un documento avant-garde, que evidencia —entre tantas cosas— otros modos de narrar. Un feliz rescate editorial que permite poner en circulación, uno de los textos más logrados de su autora.

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